El Hotel Colón es un nido de historias. Construido el 1951 justo enfrente de la catedral de la capital catalana, en pleno corazón de la ciudad, sus habitaciones han acogido figuras tan relevantes de la cultura y la sociedad del siglo XX como Tennesse Williams, Sofía Loren, Jean Paul Sartre, Jane Fonda, Ernest Hemingway o Francis Ford Coppola; aunque su huésped más conocido fue Joan Miró. El artista catalán hizo del Colón su casa en Barcelona durante la década de los 60 y buena parte de la de los 70. Seguramente, por la relevancia que acabaría teniendo en esta historia, el pintor y escultor fue uno de los participantes de aquella reunión clandestina celebrada en el hotel el 14 de diciembre de 1961 en que un grupo de intelectuales decidieron poner en marcha el Congrés de Cultura Catalana. Fue la primera semilla de una flor que tardó en florecer.
Aquellas madres y padres que iniciaron la lucha
En todas las historias hay héroes anónimos. A mediados de la década de los 70, con Franco todavía vivo, un grupo de madres y padres de Cornellà del Llobregat pidieron que se impartieran clases de catalán en horario escolar. La Ley ya lo permitía. Los inspectores del régimen, no. Aquellos padres no acataron y se dirigieron al Colegio de Abogados de Barcelona para solicitar asesoramiento y ayuda. Fue el 28 de enero de 1975. Hoy hace 50 años. Aquel día, Josep Maria Pi-Sunyer, secretario de la entidad, reanudó aquella idea que se había debatido una década y media atrás en la clandestinidad en el Hotel Colón. Con el apoyo de sus colegas, se decidió la organización de un Congrés de Cultura Catalana que pusiera especial interés en la defensa de la lengua.
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El primer diario que se hizo eco de la noticia fue La Vanguardia, que publicó una nota sobre la creación del Congrés en su edición del 5 de febrero de aquel 1975. Aquel artículo provocó que varios colegios profesionales y entidades culturales como el Col·legi de Doctors i Llicenciats, el Col·legi d’Aparelladors, la Associació d’Enginyers Industrials, el Col·legi d’Enginyers, el Col·legi d’Arquitectes, Òmnium Cultural, la Acadèmia de les Ciències Mèdiques de Catalunya i les Balears, Enciclopèdia Catalana i la Assemblea d’Intel·lectuals i l’Assemblea de Catalunya se sumaran a la iniciativa. El 28 de febrero de 1975 se celebró la primera reunión con todos los colegios y organizaciones adheridos. Participaron más de 250 personas. Encuentro donde se acordó la creación de un Secretariado, con representantes de Catalunya, pero también del País Valencià, las Illes, la Catalunya Nord y Andorra, que pusiera en marcha la preparación del Congrés. El 7 de junio se organizó un nuevo encuentro, esta vez a Montserrat donde se trazaron los objetivos del Congrés, destacando dos puntos: el espíritu del Congrés tenía que responder a las aspiraciones de la clase trabajadora y otros sectores populares de los Països Catalans y que el Congrés tenía que asumir un papel público en favor de la democracia. Nacía el país que se empezó a imaginar hace 50 años.
El espíritu del Congrés tenía que responder a las aspiraciones de la clase trabajadora y otros sectores populares de los Països Catalans
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El mes de octubre de 1975 se creó la comisión permanente del Congrés, integrada por un total de 85 entidades de todos los Països Catalans, nombrando a Jordi Rubió i Balaguer President de honor del Congrés; Joan Miró (Catalunya), Joan Fuster (País Valencià), Francesc de B. Muelle (Islas Baleares), Pere Ponsich (Catalunya del Norte) y Joan Martí i Alanis (Andorra), Vicepresidentes de honor; y una Comisión promotora formada por representantes de todas las entidades adheridas, presidida por Miquel Casals i Colldecarrera, decano del Colegio de Abogados. Con ya cerca de 13.000 congresistas inscritos, el Congrés fue presentado en València el 6 de abril de 1976, en Perpinyà el 12 de junio, en Palma el 27 de junio, en Andorra la Vella el 10 de noviembre y en Barcelona el 8 de diciembre. Durante todos aquellos encuentros se acordó propulsar la normalización lingüística por todos los Països Catalans a través de la creación de departamentos de planificación lingüística y defender la unidad de la lengua catalana. Sin embargo, también se decidió el estímulo del estudio de la historia local y el reciclaje de los profesores así como la exigencia de una política educativa donde el catalán fuera la lengua vehicular en la enseñanza. Se propuso una reforma inmediata del derecho de cara al restablecimiento de las instituciones de autogobierno. Se acordó disminuir los desequilibrios territoriales a través de una nueva ordenación política: desaparición de las diputaciones y la estructura provincial. Se promovió un nuevo modelo de desarrollo económico que acabara con aquellos desequilibrios territoriales. Se adaptó las estructuras del IEC (Instituto de Estudios Catalanes) a los nuevos tiempos y transferencia del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) en el futuro gobierno catalán. Y, finalmente, se puso en marcha el Institut de Projecció Exterior de la Cultura Catalana para dar a conocer en el exterior las conclusiones del Congrés.
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Los actos y eventos del Congrés se alargaron en el calendario hasta finales de 1975, cerrándose definitivamente el 27 de noviembre de 1977 en el Palau de Congressos i Exposicions de Barcelona con la presencia del Presidente Josep Tarradellas y denunciando que la política franquista hacia los Països Catalans había sido "consciente y persistentemente desnacionalitzadora, en una doble vertiente de represión y de explotación que puede ser concretada en cuatro aspectos fundamentales: política de asfixia económica, política de drenaje de recursos financieros, política de descapitalización científica y técnica; y política de represión lingüística y cultural".