En el marco de la Revolución de la antigua Checoslovaquia, el 17 de noviembre de 1989 los ciudadanos de Praga ocuparon la Avenida Nacional. Entre ellos se encontraba el protagonista de esta obra: Vandam. No Jean-Claude Van Damme de las películas de tortas, sino otro que es pintor de paredes y que se vanagloria de haber propinado el primer puñetazo a la policía en aquella noche de la famosa revuelta pacífica que provocó la caída del régimen comunista.
Vandam es una facha que saluda con la mano alzada como lo hacían los primeros europeos, los romanos, que imparte justicia allí donde va y que tiene como argumento la fuerza bruta en un mundo que vive entre guerras. ¡Vaya! Uno de aquellos animales que van buscando una presa, pero que si bajas la mirada y los dejas hablar pueden llegar a ser encantadores con un discurso paternalista rellenado de certezas indiscutibles y comprobables.
La clave es escucharlos con mucha atención. Y sobre todo no contradecirlos. Como parece que le pasó a Jaroslav Rudis, al autor de la obra. Una noche en Praga, haciendo cervezas, conoció a uno de estos Vandams que desgraciadamente viven derramados por todo el mundo. Conversó con él durante cuatro horas. Le fascinó tanto su discurso abrupto, pero revestido de cultismo y al mismo tiempo lleno de poesía que cuando llegó a casa escribió de una tirada dos páginas de todo lo que había presenciado aquella noche como espectador. Este fue el germen del cual surgiría una novela, más tarde una obra de teatro y finalmente un guion cinematográfico.
Un universo lleno de capas
La sala de encima de la Beckett, donde para algunos podría faltar una buena mano de pintura, parece el hábitat natural de este pintor de brocha grande. Un universo lleno de capas y pasado donde conviven manchas, goteras y sombras. Todo sirve como espacio mental del protagonista dando cabida a los diferentes espacios físicos por donde transita el relato de Vandam: su casa, el bar, la ciudad, el bosque... un mundo reducido, oscuro y fallido en medio pintar.
La obra radiografía la figura del neonazi Vandam. Lo humaniza. Profundiza en sus raíces. En un mundo de violencia que sólo puede generar más violencia. Aunque aquí el director, Martí Torras Mayneris, parece dar esperanza mediante la figura del hijo que cobra vida como banda sonora de esta historia.
Una gran mentira de pequeñas verdades
Un monólogo, prácticamente, interpretado por el virtuosismo de Josep Julien. Capaz de seducirnos incluso con una virulencia inicial quizás demasiado exacerbada. Lo acompañan con rigor Patrícia Bargalló i Babou Cham encarnando diferentes personajes, presencias y sombras en las cuales Oriol Roca pone música y un rayo de luz.
Pero quizás la gran fuerza de Avinguda Nacional, como la de su protagonista Vandam, como la del mismo fascismo, es la de crear una buena dramaturgia. Hacernos creer aquello que quieren que creemos. Hacer de pequeñas verdades una gran mentira. Manipular la historia en su propio beneficio.
Id a verla (tenéis poco tiempo, está en cartel hasta este domingo 17 de octubre). Escuchaos Vandam. Os puede acabar resultando un buen tipo, casi entrañable. Pero es muy peligroso. Que nadie lo olvide.