Con grupos como Crowded House, uno nunca sabe si sería más óptimo meterlos en el saco de la buena o la mala suerte. Por un lado, entre 1986 y 1993 cosecharon éxitos que podría cantar la mayoría de gente que escuchaba música por aquel entonces (incluso los que no tenían esa costumbre) y que, en un gran número de casos, cosecharon el puesto más alto en las listas de éxitos de la época. Incluso, alcanzaron esa cuota en la de Los 40 Principales, tan seguida y tan importante entonces por estos lares. Esa circunstancia les ha permitido vivir tranquilos y sin demasiadas preocupaciones (más que nada, las económicas); en esas condiciones los derechos de autor dan réditos. Las canciones que tanto triunfaron, como Don't dream it's over, Something so strong o Weather with you, nunca han dejado de sonar, son clásicos y encajan en cualquier lugar o situación.

Después de eso, tras la primera despedida en 1996, la banda ha ido yendo y viniendo. El único que ahí se ha mantenido estable es Neil Finn, quien nunca dejó de escribir canciones, de grabarlas y hasta promocionarlas en discos que, para la pequeña legión que permaneció a su lado, eran necesarias. Sin ánimo ya de transcender mucho en lo comercial, él se conformaba con completar discos de pop redondos (que no es poca cosa), como los de sus adorados The Beatles. Pero en el fondo, siempre anheló recomponer a Crowded House, el prestigio acumulado no era cosecha suficiente. Le bastó con tener más material propio para vestirlo con la marca de Crowded House. A aquellas alturas, quizá no había diferencias entre lo suyo y lo que compartía con los que todavía eran sus compañeros. Alguno ya se había quedado por el camino, por desinterés o descarte involuntario (el batería Paul Hester se suicidó tras una larga depresión). Así pues, en el siglo XXI ha habido más de una reinvención de aquel  grupo que, desde la sencillez, levantó pasiones. La última fue tras la pandemia y con un disco, Dreamers are waiting, o el último y más solvente que han publicado, Gravity stairs. En cualquier caso,  los australianos no acaban de tirar la toalla, quizá porque son conscientes que tienen aún presente, pero sobre todo ese pasado tan plagado de hits.

Esos temas sonarán en Barcelona el próximo 25 de octubre en el Sant Jordi Club. Una plaza que no da lugar a consideraciones: ellos son una de las grandes bandas de pop de los últimos cuarenta años, a pesar de esa socorrida irregularidad. Sin embargo, la barita mágica de Neil Finn (a quien acompañan en la banda y en esta gira dos de sus hijos) siempre sale al rescate, y su nombre siempre está en las mejores quinielas, las más generosas, las llamadas a ganar. Es más, llegó a ser miembro de Fleetwood Mac, suplió al apartado Lindsey Buckingham para una gira. Y eso, lo mínimo, es venderlo como un motivo de orgullo. Otro más, a pesar de la modestia por la que pasea Finn. Lo cual, no le resta seguidores, más de uno mataría con contar con él como productor o acompañante en cualquier proyecto. Eso sí, su deseo aún es mantener viva la llama de Crowded House. Y aunque hubo otras aventuras previas a aquella, la que materializó sus sueños es la misma que grabó álbumes tan insignes y recordados como su debut homónimo Woodface. Con esas canciones luminosas, tan prestas para tararear y tan reconocibles, también fueron la banda sonora de una generación. Esa que no pedía milagros ni grandes hazañas, solo disfrutar de temas perfectos de cuatro minutos. Algo, en apariencia, fácil de resolver. Sobre todo en las manos de alguien tan fiable como Neil Finn