¿Qué sentido del humor puede haber en una guerra? ¿De qué se pueden reír los hombres que tienen como oficio luchar y matar? ¿Qué puede hacer gracia a los que unas horas antes han apaleado, torturado o ejecutado? ¿Y a los que al cabo de un rato pueden ser apaleados, torturados o ejecutados? Eso lo sabe bien Mazen Maarouf, un escritor palestino criado en el Líbano. Y lo explica en un libro de cuentos impregnados de humor negro, de fantasía y de poesía a partes iguales: Chistes para milicianos (publicado en catalán en Navona, en traducción de Margarida Castells, y en castellano en Alianza, en traducción de Ignacio Gutiérrez de Terán). Maarouf ha presentado su libro en Barcelona. Chistes para milicianos ha tenido muy buen recibimiento en los 14 países donde ya ha sido publicado, hasta el punto que Maarouf nominado al prestigioso premio Man Booker. Maarouf ha estado en Olot, en el marco del festival MOT y gracias a eso ha podido presentar su obra en Catalunya.
Un libro muy personal
Maarouf asegura que este es un libro muy personal, aunque al mismo tiempo incorpora muchos elementos de fantasía. Comenta que cada historia está basada en un detalle, un personaje o un recuerdo que él recuerda bien (incluso tiene uno dedicado a las corridas de toros que veía en la televisión cuándo era pequeño). Es, sin duda, un libro muy personal, pero al mismo tiempo con muchos elementos de fantasía. Los personajes están inspirados en gente que el escritor palestino conoce personalmente, gente normal "a los que no les importa la literatura". Entre ellos, su padre, un hombre que no es nada leído, pero "que estaría muy satisfecho si supiera que en Barcelona están hablando de él, que es famoso." Su madre no compartiría este entusiasmo: Maarouf asegura que no se siente muy contenta con lo que ha escrito su hijo, "porque le parece que mi obra es grosera, que explica cosas que no se tienen que explicar y que salen palabras que no se tienen que decir".
Cuando llegué a Islandia, la paz me perturbaba
La vida entre bombas
Maarouf sitúa sus cuentos en el Beirut de los años más duros del enfrentamiento palestino-israelí, los de su infancia y los de la juventud de sus padres, que vivieron momentos terroríficos (estuvieron residiendo en un campo de refugiados que fue atacado y aniquilado en 1975). Algunas de las horribles cosas que el autor describe a sus cuentos las ha vivido en primera persona. Pero afirma que esta situación, en Líbano, la encontraba normal, y que su percepción sólo cambió cuando se instaló en Islandia, en el primer lugar a que fue después de salir de Próximo Oriente. Sin embargo afirma que en Reikiavik en principio se sintió extraño: "La paz que se vivía allí me perturbaba, no sabía vivir sin tensión", asegura. Ahora, a pesar de todo, ha decidido instalarse en este pequeño país, y apunta que se siente muy bien acogido, a pesar de que empieza a aparecer un movimiento xenófobo de extrema derecha.
Con ojos de niño
El narrador de estos cuentos es un niño que explica en primera persona sus vivencias. Según Maarouf, la mirada de un niño le es útil para romper con las reglas de la realidad y para ofrecer otra perspectiva de la realidad. Afirma que él y los niños de su generación tuvieron una aguda sensación de pérdida de la seguridad, y eso "los hacía diluir los límites entre realidad y ficción". En realidad, la infancia del protagonista no es muy diferente de la del propio Maarouf, un niño que no tenía libros en casa y que solía leer los cómics en la tienda de la esquina, fingiendo que los iba a comprar.
El humor más negro
Maarouf asegura que el chiste en momentos críticos permite abrir una rendija en la dura situación, porque en él no hay límites, no hay tabúes... Y eso permite una expansión psicológica...El humor deja salir de una situación crítica, ni que sea por unos momentos... Y por eso, justamente, este escritor cree que los palestinos, pese a su situación histórica, tienen mucho sentido del humor y muy autocrítico. "Los palestinos cada vez tenemos más sentido del humor sobre nosotros mismos, aunque nos hayan enseñado que de ciertas cosas no se puede reír".
Nunca he disfrutado de Palestina, siempre me han explicado que Palestina es mi país, pero no puedo ir, no puedo visitarlo
La distancia que permite una mirada próxima
Maarouf escribió estos cuentos a Reikiavic, aunque están ambientados en Beirut. Los hizo, explica, en un momento en que no tenía trabajo y no quería trabajar. Vivía en una precariedad extrema, en "una situación muy dramática". Pero el distanciamiento de su tierra natal le fue esencial para poder repensarse y escribir esta historia. Apunta que su identidad palestina es una "especie de identidad de fantasía"; explica que "nunca he disfrutado de Palestina, siempre me han explicado que Palestina es mi país, pero no puedo ir, no puedo visitarlo y no se me permite instalarme allí".