Lo que le gustaría a Dani de la Orden es rodar una película de acción. De hecho, se le había abierto la posibilidad de cumplir su sueño húmedo, pero el proyecto cayó hace unas semanas. “Si te soy honesto”, cuenta, “iba a ir con mi pareja a ver a Anatomía de una caída, pero preferí a Godzilla y Kong. El nuevo imperio. Me flipan las películas de John Wick y de Tyler Rake, que están renovando visualmente el género. Es lo que más disfruto, la acción y la ciencia ficción. Podríamos hacer un podcast sobre el tema”, propone. Si Revers quiere recoger el guante y producirlo, aquí estamos.

Llega a los cines Casa en flames, que no es de acción, aunque tenga momentos frenéticos y muestre el puntito pirómano de Dani

La cosa es que llega a los cines Casa en flames, que no es de acción, aunque tenga momentos frenéticos y muestre el puntito pirómano de Dani. Y sigue pareciéndome toda una proeza que, con 35 años recién cumplidos, ésta sea su undécima película. ¡Once ha dirigido, once! Algo ha llovido desde aquella Barcelona, nit d'estiu (2013), celebrado debut que se inspiraba en la referencial Love Actually para ofrecer un mosaico de relaciones amorosas en la capital catalana, y Dani de la Orden se ha hecho mayor y ha sabido quitarse de encima la etiqueta de cursi por su confesada adicción a la comedia romántica que se ha hartado de defender y de la que no reniega en absoluto. Otra cosa es que regrese a ella, al menos próximamente, porque, razona, no tiene nada nuevo que contar y no quiere repetirse. Ahora parece que le pongan más las comedias destroyer como la sensacional Such Brave Girls, escrita y protagonizada por la grandísima Kat Sadler (y que encontraréis en Filmin). De hecho, en otoño nuestro hombre estrenará serie en Atresplayer, se llamará A muerte y jugará a la irreverencia, la transgresión y la gamberrada. Por ahí pasan Verónica Echegui, Joan Amargós o Berto Romero, y el rodaje, me dicen, fue una fiesta.

Adiós al miedo

También parece que De la Orden ha conseguido expulsar el miedo como motor para encadenar rodajes, tal y como se abría en una reveladora entrevista para Revers en la que reconocía sus problemas de salud mental: “Haciendo terapia me he dado cuenta de que me he formado una identidad a partir del cine que he hecho, y me parece tristísimo. Me quitas las películas y no sé quién soy”, admitía hace un par de años ante su hiperactividad detrás de la cámara. Eso parece haber quedado atrás.

"Han pasado dos años desde el estreno de 42 segundos", exclama defendiéndose cuando le cuestiono si realmente ha activado el freno de mano profesional. Hasta entonces, y después de su ópera prima, se habían sucedido Barcelona, nit d'hivern (2015), El pregón (2016), El mejor verano de mi vida (2018), Litus (2019), Hasta que la boda nos separe (2020), Loco por ella (2021), Mamá o papá (2021), El test (2022) y la citada 42 segundos (2022), aparte de episodios para las series Élite y Boca Norte. Un período en el que pisó el acelerador hasta estallar, convirtiéndose, eso sí, en un mucho más que eficaz director de encargos, relacionados o no con la comedia romántica. Hasta que ahora, con Casa en flames, probablemente su película más redonda, y también la más personal, ha dado un salto adelante.

Y parece que la evolución no se detiene aquí, porque ahora maneja otro proyecto que demuestra voracidad creativa: adaptará El director, el libro en el que David Jiménez plasmaba su experiencia al frente del diario El Mundo, entre 2015 y 2016. Dani quiere hablar de los vínculos entre la prensa y la política españolas con ironía y lectura satírica, apostando también por el entretenimiento, y pone como ejemplo a Adam McKay y sus El vicio del poder (2018) y La gran apuesta (2015)

Este viernes llega a los cines Casa en flames, la nueva película de Dani de la Orden / Foto: Anabel Segura

¿La familia? Bien, gracias

Pero volvamos a Casa en flames. Con esta historia, escrita por Eduard Sola, rodada en catalán y con un reparto coral fenomenal, De la Orden nos habla de los afectos en los núcleos familiares, y de los reproches y medias verdades que abundan. También del síndrome del nido vacío, del romanticismo más tóxico o del complejo de ser una mala madre. El argumento de Casa en flames nos presenta a una mujer (una inmensa Emma Vilarasau, que vuelve a poner de manifiesto la inexplicable ceguera de tantos productores que no han sabido o querido aprovechar su talento en el cine) que consigue reunir en la casa de Cadaqués a sus dos hijos (Enric Auquer y Maria Rodríguez Soto), a sus respectivas parejas (Macarena García y José Pérez-Ocaña) y a su ex (Alberto San Juan), que también aparece acompañado de su nueva novia (Clara Segura). Todos compartirán un espacio que la matriarca quiere venderse, y activarán la cuenta atrás de una bomba de relojería que inevitablemente debe explotar en cualquier momento.

Esta película habla de quererse mal

Un pedido de sushi, un juego que forma parte de la psicoterapia Gestalt y tendrá imprevisibles consecuencias, un ataque de ciática, una salida en barco hasta una bonita cala de la Costa Brava, el concierto de un niño de mamá sin ningún talento musical, un salto en paracaídas, una caja enterrada, unas cintas de vídeo y un puñado de malas decisiones salpimientan un fin de semana que demuestra que las dinámicas de esta familia burguesa y pija no se diferencian demasiado de las que cualquiera de nosotros puede haber experimentado en su hogar. Están llevadas al extremo, por supuesto, alimentando algunas situaciones casi vodevilescas, pero esconden una máxima que Dani de la Orden defiende en todas partes: “Esta película habla de quererse mal”. Y es que, con las personas con las que compartimos genes y sangre, acostumbramos a no tener demasiados miramientos para destapar nuestro lado más egoísta. Los personajes de Casa en flames podrían escribir una tesis al respecto. Y eso hace que en el film el humor y las carcajadas se equilibren constantemente con momentos que ponen un nudo en la garganta.

Casa en flames, la pesadilla de una noche de verano

Dani es como un niño mayor muy inteligente y con muchas ganas de jugar. Es un niño prodigio del cine, lo lleva en las venas

Los constantes aciertos del guion vienen acompañados de una puesta en escena muy inteligente, estructurada en escenas bastante largas (“es muy raro que una película de casi dos horas tenga sólo una veintena de escenas”, afirma el cineasta) y con un aire casi teatral, en las que se privilegian las interpretaciones por encima de todo. Nos contaban un par de pajaritos que se llevaron una sorpresa con la duración de las tomas que ordenaba Dani de la Orden. Rodaba las secuencias sin cortar, corregía detalles y volvían a ello, hacía indicaciones y repetían, y lo remataba avisando que era el momento de improvisar, consiguiendo matices de una frescura que difícilmente pueden lograrse sin ofrecer una buena red a los intérpretes. También alababan el clima que conseguía el director, y descubrían que a menudo se apartaba del grupo, concentrado en sus cosas. “Dani es como un niño mayor muy inteligente y con muchas ganas de jugar. Es un niño prodigio del cine, lo lleva en las venas”, le piropeaba la Vilarasau. Los pajaritos también revelaban algún que otro detalle impublicable sobre el rodaje, no sobre el director. Ya os lo contaremos en el podcast.