Esta historia basada en hechos reales contiene dos historias en una, pero empezaremos por la segunda, de la cual ahora hace un mes. Situémonos. Un foro de coches en la red del cual no diremos el nombre, noche de julio de 2021 en la cual un servidor no puede dormir. Una persona con el nickname julio174 publica un comentario en el chat "GENERAL Historias de verano" con un título que podría haber firmado el mismísimo Terenci Moix: Creí que follaría en Mónaco y me quedé a dos velas en Vilafranca. La confesión, a medio camino entre la desolación y la perplejidad, es casi un microrrelato en ella misma y haría las delicias narratológicas de un profesor de Teoría de la literatura, pero es que además aparece la capital del Penedès, por lo tanto decido tirarme de cabeza. Lo que viene después te sorprenderá.
La Montecarlo del Penedès
Con una prosa nada abrupta, directa y que se desliza como un guante de seda, el tal julio174, que afirma ser de Manresa, explica en el cuerpo del mensaje que días atrás conoció a otra persona en el chat "VIAJES Me gusta conducir y otras aventuras". La primera sorpresa es descubrir que hay gente que liga en los foro de coches, utilizándolo como un Tinder al uso, pero todavía es más sorprendente seguir leyendo lo que explica el amigo Julio, si es que se llama así en realidad. Dice que empezó a hablar por privado con alguien de Altafulla, que enseguida notó feeling y que todo, en definitiva, parecía indicar que estaban hechos el uno para el otro. Pero entonces, desolado, explica la primera cita. Dice que habían decidido quedar "para hacer una salida", verse las caras y que fuera lo que Dios quisiera. Dice que la otra persona, de quien en ningún momento especifica el nombre ni el sexo, le había dicho que quedaban en Vilafranca, a medio camino entre los dos. Y que irían a cenar con vistas a un circuito de Fórmula 1, que no se olvidara del pasaporte, que si él quería harían 500 km en una sola noche y, además, que conducirían por unas curvas que son historia viva del automovilismo europeo.
Caliente como una moto de cuatro tiempos, explica Julio, nuestro héroe baja de Manresa por la C-15 entusiasmado con la idea de acabar en Montecarlo, pero cuando llega a Vilafranca se da cuenta de la tragedia: ha quedado con alguien en que sólo tiene citas con gente que tenga el pasaporte Covid19, acabará cenando en el Viena de la N-340, se pasará el rato dando vueltas como un reloj en el antiguo Circuito de Vilafranca -es decir, la carretera que une Vilafranca con La Múnia y Els Monjos- y que, para colmo, volverá a casa sin un miserable beso. Lo peor, sin embargo, será que no le habrá engañado nadie: se habrá pasado una tarde de julio recorriendo una carretera histórica, escenario del I Gran Premio Penya Rhin. Es decir, la primera carrera internacional de automovilismo de la historia celebrada nunca en el estado español. El sorprendente relato de julio174 acaba así, pero ahora estarás de acuerdo conmigo que no nos podemos quedar de esta manera, por lo tanto, si no te parece mal, pasamos a explicar la otra historia: la de cuando el Circuito de Vilafranca del Penedès, en los años veinte, fue el precursor de la Fórmula 1 en España.
De las "voiturettes" al Mercedes de Hamilton
Situémonos de nuevo, ahora cien años antes, hace justo un siglo. Vilafranca, 16 de octubre de 1921. De la estación de tren no para de salir gente venida de Barcelona para asistir a la Carrera Internacional de Voiturettes – Gran Premio Penya Rhin, la primera gran competición internacional de coches de carreras celebrada en España. La capital del Alt Penedès, que a duras penas llega a los 10.000 habitantes, ve cómo aquella mañana más de 50.000 personas se desplazan a la comarca para asistir en primera persona a la carrera. Quien no lo tiene tan fácil para llegar a la línea de salida son algunos de los pilotos inscritos en la competición: llegar con el mismo vehículo de competición desde la otra punta de Europa, sin las carreteras actuales ni los mecánicos de hoy, es una quimera a menudo tan grande como completar la carrera de 35 vueltas al circuito en menos de cinco horas.
En unos tiempos en que el combustible ppara los automóviles se compraba en las farmacias, los Bugattis de Pierre de Vizcaya y de Pedro Monés-Maury son los dos primeros clasificados de aquella primera edición, con un tiempo de 5h 11 minutos y 5h 35 minutos respectivamente. En las dos ediciones siguientes, los Talbot-Darracq de Lee Guiness (1922) y Alberto Divo (1923) consiguen llegar en primer lugar bajando de las cinco horas, con unos tiempos de 4h 45 minutos y 4h 45 minutos. ¿Existen estos corredores, sin embargo? O sea, ¿eran estos sus nombres reales? Esta es una de las otras curiosidades de aquellas incipientes carreras de Fórmula 1: los pilotos se inscriben con seudónimo, principalmente porque se trata de un deporte de clase alta, caro y practicado por miembros de la alta aristocracia europea que tienen ganas de poner a prueba su particular juguete, una "voiturette" muy diferente de las mulas, los carros de caballos y las diligencias con las cuales se mueve el 99% de la población penedesense de aquellos tiempos.
Precisamente esta pátina monárquica y clasista es desde el primer día un foco de discusiones en la comarca, donde los republicanos y obreristas no ven con buenos ojos la carrera. El golpe de estado de Primo de Rivera, el año 1923, significa muchos cambios en Catalunya, entre ellos también el fin definitivo de los Grandes Premios Penya Rhin en el Circuito de Vilafranca. Los precursores de la iniciativa, la Penya Rhin capitaneada por Joaquim Molins, no deja nunca de soñar para hacer de Catalunya un foco de las carreras deportivas automovilísticas, y el año 1951 todo aquel grupo de amantes del motor acaba trayendo la Fórmula 1 a Catalunya: el Gran Premio de España al Circuito de Pedralbes. Amantes del motor como julio174, que sabe mejor que nadie que coger el coche, ir hasta Mónaco y pasar por debajo del túnel donde Hakkinen adelantó a Schumacher el año 1999 es una pasada, sí, pero que enfilar la carretera comarcal de Vilafranca a La Múnia y conducir sobre un asfalto histórico entre bucólicas viñas de Macabeo es un ejercicio inefable, casi de película. Casi de novela, mejor dicho, a pesar de que esta vez el relato sea tan real como el placer de conducir por el Penedès una tarde de agosto con la ventana bajada, el brazo apoyado en la ventana, el olor de mosto y la certeza de que en esta comarca las mejores "voiturettes" posibles son tractores. La historia del Penedès no olvida sus ancestrales pilotos de Fórmula 1, pero quien la sigue escribiendo, por suerte, son los campesinos que en plena vendimia conducen a treinta por hora.