Lagunas de la Janda (marismas del río Guadalete, Andalucía atlántica), 19 de julio de 711. Hace 1.313 años. Los ejércitos de la monarquía hispanovisigótica, comandados por el rey Rodrigo (el Don Rodrigo del relato nacionalista español), y el de la vanguardia árabe en el norte de África, liderado por el general Tariq ibn Ziyad, se enfrentaban en una batalla que cambiaría el curso de la historia. La derrota hispanovisigótica, más que la propia victoria árabe, precipitaría el fin y la desaparición de un sistema en crisis —continuador de la tradición cultural, política y religiosa del Imperio Romano— y su sustitución por un nuevo modelo, aparentemente desconocido y extraño para la sociedad indígena.

Representación de la batalla del río Guadalete. Font Pinterest
Representación de la batalla del río Guadalete / Fuente: Pinterest

Ni minorización ni sustitución

Sin embargo, contra lo que se nos ha explicado, esa rápida y efectiva conquista, y la posterior dominación, no se produjeron ni por efecto de la minorización, ni —todavía menos— por el resultado de la sustitución de la base étnica peninsular. Los árabes no fueron nunca más de 50.000 efectivos, que, en el mejor de los casos, representarían un 1% de la población peninsular. Entonces, ¿cómo se explica que con esta evidente limitación numérica completaran su empresa en tan solo doce años (712-724)? ¿Cómo se explica que hubieran tardado la décima parte del tiempo que habían empleado los romanos, dotados de recursos muy superiores, para la misma empresa (217 a.C. – 19 a.C.)?

La penetración del islam antes de la conquista militar árabe

Uno de los elementos que explica la rápida progresión de la conquista árabe sería la existencia de comunidades islámicas peninsulares que, durante el proceso de ocupación, habrían actuado como "quintacolumnistas" de ese fenómeno. Pero estas comunidades musulmanas (que, hasta la invasión árabe, se movían en la clandestinidad) no estaban formadas por elementos forasteros, sino por población indígena. La investigación historiográfica moderna (Universidad de Sevilla, 1995) ha demostrado su existencia desde finales del siglo VII (entre 20 y 30 años antes de Guadalete), como resultado de un proceso de difusión, llevado a cabo por elementos forasteros, y conversión de una parte de la población indígena.

Mapa del empleo|ocupación árabe de la península. Font IGN
Mapa de la ocupación árabe de la Península / Fuente: IGN

Caldo de cultivo

La monarquía visigótica hispánica no fue otra cosa que una de las consecuencias de la fragmentación del Imperio Romano de Occidente. Tras la caída de la Loba Capitolina y la aparición de los estados germánicos, la tradición romana se mantuvo y se proyectó en el tiempo, impulsada por las élites económicas y culturales provinciales —en el caso de la península Ibérica, de tradición hispanorromana—. Y esto, en el plano económico y social, significaba que la monarquía visigótica, a pesar de su tradición germánica (jerarquía horizontal, propiedad comunal), nunca fue capaz de resolver el problema de las grandes diferencias sociales y económicas de la sociedad hispanorromana.

¿Por qué se convertían al islam?

A finales del siglo VII (dos/tres décadas antes de Guadalete), la Iglesia católica ya era uno de los tres puntales del poder. Y la principal fuerza patrimonial del reino visigótico. Sus jerarquías (arzobispos, obispos, abades) actuaban como verdaderos "dominas" (grandes latifundistas) y la estructura de la institución contribuía a la solidez del sistema. En este punto, no es difícil entender que los segmentos más humildes de esa sociedad, sobre todo los de las zonas más pobladas y donde más acusadas eran esas diferencias (valles de los ríos Guadalquivir, Segura, Turia y Ebro) experimentaran un tránsito hacia el islam, que, en ese momento, era un sistema confesional más moderno e igualitario.

Un musulmán y un cristiano comparte espacio. Font Library of University of Harvard
Un musulmán y un cristiano comparten espacio / Fuente: Library of University of Harvard

...y las oligarquías indígenas?

La respuesta de las oligarquías indígenas a ese cambio de paradigma sería otra de las causas que explicaría la rápida progresión de la empresa conquistadora árabe. La mayoría de los grandes latifundistas (el poder económico) se avinieron al nuevo escenario que planteaban los invasores. Los árabes siempre fueron conscientes de su inferioridad numérica y promovieron pactos —exclusivamente con las oligarquías— de conversión a la cultura árabe y a la religión islámica a cambio de la conservación del estatus de poder. Y si bien es cierto que las oligarquías del centro y el oeste peninsular presentaron resistencia, también lo es que las del sur y el este peninsular se doblaron sin protestar.

Los Banu-Qasi

El caso de Tarragona es la excepción que confirma la regla. El arzobispo Próspero difícilmente podría explicar el cambio de la mitra por el turbante, y se exilió en Ravena. Pero en Zaragoza, por ejemplo, los poderosos latifundistas Casios se convirtieron en Banu-Qasi y pasaron a ser la estirpe gobernante de Al-Tahr (la Frontera Superior de al-Ándalus). Los Banu-Qasi promoverían y liderarían un proceso de conversión masiva de la sociedad indígena del valle del Ebro, de tal modo que a mediados de siglo IX (cinco/seis generaciones después de la conquista), la población de Turtuixa (Tortosa) o Lárida (Lleida) —por poner dos ejemplos— era, muy mayoritariamente, árabe y musulmana.

Escena andalusí. Fuente Junta de Andalucía
Escena andalusí / Fuente: Junta de Andalucía

El caso de Córdoba

El nuevo poder se estableció en Córdoba porque ya era una ciudad importante, con una larga tradición urbana que se remontaba a la época romana, y con unas notables infraestructuras defensivas, mejoradas durante la etapa visigótica. Además, jugó en su favor su situación estratégica: era un puerto fluvial muy seguro y muy bien conectado con el mundo árabe (el norte de África y el Mediterráneo oriental). Qúrtuba (el nombre árabe de Córdoba) fue la capital de al-Ándalus, el singular estado arabohispánico que se había creado con esa empresa conquistadora. Primero del emirato dependiente (711-756), después del emirato independiente (756-929) y, finalmente, del califato independiente (929-1031).

Qúrtuba, foco de irradiación y núcleo de atracción

Y Córdoba sería el paradigma del proceso y de las consecuencias de ese mestizaje. Con el transcurso del tiempo, sería la gran urbe de la Europa occidental. Un foco de irradiación de las ciencias, de las artes y de las modas. Pero también un núcleo de atracción de culturas y de etnias muy distintas. Inicialmente, las minoritarias pero ricas comunidades cristianas que conservaron su confesión, no se exiliaron al norte peninsular. El éxodo mozárabe a los dominios cristianos peninsulares no se produciría hasta después de la caída del califato (1031), y durante la etapa omeya (735-1031) esas comunidades florecerían en la plenitud urbana andalusí.

Mapa del califato de Córdova. Font IGN
Mapa del califato de Córdoba / Fuente: IGN

Los judíos bajo el dominio árabe

Lo mismo ocurrió con la comunidad judía. La Qúrtuba andalusí fue la "Jerusalén de occidente". La desaparición del estado visigótico implicó la derogación de las leyes persecutorias contra la minoría judía y la comunidad local floreció en las ciencias y en las artes como no lo había hecho nunca. Y además, se vio reforzada en todos los aspectos (demográfico, identitario, cultural) con la inmigración de otras comunidades judías. Los exilarcas, un grupo elitista formado con la Diáspora judía a Babilonia (siglo VI a.C.), se establecieron en Qúrtuba durante la época califal. Siglos más tarde, la exilarca Yonnati bate Geddaliah (siglo XV) sería la tatarabuela de Fernando el Católico.

Una sociedad singularmente mestiza y diferenciada

Todas estas particularidades explican una sociedad singularmente mestiza y relativamente tolerante, con unos potentes elementos culturales que se originaban en cada una de las comunidades, que se influían mutuamente y que policromaban ese paisaje social. La Qúrtuba omeya (735-1031) no fue nunca la réplica de la estricta Damasco. Ni por sus calles se respiró nunca la radicalidad espiritual de los cristianos del norte peninsular. Los califas cordobeses de la época omeya serían célebres por su aspecto físico: las fuentes destacan su piel morena, sus ojos claros y su pelo rojizo, producto del mestizaje con concubinas vascas o eslavas.

La destrucción de una fábrica de cultura y de innovación

Qúrtuba y al-Ándalus no fue la tierra del "moro infiel", como la dibuja el relato tradicional de la historiografía nacionalista española, sino un sorprendente espacio de encuentro. Y la conquista castellanoleonesa (1236) no fue el "triunfo de la cruz", como proclama la misma historiografía nacionalista española, sino la destrucción de un mundo que se tradujo en pobreza científica y artística. La destrucción del mundo que irradiaba a partir de la Qúrtuba andalusí, la capital de los califas de pelo rojizo, sería una pérdida irreparable. Algo parecido a lo que, para nuestra contemporaneidad, supondría la pérdida de una gran ciudad mestiza, de una fábrica de cultura e innovación.

Si quieres saber más:
https://www.elnacional.cat/es/estilo-vida/descubre-cordoba-viaje-unico-con-experiencias-nacional-marc-pons_1251098_102.html