En nuestro país, quién más quién menos sabe quién es Rosa Peral y ha oído hablar de un asesinato en que estaban implicados tres policías municipales de Barcelona, gracias a la cobertura periodística del tema, en un libro del reportero Toni Muñoz: Sólo tú me tendrás (Península) y, sobre todo, a la mirada que Carles Porta y su Crims le dedicó en septiembre de 2021.

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El programa de TV3 se ha convertido en un fenómeno de público, transitando la finísima línea que separa el ejercicio periodístico del show morboso, del puro sensacionalismo

No hay que explicar aquí cómo el programa de TV3 se ha convertido en un fenómeno de público, transitando la finísima línea que separa el ejercicio periodístico del show morboso, del puro sensacionalismo, siguiendo punto por punto los mismos pasos que han hecho del truecrime uno de los géneros favoritos (vía documental, vía podcast) de los norteamericanos primero, y del resto del planeta después. Más allá del rigor que manda en el equipo de Crims, y que ha permitido poner luz a la oscuridad en casos como el de la chica de Portbou o reabrir el del asesinato de Helena Jubany, la cuestión de fondo es el tratamiento narrativo que se le da al producto.

Ficción vs. realidad

Resulta significativo, muy revelador, el ejercicio de ver los ocho capítulos de El cuerpo en llamas y, después, recuperar los cuatro que Crims le dedicó al caso. De entrada, hablamos, o tendríamos que hablar, de códigos diferentes: la ficción es ficción, por mucho que esté basada en hechos reales. La serie de Netflix, escrita por Laura Sarmiento: guionista de otra exitosa producción de la plataforma, Intimidad; dibuja un absorbente rompecabezas con saltos temporales, idas y venidas, y determinadas decisiones marcadas por la misma ambigüedad con que vivían los policías Rosa Peral y Albert López (o Álber, qué fascinante versión del nombre), amantes condenados por el asesinato de la pareja de ella, el también agente Pedro Rodríguez. El triángulo sentimental (en realidad un póquer, o un repóquer, si contamos al Mosso d'Esquadra exmarido de Peral, y el otro guardia urbano que filtró unas fotografías de ella haciéndole una felación) da mucho juego a una serie que juega con el sexo (hay un puñado de escenas íntimas que aprovechan el atractivo de sus protagonistas) y con todos aquellos elementos a que daban por bueno aquello que a menudo la realidad supera la ficción.

Úrsula Corberó y Quim Gutiérrez encabezan el reparto de El cuerpo en llamas

El cuerpo en llamas fundamenta su trama en la sentencia judicial de los hechos y pone sobre la mesa algunas dudas que quedaron por resolver

El cuerpo en llamas fundamenta su trama en la sentencia judicial de los hechos y pone sobre la mesa algunas dudas que quedaron por resolver. El momento del asesinato, por ejemplo: no sabemos ni quién de los condenados fue el brazo ejecutor ni de qué manera mataron a Rodríguez, y la serie se permite utilizar algunos recursos dramáticos (la sangre salpicada en la pared o en los cuerpos de los autores) para dar volada al clímax. Si lo comparamos con Crims, más dudoso resulta que un documental periodístico que, dicen sus responsables, se basa en el respeto a las víctimas y a sus familias, utilice recursos similares una vez y otra (y todavía una más): ay, aquella música truculenta permanente; ay, aquellas siluetas a contraluz que avanzan con una pistola o un hacha en la mano; ay, aquel plano aéreo de un coche con los faros iluminando la negra noche; ay, aquella bombilla encendida oscilante, en el fondo del plano, captada desde una habitación oscura...

Más dudoso resulta que un documental periodístico que, dicen sus responsables, se basa en el respeto a las víctimas y a sus familias, utilice recursos similares una vez y otra

Crims estiraba el chiclé hasta cuatro capítulos, subrayando reiteradamente algunas explicaciones y repitiendo un puñado de escenas (las creadas con los recursos antes mencionados, o con el abundante y jugoso, pero no tan abundante ni tan jugoso como para llenar cuatro episodios, material audiovisual extraído de los teléfonos de los acusados y de la víctima) sin mucha más justificación que multiplicar la audiencia. El cuerpo en llamas participa en el juego que le corresponde, pero paradójicamente con menos dosis de morbo. Otro ejemplo: los mensajes de whatsapp, utilizados sobreimpresionados en pantalla en el programa de TV3 y dramatizados en la serie de Netflix, con sus autores diciéndolos a cámara en primer plano.

Crims se benificiaba de unos protagonistas reales bigger than life: Peral y Álber son de ver para creer, El cuerpo en llamas los representa con una pareja con talento, química y glamour, Úrsula Corberó y Quim Gutiérrez

Unos personajes bigger than life

Crims se benificiaba de unos protagonistas reales bigger than life: Peral y Álber son de ver para creer, El cuerpo en llamas los representa con una pareja con talento, química y glamour, Úrsula Corberó y Quim Gutiérrez. Ella, por cierto, está magnífica haciendo una interpretación tan juguetona como sutil. La Señora Rosa de Corberó viaja de un rincón emocional al opuesto, dibujando la poliédrica personalidad del agente criminal. Su trabajo trata de empatizar con la asesina, le da matices tanto en su cara familiar como en la más seductora, incluso en la vertiente de víctima de una pornovenganza en un entorno, el de una comisaría, masculinizado y machista. Corberó crea una femme fatale insólita, pero que a ratos tiene aires de aquellos personajes del noir clásico: ¿qué es Peral si no nuestra versión de Barbara Stanwyck en Perdición?

Albert López y Rosa Peral, autores del crimen de la Guardia Urbana / Foto: Arxiu CCMA

Corberó crea una femme fatale insólita, pero que a ratos tiene aires de aquellos personajes del noir clásico: ¿qué es Peral si no nuestra versión de Barbara Stanwyck en Perdición?

La serie, entendiendo que por motivos puramente narrativos y/o legales, cambia elementos de la realidad: la Peral de El cuerpo en llamas solo tiene una hija: qué trozo de actriz, la pequeña Guiomar Caiado, qué mirada tan potente; y no dos. Su exmarido se llama Javi y no Rubén. Y entre otras variantes, también hay algunas diferencias en el dibujo de los padres de la asesina, claves en toda la trama. Nada que decir del rigor con qué trabaja el equipo de Crims, pero mucho más cuestionable es jugar con herramientas que dan ritmo y enganchan a la audiencia, pero que difícilmente encajan en un tratamiento puramente periodístico. Quizás el error de este artículo es de origen: cuando veo un truecrime, solo puedo pensar que, si algún día me asesinan, no querría que nadie, y especialmente Carles Porta, hiciera un documental. Ya tendré bastante con la muerte como para enfadarme formando parte de uno el espectáculo que familiares y amigos, espero que devastados, se tengan que tragar bajo el paraguas de la libertad de información y del interés del público en la crónica negra.