Empecemos con una vieja fábula: hace mucho, mucho tiempo, a este lado del charco, existió una gran ciudad muy parecida a Nueva York. Aquí no circulaban taxis amarillos, sino carruajes. Sus habitantes, vestidos de riguroso negro, cuello escarolado, jubón y calzón, no sorbían café del Starbucks, sino rebujitos (o la versión renacentista de este infame brebaje). El edificio más destacado no era el Empire State, sino una flamante catedral católica y, en vez del Hudson, el río que cruzaba aquella gran manzana era el Guadalquivir. Por si alguien aún no lo ha pillado, la ciudad es (redoble de tambor) Sevilla. En esta ciudad, hacia finales del s. XV, como en el Manhattan de los 80, los Rockefeller de la época nadaban en las piscinas de oro que los barcos castellanos traían del Nuevo Mundo.

Esta leyenda calabresa, que cuelga el sambenito del origen del crimen organizado y sus tres grandes familias a los españoles, todavía circula por Italia y Norteamérica, y ahora vuelve a la península Ibérica inserta hacia la mitad de El Método Gemini

Como todavía no se había inventado la farlopa, los yuppies béticos del pasado se gastaban el dinero en vicios tales como el vino, la brisca o los lupanares. Muy pronto, los gánsteres que controlaban aquellos negocios, muchos de ellos procedentes de la nobleza y en connivencia con la Inquisición, crearon en Toledo una sociedad criminal secreta denominada ‘La Garduña’, que copiaba la estructura jerárquica de una cofradía religiosa, con juramentos y ritos de iniciación de carácter esotérico. Los hermanos Osso, Mastrosso y Cardagnosso, tres espadachines infiltrados en aquella mafia a fin de consumar una vendetta, tuvieron que huir de España tras asesinar a un capo que había ultrajado a su hermana.

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Foto: Magius / Autsaider Cómics

Después de un largo viaje, los hermanos naufragaron en una pequeña isla frente a la costa siciliana. Allí se refugiaron durante 29 años, 11 meses y 29 días, tiempo harto suficiente para traducir al italiano las normas de La Garduña y crear, a su imagen y semejanza, la ‘Onorata società’, la hermandad que juraron extender por los territorios itálicos dominados por la monarquía católica. Así pues, Osso se encomendó a San Jorge y cruzó a Sicilia para alumbrar a la ‘Cosa Nostra’, Mastrosso a la Virgen, y navegó hasta Nápoles para fundar la ‘Camorra’, y Carcagnosso se consagró al arcángel San Miquel para hacer lo propio en Calabria, donde estableció la ‘'Ndrangheta’.

¿Les ha gustado? Esta leyenda calabresa, que cuelga el sambenito del origen del crimen organizado y sus tres grandes familias a los españoles, todavía circula por Italia y Norteamérica, y ahora vuelve a la península Ibérica inserta hacia la mitad de El Método Gemini (Autsaider Cómics), una monumental novela gráfica firmada por Magius, la tercera edición de la cual vio la luz hace unos meses.

Después de haber visto Los Soprano y las películas de Martin Scorsese, yo quería hacer un cómic sobre mafiosos. Cuando vi un documental sobre Roy DeMeo y conocí su curiosa y desconocida historia, me extrañó que nadie hubiera hecho nada sobre él

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Roy DeMeo: otro día en la oficina

Una pistola, una daga y la estampita de San Pancracio

Pero volvamos al libro y la época que nos ocupa. Nueva York, año 1976: A través de una ceremonia de iniciación que implica una daga y una pistola, “los instrumentos mediante los cuales vives y mueres”, y una aguja con la cual el miembro oficiante le pincha un dedo para derramar gotas de sangre del nuevo mafioso sobre una tarjeta con la imagen de un santo, Mike Dioguardi, por fin, ha conseguido ser aceptado como “hombre de honor” en Cosa Nostra. Un rato después, mientras los matones celebran el bautizo al calor de un club de striptease, el padrino le explica a Dioguardi, triste y acomplejado por su origen calabrés en lugar de siciliano, la leyenda que reafirma la idea de una única hermandad creada por igual para sicilianos, napolitanos y calabreses.

“Aunque esté basado en hechos reales, tuve que cambiar los nombres de todos los personajes. El nombre del protagonista hace referencia a otro mafioso real, John "Johnny Dio" Dioguardi, a través del cual el personaje prospera dentro del mundo del hampa gracias a esta coincidencia. Pero Mike Dioguardi es en realidad Roy DeMeo, el gánster en cuya vida se basa mi cómic”, me explica Magius, el autor. “Después de haber visto Los Soprano y las pelis de Martin Scorsese, quería hacer un cómic sobre mafiosos. Cuando vi un documental sobre Roy DeMeo y conocí su curiosa y desconocida historia, me extrañó que nadie hubiera hecho nada sobre él”.

Roy DeMeo, de carnicero a banquero, pornógrafo y ladrón de coches de lujo

Efectivamente, hay pocas obras basadas en la figura de Roy DeMeo, teniendo en cuenta que fue uno de los sicarios más despiadados (el jefe de una gang a la cual se le atribuyen más de un centenar de asesinatos, la mayor parte de ellos perpetrados por él mismo) del crimen organizado norteamericano en los 60s, 70s y 80s. Sale como personaje secundario en una TV movie, Boss of Bosses, sobre la vida de Paul Castellano, el jefe de la familia Gambino. Ray Liotta le dio vida en la adaptación cinematográfica de The True Story of a Cold-Blooded Killer, libro basado en las confesiones del psicopático sicario Richard Kuklinski, que colaboró con la temida banda criminal de Roy. Dos libros más, Murder Machine y For the Sins of My Father, este último escrito por el vástago de Roy, Albert DeMeo, completan la lista de obras que documentan la vida del gánster neoyorquino de origen italiano. Esto hasta la publicación de El Método Gemini, claro. También lleva razón Magius al afirmar que su ‘trayectoria profesional’ fue, cuanto menos, insólita. Lean, lean…

Estas habilidades como usurero y carnicero serán, como tendrán la oportunidad de comprobar muy pronto, decisivas para su brillante carrera delictuosa

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Roy DeMeo de tinta y papel / Mike Dioguardi

Hijo de una familia de clase trabajadora de origen napolitano, Roy Albert DeMeo nació el 7 de septiembre de 1940 en Flatlands, Brooklyn. Fue el cuarto de los cinco hijos de Eleanor, una ama de casa, y Anthony DeMeo, el empleado de una lavandería. Roy fue un niño gordo y panoli, a quien el resto de chavales de la clase y del barrio cogieron por costumbre bajarle los pantalones y estirarle la goma de los calzoncillos. El teórico del anarco-capitalismo Walter Block y el futuro candidato presidencial demócrata Bernie Sanders, por cierto, fueron compañeros de escuela suyos. Fue entonces, a causa de los bullies, que el pequeño Roy abandonó las cándidas historietas de Mickey Mouse para empezar a obsesionarse con los implacables protagonistas de las revistas pulp como Black Mask o The Gang Magazine, así como de las películas Scarface (la de Howard Hawks, del 1932) y Al Capone (Richard Wilson, 1959).

Antes de graduarse en la secundaria, y a base de mazarse en el gimnasio, DeMeo se había convertido en el macarra más respetado del barrio, a la par que empezaba a ganar buena guita como prestamista. Entre los quince y los veintidós años, compaginó la usura con el trabajo en una tienda de víveres, donde se formó como aprendiz de carnicero. Estas experiencias como usurero y carnicero serán, como tendrán la oportunidad de comprobar muy pronto, decisivas en su brillante carrera delictuosa.

Roy perdió al hermano mayor en la guerra de Corea, y poco después, cuando tenía diecinueve años, su padre murió de un ataque al corazón y la madre volvió a Nápoles con su hermano pequeño. Quizás de aquí, de su repentina orfandad (ya me disculparán el freudismo de baratillo), sumada a la influencia del cine y las revistas, la obsesión de DeMeo por ingresar en ‘la famiglia’ de la Mafia. Poco después de terminar la secundaria, se casó y tuvo tres hijos, lo cual no fue impedimento para pagar la compañía de centenares de jovencitas que pululaban por los bares y las avenidas de la ciudad, entre aquellas brumas inguinales que tan bien refleja la serie The Deuce. Gracias al éxito de su operación de créditos, pronto se hizo más rico que la mayoría de mafiosos, hasta que llamó la atención de Anthony Gaggi, el avispado soldado de una de las Cinco Familias que controlaban Nueva York, que le aseguró que ganaría aún más pasta si trabajaba directamente para la familia Gambino. Y DeMeo no se lo pensó dos veces.

Con todo, si un trabajo se le daba endemoniadamente bien a DeMeo, si por alguna razón había venido a este mundo, si estaba bendecido por un don, pronto descubriría que este no era otro que el de matar gente y no dejar ni rastro

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El mercado de la carne en la Gran Manzana. Foto: Magius / Autsider

A finales de la década de 1960, los negocios de DeMeo recorrieron direcciones tan inopinadas como clínicas dentales y de aborto, restaurantes, tráfico de cocaína, mercados de pulgas y distribución de pornografía (incluso de películas de zoofilia). También, con el reclutamiento de un grupo de pelacañas a su servicio, la conocida (y temida) ‘The DeMeo Crew’, se dedicó al robo de coches de lujo. Finalmente, por si no era suficiente malhechor, hasta se hizo banquero.

El año 1972 se unió en el banco Boro of Brooklyn Credit Union, primero como asesor, para ocupar poco después una silla en la junta directiva. Allí pudo lavar el dinero ganado a través de sus negocios ilegales, y a sus colegas economistas les abrió de par en par las puertas de una lucrativa actividad paralela: el blanqueo del narcotráfico. DeMeo estaba cada vez más montado en el dólar y, en consecuencia, más grandes eran las mordidas que pasaba a los Gambino. Aunque Paul Castellano (‘Paul Catalano’ en la historieta), el flamante capo tras la muerte de Carlo Gambino, se negaba a aceptarlo como ‘miembro de honor’ en la familia por no ser de origen siciliano y por sus métodos y negocios poco elegantes, finalmente no le quedó más remedio que bautizarlo a regañadientes. Con todo, si un trabajo se le daba endemoniadamente bien a DeMeo, si por alguna razón había venido a este mundo, si estaba bendecido por un don, pronto descubriría que este no era otro que el de matar gente y no dejar ni rastro.

El método Gemini

Roy DeMeo tiene el grimoso honor de haber inventado lo que bautizó como ‘Método Gemini’, la maniobra que da título al tebeo de Magius, y que hace referencia a un tugurio de su propiedad, el centro de operaciones de la banda, el escenario de la mayoría de sus degollinas y su matadero particular: el Gemini Lounge. Este bar no dispone de mesas ni de cocina. De hecho, DeMeo y los suyos utilizan la mesa de billar para comer pizzas encima. En cambio, sus cajones esconden un buen surtido de cuchillos de cocina muy afilados. La fórmula es la siguiente (AVISO: IMÁGENES DE VIOLENCIA EXPLÍCITA): Primero, se invita al incauto a pasar por una puerta lateral del local. Inmediatamente, se le dispara un tiro en la cabeza y, a continuación, se envuelve el cráneo de la víctima con una toalla y se le propina una puñalada en el corazón para que deje de sangrar la herida de bala. Se cuelga de un gancho y, minutos después, se corta a pedacitos, se guarda en bolsas de basura y se envía a un vertedero que recibe tantas toneladas de basura diaria que es prácticamente imposible que se llegue a encontrar nunca.

Pero la desaparición de tantas personas que, mira tú que casualidad, habían sido vistas por última vez entrando en la guarida de un conocido mafioso, no le pasó desapercibida ni siquiera a la policía

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El Método Gemini. Foto: Magius / Autsider

Pero la desaparición de tantas personas que, mira tú que casualidad, habían sido vistas por última vez entrando en la guarida de un conocido mafioso, no le pasó desapercibida ni siquiera a la policía. Esto sumado a la poca simpatía que le profesaba Paul Castellano, el capo de los Gambino, que veía en DeMeo a un adversario incontrolable, pueden darle una idea al lector avispado sobre cómo acaba la historia. Pero no seré yo quien les explique el final de DeMeo. Y eso en parte por pereza, en parte porque ya me estoy alargando demasiado y, sobre todo, para no descubrir el final del libro. ¿Qué se han creído? Cómprenselo. Les aseguro que vale la pena. Magius despliega un talento narrativo abrumador, el dibujo se inspira en revistas pulp, cómics y publicidad de los años 50, 60 y 70, viene repleto de chulísimas ilustraciones a página y doble página, y el uso de la quadricromia en colores vibrantes es harto original en una trama noir. Y, además, como todos los libros de Autsider, está pistonudamente editado. Lástima que no haya llegado al mercado americano (que les den morcilla), porque, de hecho, contiene todos los aromas de los mejores productos de ultramar: “Le gustó mucho a Eric Reynolds (uno de los dos jefazos de la editorial Fantagraphics) y se lo estuvo pensando… pero finalmente fue que no. Nos dijo que las historias que transcurren en los EE. UU. escritas por autores foráneos no suelen ser bien recibidas por el público americano. Una pena, porque el cómic es tremendo”, me explica Ata Lassalle, el impenitente editor.

Si en su obra anterior el dibujante murciano desgrana el funcionamiento de la mafia durante décadas en los Estados Unidos, en el nuevo vemos algunas, muchas, de estas prácticas mafiosas aplicadas a la gestión de lo público en la España actual

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La luna, la pruna. Foto: Magius / Autsider

“Cuando terminé El Método Gemini, como es un tebeo ambientado en un lugar donde nunca he estado, y en una época que no he vivido, me apeteció hacer una cosa más cercana.” El autor ha sido recientemente galardonado con el Premio Nacional de Cómic por su libro más reciente, Primavera para Madrid. Si en su obra anterior el dibujante murciano desgrana el funcionamiento de la mafia durante décadas en los Estados Unidos, en el nuevo vemos algunas, muchas, de estas prácticas mafiosas aplicadas a la gestión de lo público en la España actual. No se puede afirmar que la leyenda calabresa sobre el origen español de la mafia que abría el artículo sea verídica, pero está claro que aquí hay una larga e importante tradición.