Mañana empieza una nueva edición del Cruïlla, festival que, edición tras edición, se ha consolidado como una de las citas más relevantes de nuestro calendario de grandes acontecimientos musicales al aire libre. Cuatro días, de miércoles al sábado, nutridos, como ya es habitual en su propuesta, por un cartel ecléctico y transversal. Así, la noche inaugural está focalizada en la música urbana, proponiendo una programación que incluye nombres determinantes del género como el argentino Trueno o los catalanes 31 Fam. El viernes y sábado, son un estimulante cajón de sastre con preponderancia de la música de guitarras en todas sus acepciones: del pop punk de Avril Lavigne a los clásicos del grunge Smashing Pumpkins, The Kooks, Kasabian, Amaral, nuestras Oques Grasses... Y una tregua el sábado en el ruido de amplificadores, para saborear de los himnos techno pop de Pet Shop Boys. En medio, la noche del jueves, una nueva jornada dedicada a los ritmos latinos que tendrá como alicientes artistas como Óscar D'Leon, Olga Tañón y el grandísimo Chucho Valdés, eminencia del jazz afrocubano, fundador de toda una institución del género como Irakeke, grupo icónico del que este año se celebra 50 años de su formación. Efeméride que lo ha vuelto a llevar a salir de gira. Lo acompañarán sobre el escenario del Parc del Fòrum su cuarteto habitual en que militan José A. Gola (bajo eléctrico y acústico), Horacio Hernández (batería) y Roberto Jr. Vizcaíno Torre (percusión), así como su hijo Julián Valdés. "Es el primer hijo que tengo del siglo XXI", explica con orgullo paterno en una entrevista concedida a la agencia EFE. "Tiene un talento extraordinario. Está estudiando bachillerato, pero ya me lo llevo de gira. Como hizo mi padre conmigo".
Un músico de otra generación
Feliz de actuar al lado del mar en la capital catalana -"soy de Cuba, siempre que tengo agua alrededor estoy contento", confiesa-, adelanta que lo tienen todo preparado para "poner a bailar" al público del Cruïlla tanto con su música instrumental como con sus canciones más populares, desde Juana 1600 a Zanaith pasando por Estela va a estallar, Xiomara Mayoral y Bacalao cono pan. Temas que son como una hoja de ruta vital en la que poder recorrer su evolución artística. Trayectoria que inició poniendo patas arriba la música popular cubana para aproximarla a la fusión con el jazz. Nuevos tráficos sonoros que, en realidad, comenzó su padre, toda una leyenda como Bebo Valdés. "Yo aprendí a tocar el piano y hacer mis melodías con tres años. Había visto a mi padre y yo lo imitaba sacando melodías", explica sobre su interés por el género y la influencia de su virtuoso padre, a quien iba a ver cada noche al Tropicana. Del "sonido tan especial" que su apellido ha exportado desde hace décadas, explica que se trata de una fusión que parte de la música campesina cubana, pero añade elementos clásicos y de percusión y también un poco de raíces africanas y españolas. "Mi padre exploró esta parte de los orígenes españoles también con Diego El Cigala en Lágrimas negras", recuerda.
Yo aprendí a tocar el piano y hacer mis melodías con tres años. Había visto a mi padre y yo lo imitaba sacando melodías
Aunque su padre, muerto en Suecia en el 2013, continúa presente en su memoria, su hijo músico más prolífico puede presumir ya de siete premios Grammy y seis premios Grammy Latino, entre multitud de premios y otros "orgullos", como que absolutamente todos sus hijos -y son seis- toquen algún instrumento musical. No pone fecha a una hipotética retirada, porque justamente lo que le hace "emocionarse" es seguir tocando, explica el cubano, criado en una casa donde "tía Celia" era Celia Cruz. Preguntado por la opinión que le merecen otros géneros musicales de más tirada entre los latinos más jóvenes, como el trap y, especialmente, el reguetón, Valdés dice que "prefiere" no opinar. "Simplemente diré que yo pertenezco a otra generación. Aunque también es verdad que de jovencito a mí me gustaba Elvis Presley y muchos lo criticaban. Siento respeto por lo que hacen los más jóvenes"