El arte es un mundo y no accesible para todos. Cuando era pequeña y miraba el cuadro de mi habitación La mujer luna de Jackson Pollock no entendía nada, simplemente lo miraba, miraba la extraña criatura y los símbolos de la izquierda. Me detenía en su ojo atravesado por una luna que se encuadra en una caraluna más grande y me preguntaba intrigada por el rectángulo que portaba en las manos. Mercè Ibarz, escritora aragonesa de la franja, autora de obras como La tierra retirada, una trilogía sobre la transformación del mundo rural, o biógrafa de Mercè Rodoreda con Abeja furiosa de su miel, nos invita a mirar el arte y crear un vínculo con él en No pensis, mira. Pero, ¿Cómo hacemos esto? ¿Cómo podemos generar un momento íntimo en un mundo mediado por los teléfonos móviles? Un mundo donde la gente ya no mira a la Gioconda, solo la fotografía, puntualizo, se fotografían a ellos mismos acompañándola.
Como si vieras a alguien por primera vez
Observar los colores, profundizar en los tonos, reseguir los trazos o descomponer una composición son ejercicios que nos pueden salvar de la instantaneidad líquida para transportarnos al instante consciente. Ibarz, que fue durante muchos años crítica en periódicos y profesora de arte en la carrera de Comunicación Audiovisual, se aleja de las clases, pero sigue impartiendo y enseñando para entender el arte sin prejuicios. Es importante mirar una obra como si vieras a alguien por primera vez, dice la autora. Nostálgica de una mirada que quizás ya no existe, nos regala una pequeña lección en este Quadern d'Anagrama, una pieza que pasará desapercibida para algunos lectores. A simple vista parece un pequeño manual, pero cuando pasas de la tercera página, entiendes que Ibarz te está diciendo: “Para, deja el móvil, solo mira, mira y luego si puedes… piensa”. Y es que en los tiempos en los que vivimos, poca gente es capaz de prestar atención y mucho menos de reflexionar después.
Observar los colores, profundizar en los tonos, reseguir los trazos o descomponer una composición son ejercicios que nos pueden salvar de la instantaneidad líquida para transportarnos al instante consciente
El título lo ha tomado de Ludwig Wittgenstein, matemático y filósofo. En su día, él se preocupó de que la gente no tuviera criterio propio sobre las ideas que provenía. Hoy, Mercè Ibarz se preocupa de las miradas mediadas e intoxicadas. Cuando miramos una obra de arte, según la autora “establecemos una relación personal como el amor y la amistad”, esta obra nos habla y nos cuenta muchas cosas, hay que estar alerta al contexto, a la intrahistoria. Para ella describir lo que vemos es imprescindible, ser sinceros con nuestros sentimientos a la hora de expresar lo que nos transmite, también. Como decía Duchamp y dice Ibarz, “los espectadores otorgamos la posteridad a la obra”. Lo que propone Ibarz tiene que ver más con una experiencia inmersiva que con una realidad plausible lamentablemente en los tiempos que corren. Bajo mi punto de vista, los museos hoy en día son circos del exhibicionismo, la mayoría de personas empuñan sus teléfonos como si fueran a cazar la mejor fotografía, quieren captar la mejor estampa, pero se olvidan de captar el alma de los cuadros.
El título lo ha tomado de Ludwig Wittgenstein, matemático y filósofo. En su día, él se preocupó de que la gente no tuviera criterio propio sobre las ideas que provenía
En una parte de este pequeño texto, que me ha recordado a lecturas como Modos de ver de Berger o L’ull i la navalla de Ingrid Guardiola, aprendemos a acceder al arte, quizás no a través de la teoría, pero sí a través de la práctica de la mirada. Practicar la mirada, eso era y eso es siempre. La práctica mejor que la teoría. Y volver a nuestros sentimientos, a una relación artística genuina, sin pretensiones… Volver a mirar la luna de Pollock y darle la trascendencia que se merece: fue el cuadro de mi infancia.