Breaking Bad. Estamos tan acostumbrados a oír este título, incluso, en muchos casos, a mencionarlo cuando hablamos de las mejores series de la historia, que no nos paramos a pensar en su significado. Por evidente que parezca, Breaking Bad quiere decir convertirse en malo. La serie nos anuncia, desde su título, el arco que tendrá el protagonista a lo largo de cinco temporadas. No hay secretos. Vince Gilligan tenía muy claro la historia que quería explicar desde el inicio, yendo desde un punto A a un punto B, y seguramente este es el secreto de su excelencia. Hace que la serie sea redonda. No falta ni sobra nada. Sólo es el extraordinario viaje de Walter White hasta convertirse en otra persona. "Say my name": es Heisenberg.

Más vivo que nunca

El viaje empieza con el diagnóstico de un cáncer. Walter White es un profesor de química con problemas económicos incapaz de hacerse respetar y con una actitud pasiva ante la vida. Pero saber que le queda poco tiempo le provoca un cambio de mentalidad. Quiere dejar dinero a su familia para cuando él ya no esté, y por eso empieza a cocinar metanfetamina con la ayuda de su exalumno Jesse Pinkman.

¿Pero es el bienestar de la familia el motor real del protagonista? ¿O lo es hacerse valer como no lo había hecho nunca antes? Estas preguntas que crecen al mismo ritmo que la ambición de Walter es lo que hace tan interesante la serie. La complejidad psicológica de un hombre que descubre que el tráfico de drogas, la violencia y el poder lo hacen sentir mucho más vivo de lo que se había sentido nunca antes. Y eso es lo que lo rompe, eso es lo que lo convierte en un villano.

El viaje del antihéroe

Y el nuevo Walter White, este Heisenberg ambicioso, poderoso y maquiavélico que se intuye desde el inicio y que va creciendo hasta explotar del todo a la última temporada, es el que nombramos un antihéroe. Un personaje con quien el espectador empatiza como si fuera el héroe de la historia, pero que realiza acciones moralmente reprobables.

Hemos visto muchos antihéroes en la televisión: Tony Soprano, Dexter, Frank Underwood, Rick Sánchez... Pero lo que hace especial el caso de Walter White es que no se nos presenta como tal desde el inicio, sino que hace un viaje para llegar. Sería el famoso viaje del héroe que aparece en tantas historias de nuestra cultura (Star Wars, Harry Potter, Matrix...) trasladado al antihéroe. Una idea revolucionaria.

La excelente ejecución

Pero el arco del protagonista no es el único elemento que hace de Breaking Bad la obra magistral que es. Porque la idea no sería nada sin una buena ejecución. Y la ejecución, aquí, tanto por parte del equipo técnico como del equipo de actores, es siempre excelente.

La cinematografía de la serie la eleva por encima del resto gracias a la voluntad de ir más allá con la cámara y buscar la forma más interesante de narrar la historia a través de los planos. Esta preocupación estética sumada al impecable diseño de producción son lo que crean las icónicas imágenes que hacen más memorable la serie, como la de aquella autocaravana en medio del desierto de Albuquerque.

También la hacen memorable sus interpretaciones. Lideratos por un Bryan Cranston que realiza una clase magistral de qué quiere decir actuar, todo el reparto está magnífico: Aaron Paul como Jesse Pinkman, Anna Gunn como Skyler y Dean Norris como Hank.

Cada uno de ellos con su propio viaje, pero siempre bajo la sombra de Walter White. Una sombra tan alargada que se propaga mucho más allá de la serie, dejando una clara influencia en series posteriores como Ozark o Narcos, sin embargo, y sobre todo, en la cultura popular, espacio reservado sólo para las obras más relevantes.