"Qué suerte de estar al Cruïlla" decía Delaossa solo salir al escenario. El sol picaba con fuerza sobre los centenares fans que lo escuchaban y sobre el cemento de colores del Parc del Fòrum. El del rapero malagueño era uno de los conciertos que daban el pistoletazo de salida a la edición de este año del festival, en una jornada marcada por lo que se ha convenido a llamar como 'género urbano' (o urban), una etiqueta anchísima que agrupa músicos de rap, trap, R&B, música latina e incluso pop. La mayoría de los artistas que tocaron ayer se podían meter en la categoría.
¿Tenían suerte Delaossa y su rap "de Málaga a todo el mundo"? Pues seguramente sí. Sin tener el caché del Primavera Sound o el estatus emblemático del Sónar, el Cruïlla tiene todos los ingredientes que permiten disfrutar de un festival: el verano y el calor, la infraestructura, la diversidad de propuestas musicales y la voluntad explícita de que la experiencia se convierta en alguna cosa significativa en sí, en algún recuerdo capaz de perdurar al menos unos meses, quién sabe si más.
El Cruïlla tiene todos los ingredientes que permiten disfrutar de un festival: el verano y el calor, la infraestructura, la diversidad de propuestas musicales y la voluntad explícita de que la experiencia se convierta en alguna cosa significativa
Al lado del escenario principal, una Kiss Cam invitaba de vez en cuando a los asistentes a besarse entre ellos, como si se tratara de un partido de la NBA. Las paradas de comida y las barras eran abundantes y fluidas, varios artistas plásticos pintaban murales en una de las paredes, mientras los voluntarios se esforzaban en repartir sombreros de paja para protegerse del calor.
También lo hacían los estands de las diversas empresas patrocinadoras del acontecimiento, que regalaban productos a cambio de interacciones extrañas. Unas bóvedas en una especie de rueda de hámster gigante te conseguían una bolsa de tela de Vueling, un rato de espera, una foto de cabina imprimida con el logo de Endesa y, si querías, también un maquillaje de purpurina. El Cruïlla, por cierto, había anunciado que se alimentaría solo de energía renovable en esta edición. Endesa, claro está.
Una jornada sin pogos
Cruz Cafuné hacía gritar a sus fans diciendo que "era el rey y moriría". El rapero y cantante de Tenerife, 'Cruzzi' para los amigos, repasó sobre todo los temas de su último álbum, Me muevo con Dios, con su mezcla de rap melódico y sonidos latinos. Soltó referencias a Dios y a la religión sí, pero también a su identidad canaria que reivindica en algunas de sus canciones.
El público bailaba cuando sonaban los temas más próximos al reaggeton, cubierto con gafas de sol, brillantes en la cara y modelitos de todo tipo. Y es que esta parece haberse convertido también en una de las tendencias de los festivales que no se ahorra el Cruïlla: tan importante es la música que verás como ir vestido por la ocasión. Cada festival es un pequeño Coachella en potencia donde presumir de estilo, con carta blanca.
Esta parece haberse convertido también en una de las tendencias de los festivales que no se ahorra el Cruïlla: tan importante es la música que verás como ir vestido por la ocasión
Precisamente la estética siempre le acostumbra a preocupar, pero llevaba unos tejanos y una sudadera azul bastante convencionales, Sen Senra, que salió al escenario acompañado de hasta cinco coristas. El músico gallego hizo valer su mezcla de indie, electrónica y pop en su concierto, aunque a veces parecía más preocupado por que lo enfocara la cámara que lo retransmitía en las pantallas que por sacar lo mejor del autotune con el cual ha cantado la mayoría de los temas.
Mirada de los mil metros clavada al horizonte, y postura de interesante siempre que podía, de espaldas en la banda. Quizás le había fascinado la puesta de sol anaranjada que se veía en el oeste, en dirección contraria al mar. El público, sin embargo, cantó con fuerza todos sus éxitos, desde la melancólica Ya no té hago falta a Blue Jeans y Un Crop Top. "Vivo en un pogo en un festi", decía Sen Senra. Pero de pogos, el baile que puso de moda Sid Vicious y que consiste en saltar y chocar contra los otros asistentes del concierto, brillaron por su ausencia ayer.
Nicki Nicole, plato fuerte del día
Para cerrar la noche, la argentina Nicki Nicole se erigía como el plato fuerte del día en el festival. La artista salió al escenario vestida de blanco riguroso y acompañada por una decena de bailarines, que convirtieron el concierto en un show total, más allá de la música. Había dispositivos que escupían fuego de vez en cuando, la cantante se atrevió a hacer una especie de salto mortal con la ayuda de los bailarines y las coreografías, incluso con accesorios luminosos, fueron constantes.
La artista es quizás la que demostró más capacidad de acercarse al público. Se emocionó dando las gracias a sus seguidores por su éxito, les dijo que eran muy guapos, hizo referencias a la ciudad y al país e incluso subió al escenario a una fan adolescente para que lo acompañara a cantante Wapo Traketero, uno de sus temas antiguos.
Nicki Nicole regaló a sus fans una primicia y cantó Enamórate, una colaboración con la catalana Bad Gyal que todavía no ha salido oficialmente, aunque ya corren algunos audios por Internet
También regaló a sus fans una primicia y cantó Enamórate, una colaboración con la catalana Bad Gyal que todavía no ha salido oficialmente, aunque ya corren algunos audios por Internet. La lluvia hizo sufrir a los asistentes en la última hora de concierto: hubo algunas gotas pero sin chubasco. Y el público se pudo marchar tranquilamente pensando que el Cruïlla había arrancado con espíritu urbano, sí, y sin rastro de pogos.