El otoño no llega hasta que empieza el In-Edit y entras un sábado a las 16:30h en alguna de las salas del cine Aribau haciendo un sol radiante y sales 90 minutos después siendo ya negro noche. Y te invade esta sensación de confusión y melancolía tan de inicios de noviembre que, como una salsa china, es triste y agria, pero también tiene un punto de dulce. Con Crestone, uno de los largometrajes que en su edición de este año ha programado el festival de cine documental musical de Barcelona, pasa un poco lo mismo, que no sabes si la historia y los personajes que la protagonizan te inspiran tristeza o admiración, lástima o fascinación.

Autoexploración y sobreexposición

Crestone nos descubre el viaje a ninguna parte de los DeadGod, un colectivo de raperos y colegas que orbitan a su alrededor (ellos son los rimadores Champloo Sloppy, motor e ideólogo del grupo, Sadboytrapps, Keem y RyBundy; el productor Benz Rowm, el tatuador Phong Winna i Huckleberry, una criatura misteriosa de la cual nadie sabe ni quién es ni de dónde ha salido) que abandonan sus casas para exiliarse en el medio de la nada del desierto de Colorado. Allí, ocupando casas abandonadas por aventureros cansados de arena y dunas, viven cultivando marihuana y creando canciones que publican en la plataforma de distribución de audio en línea SoundCloud: que le den a la industria si ellos, Juanes Palomos, se lo pueden guisar todo (¿por qué repartir los beneficios si me puedo quedar con todo el pastel?).


Crestone o la autobúsqueda de siete jóvenes raperos en el desierto de Colorado.

Siete criaturas en constante contradicción que se balancean entre el misticismo y el delirio, la insolación vital voluntaria y el contacto constante con el mundo a través de las redes sociales, la autoexploración y la sobreexposición. Jóvenes talentos (su calidad como creadores, musicales y audiovisuales, es incuestionable) hijos de familias disfuncionales y hogares rotos, que en su autobúsqueda acaban perdiéndose en un laberinto de situaciones y emociones. DeadGod intentan desgranar el sentido de la vida entre calada y rima, pero, ya con las pupilas dilatadas, no aciertan en decodificar el significado total de la canción.

Más allá del objetivo del móvil

Producción dirigida por la cineasta debutante Marnie Ellen Hertzler (amiga desde la infancia de los DeadGod) aceptable en su aspecto formal, notable en su relato; Crestone es una mezcla imposible entre la comedia cannabácea Dos colgaos muy fumaos, la aventura iniciática teen (no tenemos que obviar que los protagonistas de este documental justo  superan la veintena) y el delirio sectario de la docuserie Wild Wild Country: reformulación en clave del siglo XXI del sueño hippy, la idea de Champloo Sloppy es crear una gran comunidad de jóvenes almas perdidas en medio del desierto donde, bajo su tutela, impere el amor y el buen rollo. Un discurso que resuena a líder de secta buscando adeptos a los cuales modelar.


Crestone: huyendo del mundo para crearse una realidad a través del móvil

Una quimera que, sólo siendo siete, se empieza a truncar cuando se quedan sin agua y hace semanas se alimentan de bocadillos de bimbo raído y mortadela seca. Porque, en esta cruel dicotomía que atormenta a Champloo Sloppy, Sadboytrapps, Keem, RyBundy, Benz Rowm, Phong Winna y Huckleberry (y por extensión a la mayoría de su generación) entre aislarse del mundo real y reivindicarse en el mundo virtual, acaba imponiéndose una realidad que no es ficticia pero sí embellecida por los filtros de las stories de Instagram. Desgraciadamente, la vida más allá de lo que capta el objetivo de la cámara del móvil puede ser mucho más fea, complicada y cruel.