Vale que el apellido Pérez se repite más que un yogurt de chorizo, pero cuando dos de los autores más referenciales de este maldito país —que dirían Eskorbuto— se juntan y resulta que comparten patronímico la sincronía parece tornarse en predestinación, en designio. Tenía que pasar. Era solo cuestión de tiempo. Laura Pérez Vernetti (la mami chula de El Víbora, nuestra dibujanta undeground por antonomasia) y Javier Pérez Andújar (firmante de un porrón de artículos, crónicas, fanzines bruttos y novelas fenomenales, amén de pregonero y comentarista televisivo de libros) estaban predeterminados a unir talentos, savoir-faires y onomásticas para firmar el tebeo del año: El designio (Autsaider Cómics, 2024), su primer libro conjunto y el debut de Andújar en esto del noveno arte.
Una cosa es ser guionista y otra guardia urbano
“Yo pensaba que Javi no conocía mis cómics, y resulta que antes de conocernos ya se los había leído todos”, cuenta Laura. Y sigue: “Nos conocimos en una presentación, y después nos encontramos en la feria del libro de Buenos Aires. Pasados unos meses, quedamos y me dijo que había escrito un guion para mi.” Javier añade: “Ha sido un work in progress (¡que trabajen los progres!). Yo no sabía hacer guiones de cómic, he aprendido a costa de Laura, que ha tenido más paciencia que una santa. Escribir novelas es muy distinto. Para un tebeo tienes que pensar en secuencias e imágenes y olvidarte de escribir. Y es muy difícil hacer eso, sobretodo si te ganas la vida escribiendo. Pero es Laura la que tenía dibujar, y yo no podía estar dándole órdenes… a la derecha hay esto, a la izquierda lo otro. Una cosa es ser guionista y otra guardia urbano.”
Un final feliz
“¿Cree que lo ha probado todo en la vida? Funeraria FINAL FELIZ le ofrece sus servicios de experiencias virtuales post mortem.” Este luctuoso a la par que prometedor reclamo, leído en uno de esos periódicos que reparten a las puertas del metro, será el detonante de la trama de suspense sobrenatural que entrelaza las existencias —sean en este o el otro mundo— de sus personajes: el padre Elías (una mezcla de Ciorán y el cura del exorcista, con debilidad por Pink Floyd y el rock sinfónico); Patricia, una joven manca y misteriosa; una madre y un hijo raritos que se ganan la vida cantando y tocando la guitarra en la ilusoria Peña Flamenca Bram Stocker; Goyo, un anciano con cuerpo de niño; el chino aficionado a las soletillas y los tebeos españoles que regenta una equívoca funeraria que promete lo que solo puede vivirse estando muerto; Casandra, una tarotista dominatrix que hace espectáculos de poesía y sado en el Madame Jazzmin; y el Largo Reina, un músico de calle argentino que acabará enganchándose a un más allá amenazado por los nazis.
Maravillas es una suerte de Laura Palmer barcelonesa, en la que el misterio no es quién la ha matado sino por qué murió
Y todos ellos metidos en un cuento de misterio que gira entorno a las circunstancias que rodearon la muerte de Maravillas (llamada así en honor a una peli del cine quinqui), una chica adicta al amor, las drogas y al siglo XX, que tiene un gato pelirrojo llamado Fernando Fernán Gómez. Esta protagonista de cuerpo ausente es una suerte de Laura Palmer barcelonesa, en la que el misterio no es quién la ha matado sino por qué murió. Barcelona, por cierto, con sus tascas, antros y callejuelas del barrio chino, (como no podía ser de otro modo viniendo de dos condales hasta el tuétano) es otro de los personajes principales de este cómic.
A nivel visual, uno de los aspectos más llamativos es que, si bien Laura mantiene siempre su reconocible estilo, se lo pasa bomba con constantes cambios de registro (ahora hagiografías y cromos de santos, luego esbozos y recortes de diario íntimo, narración trovadoresca, dibujo tintinesco…). Otra sorpresa que este aquelarre de tinta nos depara es toda la cosmogonía de guiños y referencias pop extraídas del mundo del arte, del cine, la música, la literatura de quiosco, etc., con la que Javier y Laura van salpimentando las páginas del libro.
Y es que El designio, pese a tratar temas tan jodidos como la muerte, el duelo, la enfermedad, la soledad, el dolor, las adicciones —mejor, la dependencia—, y encima trufados con referencias al terror, lo hace siempre (y eso es lo mejor) partiendo de la comedia. De esa tradición viñetesca tan nuestra que entronca tanto con la mala leche del underground de los 70-80s como con el humor blanco y brugueresco del TBO. Un cómic que a ratos poder ser trágico pero que en ningún caso es serio. De hecho, les advierto de que cuanto más dramática se vuelva la historia, más van a desternillarse. Ese es su desgnio.