Los fans de las series policíacas vamos servidos. Cada mes hay un buen puñado de estrenos del género, desde thrillers norteamericanos que apelan a los clásicos hasta los incombustibles noirs nórdicos que siempre encuentran la manera de reinventarse, pasando por este costumbrismo tan áspero y adictivo al que acostumbran a recurrir los británicos. En este contexto, Crimen, de Irvine Welsh tiene unos cuantos alicientes añadidos.
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La difusa línea entre el bien y el mal
El primero lo marca el título, ya que se trata de una adaptación, creada por él mismo, del libro homónimo del autor de Trainspotting. Después está el hecho de que, a pesar de partir de ideas que no son nuevas, consigue romper el molde explorándolas con una mala leche que no es tan habitual de ver en las muestras modernas del género. Esta es una historia de personajes atormentados, políticos fachas con dobles vidas y desigualdades sociales. De pasados traumáticos, de relaciones tóxicas y de adiciones no superadas. Plantea un universo en que nada es trigo limpio, dónde los supuestos héroes actúan desde el intestino y con una ciudad, Edimburgo, que es parte indisoluble de las atmósferas. Es, en resumen, una serie muy Welsh, porque la más terrible de las realidades convive con el humor (negro) y la línea entre el bien y el mal es más difusa que nunca.
Una serie muy Irvine Welsh, porque la más terrible de las realidades convive con el humor (negro) y la línea entre el bien y el mal es más difusa que nunca
El protagonista de Crimen, de Irvine Welsh es Ray Lennox, uno de aquellos policías veteranos y quemados que malvive conciliando un pasado turbio con un presente lleno de fisuras. Como en su día fue víctima, ahora quiere ser el verdugo, y está obsesionado con que detrás del secuestro de una niña a plena luz del día, está el responsable de unos crímenes atribuidos a la persona equivocada. A pesar de las resistencias de su superior, que siempre ha dado la cara por él, Ray insiste en encontrar conexiones entre los diferentes casos. Pero cuanto más se acerca a la verdad, más crudo se vuelve su propio infierno.
Consigue que su intensidad dramática no parezca tener límites y quieras seguir mirando los abismos de todos los personajes
Lennox es un personaje muy propio de Welsh. Un adicto a casi todo, que prueba desesperadamente tener el más parecido a una normalidad. El retrato de este policía cínico y desballestado, encarnado por un extraordinario Dougray Scott, es uno de los ejes fundamentales de la serie. Pero también funciona en muchos otros frentes, como en el de la denuncia política, la radiografía social (excelente contrapunto, el de la trama de la pareja de Lennox descubriendo casos de acoso en su trabajo) y, naturalmente, el thriller que va directo a la yugular. Es una de aquellas series que, cuando empiezas a verla, ya no puedes parar, y es porque consigue que su intensidad dramática no parezca tener límites y quieras seguir mirando a los abismos de todos los personajes. Movistar ha estrenado, de momento, la primera temporada, pero hay una segunda entrega que es igual de buena.