A la hora de escribir la crítica de una serie como El cuerpo en llamas, que mañana viernes 8 de septiembre se estrena en Netflix, no se puede evitar hacerlo desde dos perspectivas. La primera tiene que ver con los hechos que explica, es decir, como reconstrucción de un caso, el conocido como crimen de la Guardia Urbana, que muchos de los espectadores potenciales de la serie habrán conocido gracias a los cuatro episodios del Crims que presenta y dirige Carles Porta. Mejor decirlo de entrada: El cuerpo en llamas no consigue capturar, ni de lejos, lo que hay de perturbador, desarmante, imprevisible y finalmente terrorífico en el caso y su principal protagonista, Rosa Peral.
El cuerpo en llamas no consigue capturar, ni de lejos, lo que hay de perturbador, desarmante, imprevisible y finalmente terrorífico en el caso y su principal protagonista, Rosa Peral.
Un pálido reflejo de la realidad
Si ya conoces los detalles, la serie se erige en un pálido reflejo de lo que ya sabes de la trama. Puede tener la gracia de ver recreados episodios que la realidad solo te ha mostrado en sumarios judiciales, grabaciones sonoras o relatos periodísticos, pero en este aspecto pincha porque ni la puesta en escena ni los intérpretes, a pesar de sus evidentes esfuerzos, distan mucho de generar el mismo impacto. Tal vez, la realidad es tan cruda y loca que la ficción tenía todas las de perder. Pero es que además el dibujo de los personajes (con la misma Peral al frente, por más que Úrsula Corberó haga un notable intento por proyectar su esencia) y algunas disfunciones narrativas (empezando por sus diálogos) vierten la serie a convertirse en lo más parecido a una fotonovela criminal. A veces, querer sofisticar el mal le hace perder toda la credibilidad.
Tal vez la realidad es tan cruda y loca que la ficción tenía todas las de perder, pero es que además el dibujo de los personajes vierten la serie a convertirse en el más parecido a una fotonovela criminal
La segunda crítica es la que se deriva del análisis de la serie como ficción más allá del caso real que lo inspira. Dicho de otra manera: ¿funciona El cuerpo en llamas si la quieres mirar como simple thriller, alejándote de todo lo que puedas saber del crimen y de sus protagonistas? Aquí la respuesta vuelve a ser negativa. La serie parte de una buena idea: en lugar de mostrar el caso de manera lineal, los responsables de El cuerpo en llamas construyen la trama con una estructura temporal discontinua que muestran los momentos principales de la vida de los personajes antes y después de la consumación del crimen. Eso permite, entre otras cosas, jugar con la percepción de los acontecimientos y con el falso relato que construyen Peral y su amante Albert después de la muerte de Pedro. El problema es que todo peca de una falta de verdadera tensión. Hay alguna escena que insinúa el tipo de serie que podría haber llegado a ser (la mayoría de los encuentros entre Peral y la ex de Pedro, interpretada por Aina Clotet), pero en general se dedica más a describir situaciones que no a generar un suspense tangible. De acuerdo que el caso en que se basa debe condicionar mucho, pero si tienes la libertad de tomarte licencias dramáticas (como el protagonismo de los padres de Peral), ¿por qué no hacerlo del todo y aprovechar la ocasión para cortar cualquier vínculo con la realidad?
Si El cuerpo en llamas no sabe ser una serie con alma propia más allá de Rosa Peral y sus actos, es porque la existencia de Rosa Peral y sus actos es lo único que le da sentido
Si El cuerpo en llamas no sabe ser una serie con alma propia más allá de Rosa Peral y sus actos, es porque la existencia de Rosa Peral y sus actos es lo único que le da sentido. Una lástima, porque contaba con talento delante y detrás de la cámara, un personaje central digno de un estudio psicológico mucho más exhaustivo y las expectativas de unos espectadores que todavía notan un escalofrío cuando piensan en el caso.