Aviñón (Principado pontificio de Aviñón), finales de 1384. Hace 639 años. El caballero hospitalario Johan Ferrández d'Heredia creaba un "scriptorium" (un estudio de producción y traducción literaria, y de reproducción de textos y libros) exclusivamente en lengua aragonesa. La iniciativa de Ferrández pone de relieve dos elementos fundamentales para entender qué fue y qué significó la lengua aragonesa durante la edad media. La producción del "scriptorium" de Aviñón revela que el aragonés (la lengua materna de Ferrández, nacido en Munébrega, en la Comunidad de Aldeas de Calatayud) tenía un alcance territorial muy superior al actual y era el sistema lingüístico de la mayoría de la sociedad aragonesa de la época, y que era una lengua de cultura y de cancillería al mismo nivel que el catalán, el occitano, el francés o el castellano.
¿Dónde se hablaba el aragonés en el año 1000?
El aragonés es una lengua románica que surgió durante los siglos IX y X por la evolución del latín vulgar local del Vielho Aragón (los valles pirenaicos que gestarían el nacimiento del condado, después reino, de Aragón). Fue un proceso idéntico y simultáneo en el tiempo al del resto de lenguas románicas (el catalán, el occitano, el francés o el castellano, para citar algunos ejemplos). Pero, al inicio, compartió espacio con el protoeuskera. Entre los siglos IX y XV, el protoeuskera fue la lengua de aquellas regiones rurales que en la antigüedad habían sido poco o nada latinizadas, mientras que el aragonés se convirtió en la lengua de las zonas urbanas (profundamente latinizadas bajo las garras de la Loba Capitolina). En el año 1000, Jaca y Huesca —principales núcleos demográficos de Aragón— eran de habla aragonesa; pero, en cambio, la comarca de Sos era de lengua euscárica.
El crecimiento de la lengua aragonesa
Superada la idea de que el año 1000 era la puerta del Apocalipsis, la Iglesia se lanzó a la evangelización de Europa. Porque hasta entonces, el cristianismo —religión oficial del poder desde el siglo IV— no se había propagado más allá de los muros de las ciudades. El mundo rural era pagano y, superado el año 1000, el poder aragonés (como el resto de poderes europeos) se lanzó a la evangelización de las zonas rurales. Y con la evangelización se produjo, también, la sustitución lingüística. Durante los siglos XI y XII, el protoeuskera es sustituido por el aragonés y queda limitado y aislado a la Ribagorza y a las Cinco Villas. Durante aquellos dos siglos (XI y XII), la masa de hablantes de aragonés aumenta notablemente, hasta reunir contingentes suficientes para expandir la lengua más allá de las fronteras del Vielho Aragón.
La expansión de la lengua aragonesa en Aragón
Alfonso el Batallador, tío paterno de Petronila (esposa de Raimundo Berenguer IV) fue el gran impulsor de la expansión territorial de Aragón. Durante su reinado (1104-1134), la frontera sur de Aragón saltó el Ebro, incorporó Zaragoza y Calatayud, y no se detuvo hasta las puertas de Teruel. En tan solo tres décadas, Alfonso el Batallador duplicó la superficie de Aragón, expulsó a buena parte de los árabes de los nuevos territorios e impulsó una formidable obra repobladora que transportaría la lengua aragonesa hasta el valle alto del río Turia. La sociedad bajomedieval aragonesa tenía tanto vigor que, a diferencia de lo que pasó en Valencia o Castilla, la minoría morisca que había quedado dentro de territorio cristiano (principalmente en los valles de los ríos Jalón y Jiloca, y en el valle medio del río Ebro) adoptó el aragonés como lengua propia.
La expansión de la lengua aragonesa más allá de Aragón
Casi un siglo después de la muerte del Batallador y de la unión dinástica con el condado independiente de Barcelona, el rey Jaime I puso la primera piedra de la gran expansión marítima y continental catalana. En 1229 lideró la conquista de Mallorca, y en aquella empresa los aragoneses no quisieron participar. En 1232, en cambio, concluida la campaña mallorquina, iniciaba la conquista de Valencia, y en aquella empresa los estamentos de poder aragoneses sí tendrían un papel destacado. En un polémico reparto, que generó muchas protestas, a los aragoneses les correspondieron las comarcas interiores del reino de Valencia. Morella, Vinaròs, Castelló, Borriana, Sagunt, València, Xàtiva, Gandia, Alcoi o Dénia serían catalanohablantes. Pero Ademús, Xelva, Bunyol, Segorb, Aiora o Énguera serían de lengua aragonesa.
La última expansión y el inicio de la contracción
Jaime II saltó el puerto de Biar y ocupó e incorporó a sus dominios Alacant, Elx y Oriola (1296). Poco después, saltaba el río Segura (1305) y establecía un dominio efímero sobre Murcia y Cartagena. En aquella empresa, también estuvieron presentes los aragoneses, de modo que a principios del siglo XIV, la lengua aragonesa se hablaba desde Jaca hasta Murcia. Sería el momento de máxima expansión del aragonés, pero también el inicio de su contracción. El aragonés del País Valencià y Murcia, geográficamente situado en perpendicular a su matriz territorial, sobre una estrecha franja de territorio de más de doscientos kilómetros de largo y menos de treinta de ancho, poco poblada y con una masa importante de población no asimilada (los moriscos valencianos), lo tenía muy difícil, y ahí fue donde empezó su regresión.
El retroceso del aragonés
Durante los siglos XV y XVI, el aragonés retrocedió con fuerza hasta desaparecer prácticamente en Murcia, el País Valencià y amplias zonas del Bajo Aragón y el valle del Ebro. Fue sustituido por el castellano. Se nos ha explicado que en aquel proceso tuvo mucha importancia la coronación de la estirpe de los Trastámara (1412), que inoculó el castellano en toda la sociedad aragonesa. Pero eso es más que discutible. Porque, durante aquellos dos siglos, el aragonés retrocedió en todos los segmentos de la población, desde las élites urbanas de Zaragoza hasta los pastores trashumantes de la sierra de Albarracín. En tan solo dos siglos, perdió las dos terceras partes de su territorio y la mitad de sus hablantes. A principios del siglo XVII, en Munébrega (la villa nativa de Ferràndez), Calatayud, Teruel, Zaragoza o Tarazona, el aragonés había desaparecido.
¿Por qué el castellano se comió el aragonés?
El castellano es una lengua que, desde el inicio de su existencia, tiene una historia de mestizaje y un componente de pidgin muy acusados. Aunque es una de las primeras lenguas que es normativizada (Nebrija, 1492), hasta el siglo XVIII podemos hablar de varios dialectos del castellano, bien diferentes los unos de los otros. El castellano oriental (Soria, Guadalajara, Cuenca, Albacete), por su propia naturaleza, que lo inclinaba a adoptar expresiones de la lengua vecina (como cualquier otro dialecto del castellano), se acercó peligrosamente a los dialectos centrales y meridionales del aragonés hasta devorarlos. La fonética —que es una barrera para neutralizar estos fenómenos— no ayudó, ya que el aragonés, como el castellano, era un sistema del tronco de las lenguas iberoromàniques. A diferencia del catalán, que era y es del tronco lingüístico galorrománico.
¿Cuál es la situación actual del aragonés?
La castellanización impuesta por el régimen borbónico a partir de la ocupación del país y la destrucción del edificio político foral (1707) contribuyó al retroceso del aragonés. A principios del siglo XIX, había desaparecido del valle del Ebro. Y al principio del siglo XX, había quedado reducido al Pirineo. Según el Seminario Aragonès de Sociolingüística, actualmente es la lengua de unas 50.000 personas, concentradas en los valles altos del Pirineo aragonés, y que representan un 4% del total de la población de Aragón. La UNESCO lo ha declarado en peligro de extinción. Pero durante la edad media, fue la lengua de la sociedad, de la cultura y del poder de Aragón. La supervivencia y normalización de este importantísimo elemento de cultura e identidad depende del pueblo aragonés; de su voluntad y de su ambición de reubicar su país en el mapa de Europa.