Cuando se estrenó 'Yesterday' se evidenció con especial intensidad una cosa que hacía años que se palpaba al ambiente: pocos directores actuales tienen tanta capacidad para desperdiciar buenas historias como Danny Boyle. El grueso de sus películas, incluso las que le salen bien, dan la sensación que en otras manos habrían quedado mejor. Es un cineasta tan efectivo como sobrevalorado, y de hecho sin la mística de Trainspotting seguramente buena parte de su carrera habría tenido la mitad de foco. Con Pistol, que acaba de llegar a Disney Plus, Boyle recupera el estilo de sus inicios para documentar, en formato de miniserie de seis episodios, el nacimiento de los Sex Pistols, la irrupción del punk como fenómeno cultural y las profundas transformaciones de una era que todavía resuenan en los laberintos de la modernidad.

Pocos directores actuales tienen tanta capacidad para desperdiciar buenas historias como Danny Boyle
Perdiendo el don de la subversión
Basada en la autobiografía de Steve Jones, guitarrista de la banda y de sus cofundadores, Pistol es coherente con el punto de vista narrativo (es una percepción de los acontecimientos, no una reconstrucción objetiva ni precisa) para explicar el contexto social y político que favoreció que la vocación transgresora de un movimiento se convirtiera en una marca y cristalizara en un género musical determinante para todo lo que ha venido después. Un objetivo muy noble, pero de resultado desigual, sobre todo porque Boyle, que ya hace tiempo que ha perdido el don de la subversión, lo ablanda todo hasta el punto de hacerlo (demasiado) para todos los públicos.
Boyle tiende demasiado a sublimar los clichés de la crónica musical
Hay un dato que es lo bastante ilustrativo para resumir los errores de Pistol: la película Sid and Nancy d'Alex Cox, estrenada en 1986, era infinitamente mejor biografía de la banda y de su tiempo que esta miniserie. Eso es porque Boyle tiende demasiado a sublimar los clichés de la crónica musical (las escenas de las actuaciones están bien rodadas, pero no aportan ni una sola idea visual propia), endulza algunos episodios abusando de recursos efectistas (el trauma familiar de Jones, resuelto con unos flashbacks muy elementales y reduccionistas) y no acaba de encontrar el tono en el relato coral. Un buen ejemplo es uno de los mejores personajes de la función, Chrissie Hynde (cantante de The Pretenders) que interpreta Sydney Chandler, que a veces desaparece de escena tanto rato y sin motivo que acaba perjudicando su progresión dramática.

Una entretenida aproximación al agitado nacimiento de un grupo y el papel de la contracultura para dar voz a seres abocados a la marginalidad
Una banda sonora deslumbrante
Pero si se asume que no es el mejor retrato posible de los Sex Pistols y que la época tenía muchos más matices de los que aquí se representan, Pistol queda como una entretenida aproximación al agitado nacimiento de un grupo y el papel de la contracultura para dar voz a seres abocados a la marginalidad. Es por este motivo que la miniserie funciona bastante mejor en la distancia corta, en la descripción de los entornos íntimos de los personajes y sus motivaciones, que cuando pretende ejercer de recreación histórica al uso. Y tiene, por descontado, su deslumbrante banda sonora, que acaba siendo el verdadero aliciente para seguir mirándola hasta el final.