Este curso académico tan extraño, marcado por los efectos del coronavirus, tendría que acabar con la realización de las pruebas de selectividad que año tras año centenares de futuros universitarios y que este año se retrasarán un mes. Una de las asignaturas que se examinarán, en este caso específica de modalidad para los estudiantes de Humanidades y Ciencias Sociales y no obligatoria como años atrás, es la Filosofía. Desde hace años, algunos de los pensadores más destacados de la Historia de la Filosofía son tema habitual de las pruebas de acceso en la Universidad. El profesor de la Universidad de Girona y divulgador filosófico Ramon Alcoberro se ha hecho una pregunta curiosa a su página web –todo una referencia en materia de pensamiento: ¿Qué respondería cada uno de los filósofos que forman parte del currículum de las PAU sobre la pandemia de la Covid-19?

Empezando por el más antiguo de todos ellos, el griego Platón, Alcoberro recuerda cómo el filósofo escribió La República –su tratado sobre la ciudad perfecta– con el recuerdo de la peste que asoló Atenas el segundo año de la Guerra del Peloponeso. Para Platón, el mal gobierno es la causa de peleas y enfermedades, pestes y mortandad. Una ciudad justa es una ciudad con salud e higiene. Por eso se hacía indispensable un cuerpo de jueces y un cuerpo de médicos que cuidaran de la salud de los ciudadanos era básico para "cuidar de los ciudadanos de buena naturaleza anímica y corporal, pero que dejen morir en aquellos que tengan alguna deficiencia en sus cuerpos y den la muerte a los que tengan un alma naturalmente mala e incorregible". Uno médicos que para el sabio ateniense, tenían que ser personas inteligentes "perqu+e sin sdubte no se con el cuerpo que se cuida de los cuerpos -perqiu+e en tal caso no sería admisible que los médicos estuvieran o se cayeran enfermos– sino con el alma, que si es o se vuelve mala no se encontrará en condiciones de cuidar bien de nada". Para Platón, además, un buen político tenía que ser como un buen médico y cuidar las heridas de la ciudad de la misma manera.

Retrato de René Descartes/Frans Hals

Con respecto a René Descartes, Alcoberro nos hace evidente que el filósofo francés es el padre del Método en la ciencia moderna, y que, por lo tanto, el primero que nos diría es que hace falta un método científico basado en la regla de la evidencia para encarar el coronavirus. De acuerdo con esta regla, no tendríamos que aceptar ninguna supuesta verdad hasta no tener una evidencia que fuera verdad. Como nos dice Alcoberro que eso también tiene una aplicación a la política: muchas de las decisiones que se han tomado durante la gestión de la pandemia no se sustentaban en evidencias. Además, como buen pensador y hombre de ciencia, el francés no habría aceptado rumores ni sobre tratamientos ni sobre el origen de la enfermedad sin evidencias sólidas.

El empirista inglés John Locke, explica Alcoberro, era médico y, como tal, su pensamiento derivaba de su práctica de la medicina. Como facultativo, acumularía observaciones, hipótesis y experiencias irrefutables y demostrables, no entraría a reflexionar sobre las causas últimas ni los mecanismos íntimos de los acontecimientos sino su expresión sensible y sería escéptico por lo que respecta las posibilidades de una solución definitiva a la enfermedad. Al mismo tiempo, como buen liberal, exigiría que los gobiernos no nos fiscalizaran nuestra vida sin consentimiento sino que nos trataran como personas adultas y responsables.

Immanuel Kant/Johann Gottlieb Becker

Para Alcoberro, Immanuel Kant es uno de los pensadores más útiles en estos días. De esta manera, y según el imperativo categórico definido por el filósofo alemán, una norma racional y universalmente válida seguida por una exigencia universal de la razón sería la mejor herramienta para enfrentarse al coronavirus. Para Kant, el imperativo categórico quería decir nada cosas: que las cosas no se tenían que hacer porque todo el mundo las hace o porque nos es mandado, sino porque es racional hacerlas, que no se puede obligar los otros a hacer cosas irracionales y estúpidas, porque sería insultar su dignidad como seres racionales, y que no se puede aceptar ningún privilegio moral para nadie. Por lo tanto, como recuerda Alcoberro, siguiendo el imperativo categórico kantiano ni se hubieran producido colas o acaparamientos en los súpers, ni se habría aceptado poner el interés individual sobre el colectivo ni tampoco se habría aceptar recortes de libertades sin razonarlo.

Siguiendo esta línea, John Stuart Mill, como nos comenta Alcoberro, usaría la racionalidad, para encontrar acciones útiles que producen el máximo bien por al máximo número de todas las personas concernidas en esta situación. Pero el utilitarista Mijo consideraba que Kant estaba profundamente equivocado y que no siempre es posible tratar a todo el mundo igual, bien porque el número de cosas buenas es limitado, bien porque no todo el mundo lo merece de la misma manera. Para Alcoberro el inglés se plantearía si la decisión de cierre y confinamiento total ha perjudicado irremediablemente a determinadas personas, si estas decisiones no habrán tenido consecuencias a largo plazo y se interesaría especialmente por como distribuimos los recursos limitados, como las camas de hospital, los respiradores o los tests, sin privilegios, como los que han tenido políticos y deportistas.

Friedrich Nietzsche

Bien diferente que los filósofos que quieren estructurar la sociedad, Friedrich Nietzsche, como evoca Alcoberro, apostaría por ser señor de nuestra propia vida y actuar como creadores, con voluntad de poder y haciendo uno grande sí a la vida. Para el alemán, la pandemia sería uno oportunidad para la realización de uno mismo, sin caer en el nihilismo, el pessimisme, ni el gregarismo, y para entender el verdadero valor de la vida, ya que como escribió, "lo que no me hace morir me vuelve más fuerte".