Pues nada, compañeros, ya lo tenemos claro: en 2060 el catalán dejará de existir. Lo dice un vídeo que circula por las redes, y, como todos sabemos, todo lo que se dice en internet es verdad. Por lo tanto, no hay que hacer nada más. Saquemos el catalán de las escuelas, cancelemos programaciones de obras en catalán en los teatros, quememos libros en catalán y apuntémonos todos a un cursillo acelerado de castellano o inglés, que, al fin y al cabo, son las lenguas del avance y de la modernidad. De hecho, podríamos agilizar el proceso: ¿por qué esperar al año 2060? Este Sant Jordi podríamos vender exclusivamente libros en otros idiomas y reconvertir la festividad en una feria de gastronomía exótica, porque total, ya nadie lee en catalán. ¿Y los medios de comunicación en catalán? ¡Hombre, como de evidente es que no tienen futuro!
¡También sería un descanso para las administraciones! Qué quebraderos de cabeza que se ahorrarían: no habría que traducir carteles, formularios y webs a una lengua que, según algunos, solo habla una minoría tozuda. Y, de paso, ¡qué alegría para aquellos que hace años que se quejan de las multas por no rotular en catalán! ¡Si lo llegamos a saber antes, podíamos haber renunciado al catalán el mismo día que lo normalizaron! Y no nos olvidemos de las escuelas: ¿hace falta que enseñemos una lengua que desaparecerá? Podríamos aprovechar el tiempo para enseñar cosas más prácticas, como aplaudir cada vez que alguien dice "el catalán está muerto", "el catalán se acabará", etc. Así nos ahorraríamos disgustos y haríamos contentos a los que ya hace años que profetizan (y monetizan) el fin de la lengua catalana.
Va, ahora de verdad, mirémoslo de cerca. Estas teorías que pronostican la desaparición inminente del catalán no surgen espontáneamente ni son ninguna casualidad. No son meras observaciones objetivas, sino que responden a intereses concretos. ¿Quién gana (y qué gana) con el discurso de que el catalán está sentenciado? Primero de todo, aquellos que nunca han visto con buenos ojos la normalización del catalán. Para algunos sectores políticos y mediáticos, repetir constantemente que el catalán morirá no es un ejercicio de análisis lingüístico, sino una estrategia para debilitar su presencia y justificar políticas que lo releguen al olvido (todavía más). Si la gente cree que el catalán está condenado, es más fácil que acepte sin resistencia que este desaparezca de los espacios públicos y oficiales.
Cuando repetimos hasta el aburrimiento que el catalán está en peligro, generamos una sensación de derrota entre sus hablantes; estas teorías no son objetivas, responden a intereses concretos
También es posible que haya un interés económico. Siglo XXI... ¡Absolutamente todo tiene un motivo y un porqué económico! Muchas grandes empresas no tienen ningunas ganas de invertir en traducciones, atención al cliente o producción cultural en catalán. Si se consolida la idea de que el catalán es residual, tendrán la excusa perfecta para ignorarlo y concentrar sus esfuerzos en lenguas de mayor mercado. ¿Y, cuál es el efecto de estas profecías lingüísticas catalanófobas? Cuando repetimos hasta el aburrimiento que el catalán está en peligro, generamos una sensación de derrota entre sus hablantes. Hay gente que, convencida de que el catalán no tiene futuro, decide dejar de usarlo en entornos formales o profesionales, pensando que les está haciendo un favor a sus hijos preparándolos para un futuro donde el catalán ya no estará. Y así, paso a paso, aquellos que dicen que el catalán morirá acaban teniendo razón, porque consiguen que la gente se lo crea.
El problema es que el catalán, a pesar de tantos augurios de desgracia, sigue existiendo. Y no solo existe, sino que se habla, se escribe y se reinventa. No es la lengua más fuerte del panorama mundial, eso es evidente, pero tampoco es un cadáver en descomposición. Cada vez que alguien afirma que "el catalán está acabado" se genera una especie de efecto mediático y todo el mundo tiene mucha prisa por saber cuándo y cómo será la desaparición del catalán. Mirad, yo no sé cuando será ni si finalmente ocurrirá, la desaparición del catalán, pero lo que sí que os puedo asegurar es que el año 2060 el catalán todavía se hablará. ¿Por qué? ¡Cojones!, porque yo tendré 68 años y mi hijo Baldiri tendrá 36... Y, cómo comprenderéis y os imaginaréis, entre nosotros no nos comunicaremos en castellano o en inglés.
Dejemos de enterrarlo antes de tiempo y dejamos de hacer público y dar voz a teorías conspiranoicas sobre el futuro del catalán. Antes de aceptar y difundir sin dudar el vídeo catastrofista de turno, es mejor que nos preguntemos quién y por qué ha hecho ese vídeo. Y, mientras tanto, sigamos hablando, escribiendo y defendiendo nuestra lengua. Con un poco de suerte, en 2060 los que predijeron su desaparición tendrán que hacer otro vídeo explicando por qué, una vez más, se equivocaron.