La editorial Siembra Libros ha reeditado un libro emblemático: El cor de les tenebres, de Joseph Conrad. Lo ha hecho con una traducción de Yannick Garcia y con una introducción de Albert Sánchez Piñol. El corazón de las tinieblas es una obra inspirada en la vida del propio Conrad (de nombre original Józef Teodor Konrad Korzeniowski, ja que va nèixer a Polònia, encara que va escriure en anglès, la seva llengua d'adopció). Conrad había trabajado como marinero para una empresa de transportes en el río Congo. Allí vio las durísimas consecuencias de la colonización del Congo del rey Leopoldo. En la novela, el personaje de Marlow, inspirado en el propio Conrad, descubre el proceso de embrutecimiento del hombre en el proceso colonial cuando se lanza en busca de Kurtz, un colonizador perdido en un lugar remoto de la selva.
El horror
La obra de Conrad es sobre todo conocida porque explora los límites del alma humana. Desde el principio, Conrad compara a los romanos que se apoderaron de Gran Bretaña con los colonizadores del Congo del siglo XIX. Gente "civilizada" que chocarán inevitablemente con gente "salvaje". Pero los peligros principales de esta tarea colonizadora no es tanto la posibilidad de sufrir incomodidades o incluso de morir, como el peligro de contagiarse de la barbarie. Conrad muestra su fascinación por aquellos hombres (es un mundo básicamente masculino) que "plantan cara a las tinieblas", porque supone que tienen una "fascinación por lo abominable". Según Marlow, la diferencia entre los romanos de la Edad Antigua y los europeos de la Edad Contemporánea es la eficiencia, que les evitaría este embrutecimiento (lo que en la Guinea española colonial llamaban "ennegrecerse"). Pero a lo largo de la novela se va constatando cómo estas diferencias de eficiencia son mucho menos relevantes, sobre el terreno, que lo que podía parecer.
El Congo del rey Leopoldo
El rey Leopoldo II de Bélgica (1835-1909) fue un individuo extremadamente codicioso. Presidió la Asociación Internacional Africana, una organización teóricamente dedicada al objetivo de promover la paz y la educación en África y erradicar del continente el tráfico de esclavos. Con la ayuda del explorador Henry Morton Stanley promovió la exploración de la cuenca del río Congo. Y gracias a estos méritos, Leopoldo consiguió que la Conferencia de Berlín de 1884-1885 dejara el Estado Libre del Congo en sus manos. El rey puso en marcha una maquinaria terrible de explotación del territorio y sus habitantes. Obligaba a los habitantes de la cuenca del Congo a entregar a las autoridades caucho u otros productos del territorio y a hacer trabajos forzados para construir infraestructuras. Si no lo hacían, eran apaleados, torturados, mutilados o asesinados. La gente no tenía tiempo de cultivar alimentos y la malnutrición se extendió. La mortalidad se disparó en el Congo. Se calcula que en tiempo del rey Leopoldo la población congoleña habría podido caer entre un 25 y un 50%. La explotación del Congo salió a relucir con la novela de Conrad y con los informes de Morel y Casement. En 1906 los escándalos obligaron al rey Leopoldo a ceder el dominio del Congo al Estado belga. Se le pagó una cuantiosa compensación por eso.
Una obra omnipresente
Se han hecho muchísimas ediciones y traducciones de esta breve obra de Conrad, porque ha sido un referente literario e intelectual durante un siglo. Es una lectura obligada para los estudiantes de antropología, pero también tienen que pasar por ella los estudiantes de las escuelas de escritura, o los alumnos de filosofía. A partir de El corazón de las tinieblas, Francis Ford Coppola rodó una película mítica, Apocalypse Now, donde la acción no pasaba en el Congo colonial del siglo XIX, sino en la guerra de Vietnam, en el mundo neocolonial del siglo XX. En realidad, Ridley Scott reconoció que Alien, la célebre película de ciencia-ficción, también era una adaptación sui géneris de la novela. También Nicolas Roeg hizo en 1993 otra versión cinematográfica de El corazón de las tinieblas, con John Malkovitz en el papel de Kurtz. Pero de la novela de Conrad se han hecho múltiples versiones: para teatro, para ópera, en cómic o incluso adaptaciones radiofónicas (incluso hay una de Orson Welles). Se han hecho múltiples exposiciones sobre la obra (La Virreina acogió, en el centenario de la publicación del libro, Planeta Kurtz). Y en los últimos años la obra de Conrad se ha adaptado a varios videojuegos, como Far Cry 2, Spec Ops The Line, y Victoria II.
La polémica del racismo
La principal polémica hacia El corazón de las tinieblas procede de las acusaciones de racismo. Es cierto que la obra supone una denuncia sin paliativos de las maniobras del rey Leopoldo, y en este sentido ayudó a aliviar los padecimientos de la población de la zona. Pero no es menos cierto, como denunció el escritor nigeriano Chinua Achebe, que el mensaje de Conrad es profundamente racista. Los africanos son presentados como una sociedad brutal y salvaje; los europeos, por el contrario, serían naturalmente civilizados, pero se contagiarían de la barbarie africana al entrar en contacto con el continente africano. Sin duda, considerar al rey Leopoldo como una muestra de civilización y a sus víctimas como un grupo de bárbaros es un análisis histórico nada acertado. Conrad no es ningún genio describiendo a las sociedades africanas, pero no deja de ser un genio al explorar los abismos del alma humana, que sin duda existen.
El prologuista natural
No hay ninguna duda del acierto al encargar el prólogo de El corazón de las tinieblas a Albert Sánchez Piñol, el más conradiano de los autores catalanes. Piñol es antropólogo, y a través de la antropología entró en la obra de Conrad, que le fascinó. En realidad, en Pandora en el Congo (2005) retrata, de una forma diferente a Conrad, el Congo de Kurtz, y es un homenaje nada disimulado a la obra del maestro anglo-polaco. Y el autor del prólogo asegura que su gran best-seller, La piel fría (2002), no es sino una versión de El corazón de las tinieblas. En cierta medida, la sombra de Conrad también estaba presente en un ensayo humorístico sobre los dictadores africanos que publicó Sánchez Piñol en 2000. En aquella obra ya apuntaba el mensaje conradiano que es la última frase de su prólogo a la obra de Conrad: "el auténtico corazón de las tinieblas se encuentra a las tinieblas de nuestro corazón".