Roda de Isábena (condado de Ribagoza, reino de Pamplona), año 990. Los monjes copistas del monasterio completan el quinto libro del llamado Codix Rotense. Ese quinto libro se titula Ordo numerum regum Pampilonensium y es conocido en el mundo de la investigación historiográfica como las "Genealogías de Roda", es decir, los anales de los primeros reyes de Pamplona (de los siglos IX y X, y del dominio que, más tarde, sería Navarra) y de los primeros obispos de la diócesis pamplonesa (de los siglos V a X). Las "Genealogías de Roda" no son el punto de partida de los apellidos acabados en -ez. Ni siquiera son el punto de partida de ningún tipo de corriente patronímica. Pero sí que son la primera referencia escrita de un patrónimo construido con un tipo de fórmula que conducirá a la aparición de los apellidos acabados con el sufijo -ez.

Representación de Garcia Ximenes de Pamplona (siglo XII). Fuente Biblioteca de Catalunya
Representación de Garcia Ximenes de Pamplona (siglo XII) / Fuente: Biblioteca de Catalunya

¿Cuál es esta primera referencia documental?

Según las "Genealogías de Roda", durante el reinado de Garsea I de Pamplona (852-870), hijo y sucesor de Eneko Aritza —fundador del estado vasco medieval—, se produjo el secuestro del heredero, de nombre Fortun o Fortuny (862), que permaneció cautivo de los califas cordobeses durante veinte años (862-882). Desde la muerte de Garsea I hasta la liberación y coronación de Fortuny I (870-882), el reino pamplonés fue gobernado por un regente llamado Garsea Scimenonis, emparentado con Garsea y con Fortuny, pero originario de otro núcleo familiar. Esta variante resultaría decisiva. Porque cuando surgió la necesidad de diferenciar al rey difunto y al nuevo regente —ambos se llamaban Garsea—, se recurrió a una fórmula revolucionaria. Incorporaron a la identidad del regente un patrónimo que era el nombre de su estirpe, Scimeno, con el sufijo final -is.

Garsea Scimenonis, el pionero

Garsea Scimenonis (García Ximénez, en la grafía actual) sería el pionero de este sistema patronímico. Al menos, es el caso documentado más antiguo que conocemos. Pero esa flor no hizo verano. Porque en ese momento (siglos IX y X), los apellidos no existían. Y los patrónimos, que se construían añadiendo al nombre de pila el de una estirpe o de una calidad física (como, por ejemplo, el caso del conde catalán coetáneo Bernat Tallaferro), eran un privilegio exclusivo de las clases privilegiadas. Por lo tanto, este sistema de construcción patronímico no se generalizaría hasta después de la explosión demográfica del año 1000 —un siglo y medio más tarde de la existencia del pionero Garsea Scimenonis—, cuando el poder —en toda Europa y por una necesidad de control fiscal de la población— impuso la obligación de llevar un apellido.

Mapa del reino de Pamplona y sus territorios a caballo entre el año 1000. Font Nabarralde
Mapa del reino de Pamplona y sus territorios, alrededor del año 1000 / Fuente: Nabarralde

¿Qué significado tenía el sufijo -is?

A la hora de crear los patrónimos (siglos IX a XI), que, con el transcurso del tiempo, derivarían en apellidos, cada zona del continente optó por un sistema de construcción distinto, en función de su cultura y de su tradición. En los países de la fachada atlántica europea (como los reinos de la península Escandinava, de la isla británica o de la costa cantábrica peninsular), se optó mayoritaria por la fórmula "hijo de..." para construir los patrónimos y, después, los apellidos. Y en este caso, el sufijo -is era la partícula que indicaba esta filiación. Inicialmente, los descendientes de un cabeza de familia llamado Roderico (Rodrigo en la grafía actual) se pasarían a apellidar Roderiquis; los descendientes de Gautiero pasarían a apellidarse Gautieris; los de Fernando, Fernandis, o los de Martin, Martinis; entre muchísimos otros casos.

¿Por qué el sufijo -is se transforma en -ez?

Este punto siempre ha sido objeto de debate entre los genealogistas y los filólogos. En la actualidad, no obstante, la comunidad académica acepta mayoritariamente que esta evolución (de -is a -ez) sería fruto de la influencia de la lengua popular del reino de Pamplona, el territorio matriz de este sistema de construcción patronímico. Y en este punto, es importante destacar dos aspectos muy importantes. El primero es que en el reino de Pamplona del año 1000, que abarcaba los actuales territorios de Euskadi, mitad norte de Navarra y cuarto septentrional de Aragón, el euskera era la lengua popular. Y el segundo es que el latín vulgar del territorio —que con el transcurso del tiempo evolucionaría hacia el aragonés y el castellano— solo era conocido y utilizado por las clases privilegiadas. La resistencia de la fonética vasca medieval a las terminaciones en "s" explicaría dicha transformación.

Tapes que ilustra la conquista normanda de Inglaterra y la exportación de sus apellidos (siglo XI). Fuente Museo de Bayeaux
Tapiz que ilustra la conquista normanda de Inglaterra y la exportación de sus apellidos (siglo XI) / Fuente: Museo de Bayeux

¿Qué equivalentes tenía este sistema de construcción patronímica?

Decíamos antes que la construcción de este sistema patronímico estaría muy generalizada en el Atlántico europeo. Pero en cada territorio con sus particularidades. Por ejemplo, en los reinos escandinavos, se utilizaría el sufijo -sen, que significa "hijo" y que se incorpora al final de un nombre para convertirse en apellido. Por ejemplo, Sorensen (hijo de Soren). En Inglaterra pasaría lo mismo, pero con la pequeña variación -son, que crearía apellidos como Robinson (hijo de Robin). Y en el ducado de Normandía —creado por los vikingos de Rollo en el siglo IX—, la lengua de los conquistadores desaparecería con la primera generación (por la ausencia de mujeres escandinavas en ese fenómeno colonizador) y cuando tienen que crear sus apellidos utilizan el prefijo fitz-, que, en el latín vulgar del territorio, significaba "hijo". Por ejemplo, Fitzgerald (hijo de Gerald) o Fitzpatrick (hijo de Patrick).

Y el sufijo -ez, ¿realmente significa hijo?

En euskera —en el medieval y en el actual—, la partícula "ez" es una negación. Significa "no". Por lo tanto, por este lado no se explica la asociación entre el sufijo -ez y la categoría "hijo". Pero, en cambio, la forma no evolucionada -is (la primera que se utilizaba para construir los patrónimos) sí tiene un significado que lo asocia con un concepto de filiación. En ese caso, la partícula -is opera como una contracción de la palabra "filius", que, durante la etapa alto-medieval (siglos V a X), evoluciona a "filis" ("hijo" en latín vulgar del territorio pamplonés). Por lo tanto, y por ejemplo, a partir del nombre de pila Rodericus, y utilizando la fórmula comentada, se crea el patrónimo Rodericus + filius > Roderico + filis > Roderico + is > Roderiquis > Rodríguez. Esta casuística es válida para todos los apellidos que se originan con un nombre de pila y que acaban con la partícula -ez.

Retrato de Isabel la Católica (siglo XV), impulsora de la castellanización de la sociedad leonesa. Fuente Palacio Real de Madrid
Retrato de Isabel la Católica (siglo XV), impulsora de la castellanización de la sociedad leonesa / Fuente: Palacio Real de Madrid

¿Cómo se extiende este sistema patronímico por los reinos de Castilla y de León?

Este sistema de construcción patronímico era muy sencillo y, a la vez, muy eficaz. Pero su difusión por el territorio castellano llegará por herencia vasca. Castilla, inicialmente un condado dependiente de Navarra (siglos IX a XI), fue articulada por vascos, tanto entre las élites dirigentes como entre las clases populares. Y cuando Castilla se convierte en un dominio independiente (siglo XI), ya lleva la huella vasca. Al menos, en aspectos como la construcción y la difusión del sistema patronímico. En cambio, en el reino de León, los apellidos acabados en -ez no se generalizan hasta finales del siglo XV, cuando la cancillería de la reina Isabel la Católica impone la castellanización de la administración leonesa, que implica la desaparición del astur-leonés y del gallego como lenguas de cancillería y de cultura, y la repentina y masiva aparición de apellidos acabados en -ez en el oeste peninsular.

El -es portugués y el -is valenciano

El poder bajo-medieval portugués también utilizó, profusamente, el sistema de construcción creado por los pamploneses de los siglos IX a XI. Con la diferencia de que la partícula iniciática -is, en vez de evolucionar hacia -ez, lo hace hacia -es. En cambio, los apellidos valencianos acabados en -is, como Gomis, Ferrandis, Llopis o Peris, no se forman en el territorio, sino que son producto de la emigración navarra al País Valencià durante el proceso conquistador catalanoaragonés (siglos XIII y XIV). Estos apellidos llegan al País Valencià con su fonética original (Gómez, Fernández, López, Pérez, etc.), pero la inexistencia del fonema /z/ en la lengua catalana y la tendencia tradicional del catalán a evolucionar las terminaciones en -es a -is (la dinámica xipella) los transformaría, desde el principio, en los actuales Gomis, Ferrandis, Llopis o Peris.

Pintura mural que ilustra la conquista catalana de Valencia y la llegada de apellidos navarros (siglo XIII). Fuente Castillo de Alcanyis
Pintura mural que ilustra la conquista catalana de València y la llegada de apellidos navarros (siglo XIII) / Fuente: Castillo de Alcañiz