Disculpe la indiscreción, pero: ¿a qué edad, dónde y con quién fue su primera vez? Todavía más: ¿al ritmo de qué canción basculó usted su pelvis en aquel crucial momento?… El abajo firmante debía de tener unos nueve años, fue entre las colchonetas del gimnasio de un colegio de monjas (fuera del horario lectivo) donde cursaba 4.º de EGB, y compartiendo sudores con seis chicas guapas, populares y suficientemente desarrolladas de 8.º curso, todas a la vez, bajo la atenta y evaluadora mirada de su hermana.
Antes de que la cosa se ponga más sórdida, no hablo de lo que usted malpiensa. Relato el casting al cual mi hermana mayor y sus amigas me someten para obtener el papel de Bart Simpson en una coreografía para la fiesta de final de curso de la escuela, meneando el cuerpo al ritmo de la canción más popular del momento (1990), Do the Bartman. El grupo de adolescentes ha visto la adaptación del baile en algún programa musical de la tele tipo Tocata o La quinta marcha, y ahora buscan una víctima propiciatoria para encasquetarle un burdo disfraz del benjamín de la familia amarilla y hacerle bailar hip hop para pitorreo de todo el cole, mientras ellas ejecutan una coreografía sexi tipo Madonna.
Paso vergüenza, mucha vergüenza. Pero también descubro que me apasiona bailar, que llevo la música negra en la sangre y que, en la conga de la vida, quien lleva el ritmo va siempre al frente
Paso vergüenza, mucha vergüenza. Pero también descubro que me apasiona bailar, que llevo la música negra en la sangre y que, en la conga de la vida, quien lleva el ritmo va siempre delante. Y aquí estoy. La pregunta de apertura es capciosa, vale, pero, ahora que disfruto de su atención querría saber cuándo, cómo y en compañía de quién BAILÓ usted por primera vez en su vida, y con qué canción se desvirgó. Porque de todos estos asuntos de baile nos habla Luis Costa en su nuevo libro, Dance usted (Anagrama, 2022), un breve y amenísimo ensayo sobre la historia del bailoteo, que parte de la experiencia personal y la pasión del autor por mover el esqueleto sin complejos (la primera vez de Costa, según cuenta en el libro, fue en un garito cutre de Graàcia, con el himno Made of Stone), para lanzar una mirada histórica sobre el significado del baile en su vertiente más puramente social, en la cultura de club y las diferentes subculturas que han hecho del dancefloor trinchera.
Si alguna vez ha quemado usted suela en cualquier pista de baile (ya sea la discomóvil de las fiestas patronales de su pueblo, el entoldado de un camping de la Costa Dorada, una macrodisco poligonera, el suelo de parqué de un allnighter o un club barcelonés con ínfulas de sofisticación), debería saber que hay una larga conga de personas —muchas de ellas desconocidas para el gran público— que lo han hecho posible. Estos personajes son el hilo que entreteje el pequeño gran libro de Luis Costa, y es de algunos de ellos que trataremos hoy.
Como he empezado hablando de Los Simpson (y pienso firmemente que hay un gag de Los Simpson para explicar cualquier cosa, y que la comunicación humana sería posible solamente con frases de sus personajes), introduciré el texto que sigue con la cuña de Troy McClure, el personaje que aparece siempre en la serie presentando anuncios y vídeos educativos. "Hola, soy Troy McClure. Me recordarán otros reportajes sobre asuntos de baile como...":
Señoras estupendas
La Historia (con mayúsculas) del clubbing está, como tantas otras, saturada de machirulos. Por eso es tan excepcional la presencia de una mujer como precursora del asunto: Régine Zylberberg (1929-2022), la madre del cordero, era una joven judía de origen belga que consiguió escabullirse de los nazis hasta recalar en el Whisky à Go Go, considerada la primera discoteca estable del mundo y el antro más chalado de París de posguerra.
Whisky à Go Go es considerada la primera discoteca estable del mundo y el antro más chalado del París de posguerra.
Después de unos años trabajando de camarera y chica para todo, Régine cogió las riendas del local en 1953, introduciendo una serie de cambios revolucionarios: instaló luces de colores que se movían al ritmo de la música y sacó el trasto que había hecho célebre al local, la rockola o jukebox, para poner en su lugar dos tocadiscos a fin de que decayera el ambiente con las interrupciones de la máquina cambiando de vinilo. “Soy la persona que diseñó la forma moderna de pasar la noche. Soy la primera y única Reina de la Noche”, se autocoronó.
El año 1957, la Reina de la Noche inauguró Chez Régine, lugar de encuentro de la crème de la crème française. La presencia habitual de VIP en el local como Jean-Paul Belmondo, Salvador Dalí, Briggitte Bardot o Alain Delon dio el pistoletazo de salida a una tendencia que llegaría al paroxismo al otro lado del charco, con la legendaria discoteca que abriría sus puertas (solo a los escogidos) en 1977, en Nueva York: Studio 54, la Sodoma y Gomorra de la cultura disco. Y este local nos lleva a otra señora estupenda. Sally Lippman, más conocida como ‘Disco Sally’, fue uno de los personajes más amados de la noche neoyorquina a finales de los 70. Nacida en 1900, Sally era una abogada jubilada que descubrió la famosa discoteca a las 77 primaveras, una vez enterrado su marido. Lejos de vestirse de luto, Sally se plantó en la cola del exclusivo local de Manhattan ataviada con pantalones ajustados, zapatillas de deporte, gafas con forma de mariposa y bolas de algodón en las orejas.
Sally Lippman, más conocida como 'Disco Sally', fue uno de los personajes más amados de la noche neoyorquina de finales de los 70
Después de tres horas haciendo cola, apareció Sylvester Stallone escoltado por Steve Rubell, copropietario de la discoteca. Al ver a la pequeña abuela fliparon tanto que la invitaron a pasar con ellos, prometiéndole que tendría siempre las puertas abiertas. Ella se lo tomó al pie de la letra, y los que acabaron haciendo cola fueron Dustin Hoffman, Truman Capote, Bill Murray y tantos otros para poder bailar con ella. Disco Sally bailó cada noche hasta morir, literalmente, en la pista de la discoteca. Dice la leyenda que antes de desplomarse le preguntaron “¿apagamos la música?” y ella contestó: “no, continúen bailando”. Fangoria, por cierto, le dedicaron una canción.
Señores que dan grima
Hemos dicho que el mérito de la primera discoteca estable se atribuye al Whisky à Go Go de Régine Zylberberg, pero el primer disc jockey de la historia tiene, ni que decir cabe, nombre y apellido ingleses: Jimmy Savile (1926-2011) el popularísimo, controvertido y muy grimoso locutor de radio, DJ y presentador del Top of the Pops, el emblemático programa televisivo.
Amigo personal del príncipe Carlos de Gales (hoy Carles III del Reino Unido), de Margaret Thatcher y el papa Juan Pablo II, Savile fue un depredador sexual que recibió centenares de denuncias por abuso sexual infantil
Amigo personal del príncipe Carlos de Gales (hoy Carlos III del Reino Unido), de Margaret Thatcher y el papa Juan Pablo II, Savile fue un depredador sexual que recibió centenares de denuncias por abuso sexual infantil, sistemáticamente tapadas por la Casa Real Británica y la BBC, hasta que murió plácidamente en su apartamento de lujo sin haber sido nunca detenido. ¿Le parece(n) un(os) monstruo(s)? Pues agárrese: en 2014 se le atribuyeron al menos 103 casos de necrofilia, puesto que la celebridad tenía libre acceso a la morgue del Hospital de Leeds y a otros 28 hospitales ingleses. Eso sí, a Jimmy Savile le debemos la idea, en 1943, de cobrar al personal por entrar a bailar al son de sus discos en el pequeño salón de una mutua de Leeds.
Volvamos ahora a la pista de baile del Studio 54, pero sin dejar de lado el mal rollito y las historias macabras. Desgraciadamente, el pequeño cuerpo de Disco Sally no fue el último cadáver que encontraron en la célebre discoteca. En el momento del desmantelamiento del local, en 1980 (a causa de una redada policial), saldría a la luz una de sus historias más chungas al descubrirse el cadáver de un tipo, con traje y corbata, atascado en el conducto de ventilación por el cual había intentado colarse. El cadáver era una triste consecuencia de la crueldad de Steve Rubell, el antedicho propietario de la discoteca. Rubell se había hecho famoso a las puertas del edificio, cribando a la gente que podía o no entrar en su club por el método que él denominaba “revolver la ensalada” (que no es otro que el aquí popularizado por Chimo Bayo: el método “Esta sí, esta no”).
Los personajes de Phil Hartman enmudecieron una fatídica noche del 28 de mayo de 1998, cuando el actor fue asesinado a manos de su mujer, intoxicada por una mezcla de alcohol, fármacos y grandes cantidades del ‘polvo blanco de los 70’
Disco Stu: del 'Saturday Night Fever' al 'Saturday Night Live'
Los cadáveres de Disco Sally y el hombre atascado en el conducto de ventilación simbolizaron la defunción oficial de la era disco, si bien algunos síntomas que auguraban su colapso se pudieron entrever un tiempo antes. Cuando el 7 de junio de 1976 el periodista musical y escritor Nick Cohn publicó Ritos tribales del nuevo sábado por la noche, poco se podía imaginar que su reportaje fake (basado en un mod face inglés que había conocido en los 60) inspiraría el guion de Fiebre del sábado noche (John Badham, 1977), la archiconocida película, con John Travolta en el papel del bailarín Tony Manero, que hizo de la música disco un fenómeno global a la par que una grotesca caricatura del movimiento
Fiebre del sábado noche, la archiconocida película, con John Travolta en el papel del bailarín Tony Manero, hizo de la música disco un fenómeno global a la vez que una grotesca caricaturiza del movimiento
Si he introducido este repaso de algunos de los muchos personajes que bailan en las páginas de Dance usted, el libro de Luis Costa, con el rap de Bart Simpson y la viril tesitura vocal de Troy McClure, me permitiré ahora cerrar con la de Disco Stu, otro de mis personajes predilectos de Los Simpson y una evidente parodia de Tony Manero. De hecho, se trata de la misma voz.
Discoteque Stuart ‘Disco Stu’ es un trasnochado aficionado a la música disco, adicto a 'el polvo blanco de los 70' (esnifa rayas de azúcar por la boca con un billete enrollado) y habla siempre en tercera persona sobre sí mismo. Su voz en la versión original se la daba Phil Hartman, el mismo actor que interpretaba a Troy McClure (y también al taimado abogado Lionel Hutz). Antes de poner voz a algunos de los secundarios más carismáticos de la serie de animación, Hartman se había hecho popular trabajando de cómico durante ocho temporadas en el programa Saturday Night Live. De actuar en el Saturday Night Live, curiosamente, pasó a interpretar a un personaje que parodiaba al protagonista de Saturday Night Fever. Por desgracia, los personajes de Phil Hartman enmudecieron la fatídica noche del 28 de mayo de 1998, cuando el actor fue asesinado a manos de su mujer —intoxicada por una mezcla de alcohol, fármacos y grandes cantidades de ‘polvo blanco de los 70’— que le disparó con un revólver mientras dormía. Pero Disco Stu no quiere decir adiós dando grima. Disco Stu quiere que salga usted a bailar esta noche. Como dice la última estrofa de Do the Bartman: “If ya got the groove, ya gotta use it. Jack your body in time with the music. You just might start a chain reaction. Shake yo' body!”