Daniel Venteo publica, en Enciclopedia Catalana, Símbols del catalanisme, un volumen de gran formato, de casi 400 páginas, que combina una investigación histórica sobre estos símbolos, con una abundante documentación gráfica sobre varios elementos que han sido emblemáticos del imaginario catalán... El Nacional ha hablado sobre la obra con Venteo y con Joan Ricart, director editorial de la obra.
¿Qué es este libro? ¿Como surge la idea?
J.R. Este libro forma parte de la colección de grandes obras de historia de Catalunya que impulsa Enciclopèdia. Creíamos que hacía falta una obra sobre el simbolismo catalán, que tanta importancia tiene hoy en día, que fuera rigurosa. Y por eso le encargamos a Venteo el estudio de estos símbolos, sus orígenes, su vigencia... Junto con él, quisimos reclutar a algunos historiadores punteros para que ayudaran al análisis, ya que queríamos hacer un estudio muy riguroso. Y frente a estos historiadores, encargamos la introducción al antropólogo Joan Francesc Mira, que pone de manifiesto la importancia de los símbolos para las identidades. Pensábamos que hacía falta una mirada antropológica para redondear el libro.
Pero este también es un libro para mirar, con muchas imágenes.
J.R. Daniel Venteo también ha incorporado una parte básica del libro: el archivo documental. Incluso cuenta con documentos inéditos. En la parte documental se combinan documentos de archivo, con documentos de colecciones y piezas de vida cotidiana. El valor añadido de Símbols del catalanisme es la aportación documental que hace, en la línea de lo que es esta colección.
En la misma tribuna del Barça donde se sientan Sunyol y Companys en 1936, en 1941 vemos una esvástica
Símbols del catalanisme incorpora imágenes sorprendentes...
D.V. Queremos que sea un libro con un relato visual claro, para disfrutar del patrimonio documental... Por eso intentamos buscar fotografías relacionadas entre sí. En la misma tribuna del Barça donde se sentaban Sunyol y Companys en 1936, en 1941 vemos una esvástica. Y en el mismo capítulo constatamos cómo las banderas, desaparecidas del Camp Nou durante el franquismo, en diciembre de 1975 ya vuelven a estar presentes... Ha habido un esfuerzo de los editores para poner al alcance de los lectores fotografías históricas que son parte de nuestro patrimonio.
Muchas de las fotografías son de la colección particular de Daniel Venteo. ¿Cómo es su colección?
D.V. Yo, desde que recibí el encargo, pasé por subastas, por los Encants, por coleccionistas... Iba a hurgar y buscar documentos que enriquecieran la obra. Me interesaba mucho encontrar cosas que no salen habitualmente en los libros de historia. Porque hay pequeños documentos de la vida cotidiana que ilustran las cosas mejor que los documentos oficiales.
J.R. Venteo ha recogido, en persona, muchos materiales referentes a los últimos tiempos, en Catalunya, pero también en otras partes, como la Casa de la República de Waterloo. Pero en esta obra también hay un trabajo de dos años con documentalistas que han trabajado archivos locales y extranjeros, y también colecciones particulares.
Los símbolos que han sobrevivido, han sobrevivido reescribiéndose
¿Cómo elabora este trabajo?
D.V. Identifico una cincuentena de símbolos, y los clasifico en un orden cronológico, porque esta es una obra fundamentalmente historiográfica... En cada capítulo explicamos el origen de una serie de símbolos: algunos de ellos han desaparecido y otros han sobrevivido, pero si han sobrevivido ha sido reescribiéndose. No ha habido ninguna obra que se haya centrado en el patrimonio simbólico del catalanismo que se haya hecho con tanta profundidad.
¿Esta obra es una obra reivindicativa?
D.V. No. Estamos hablando de un libro de historia. Que esta sea una obra historiográfica y no reivindicativa lo demuestra que un símbolo como el lazo amarillo esté absolutamente desvinculado de las cintas amarillas que usaban a los austriacistas el 1705, porque cuando surgió el lazo amarillo, sus creadores no lo relacionaron con las cintas austriacistas. Con esta obra lo que queremos es declinar la relación histórica de los símbolos y ver cuáles son vigentes y cuáles pueden formar parte de la historia. No hemos querido rehuir el reto de llegar hasta la contemporaneidad, pero eso no es un trabajo periodístico, sino histórico.
La selección de la cincuentena de símbolos puede ser discutible...
D.V. No hay ninguna selección que no sea discutible. Como es el caso del mismo Jordi Pujol, un símbolo de la Catalunya contemporánea. Pujol tiene una trayectoria muy clara en los años 60, cuando nace el mito, y que más tarde se complica. Pujol es el militante antifranquista de los años sesenta, pero también el político de los años ochenta. Nosotros llevamos el mito hasta el presente, incorporando los hechos más actuales...
¿Quiénes son los historiadores que participan en el volumen?
J.R. Hemos buscado historiadores que son grandes autoridades en los periodos tratados, como el medievalista J.M. Salrach... Hay gente como Agustí Alcoberro, un historiador reconocido que puede hablar como nadie de la Guerra de Sucesión y de la Guerra de los Segadores. El republicanismo del siglo XIX lo trabaja perfectamente Josep Pich... I Joan B. Culla ha disfrutado mucho con un texto muy complicado sobre las batallas simbólicas del franquismo... Desde la editorial nos hemos sentido muy cómodos con un equipo que ya había trabajado en muchos casos con Enciclopèdia y que tienen una trayectoria profesional muy sólida.
Los historiadores y los creadores de símbolos no siempre se ponen de acuerdo. ¿Hay conflicto entre historia y creación de simbología? Josep M. Salrach habla del "proceso de mitificación del abad Oliva" y afirma que Otger Cataló es un personaje imaginario...
D.V. Sí... Cuando el Claudi Lorenzale, un pintor de la Barcelona del siglo XIX, crea un retrato de Otger Cataló, ya se sabe que es un mito, pero a pesar de todo, es utilizado y toma fuerza. Como Wilfredo el Velloso: que forma parte de las leyendas de Catalunya, pero su valor simbólico es tan fuerte que continúa en valor hasta finales del siglo XX.
Los símbolos son contradictorios, y a veces peligrosos. Porque por los símbolos se llega a morir...
Hay símbolos que parecen contradictorios: Macià i Tarradellas, por ejemplo...
D.V. Los símbolos son contradictorios, y a veces peligrosos. Porque por los símbolos se llega a morir... Los soldados mueren por la bandera. El tamborilero del Bruc es al mismo tiempo un símbolo para el catalanismo y para el españolismo, y no nos damos cuenta de ello hasta que lo analizamos. Lo mismo pasa con la senyera, que pasa de ser perseguida por el franquismo a ser reivindicada por la ultraderecha del CEDADE...
¿La mayoría de estos símbolos aparecen en el siglo XIX?
D.V. En contra de lo que generalmente se cree, el siglo XIX es sorprendentemente pobre en la creación de simbología nueva: en la Renaixença, básicamente, lo que se hace es recrear símbolos antiguos...
¿Quién crea estos símbolos?
D.V. El principal origen de creación de simbología son las instituciones, y sobre todo la Generalitat, que se convierte en todo un símbolo en ella misma, como se denota en la disolución de la Generalitat por el franquismo, o durante la transición con su restitución. La Generalitat crea simbología porque ya en el siglo XV potencia a Sant Jordi, y más tarde impulsa todos los símbolos oficiales...
Verdaguer es uno de los grandes creadores de simbología catalanista
¿Fue Verdaguer fue otro de los principales responsables de crear la simbología catalanista?
D.V. De la Renaixença, sin duda, Verdaguer es el elemento más fuerte en este ámbito (cómo lo ha estudiado Magí Sunyer): sin él no existiría el Pi de les Tres Branques, y el Canigó no tendría toda la simbología que tiene. Pensemos que en los años 1920 incluso se hicieron cuchillas de afeitar con la marca Canigó, con bandera grabada en las que se venían a Catalunya y sin ella para las del resto del mercado español.
¿Cuándo aparecen más símbolos catalanistas?
D.V. El periodo más rico es el de principios del siglo XX. Es entonces cuando se crea la estelada, y también se inventa el Cant del Poble, un intento de himno que acabará desapareciendo. En cambio, es mucho más difícil de seguir el franquismo. Como periodo represivo, el franquismo fomentará la aparición de símbolos, pero de forma clandestina... A pesar de todo, aparecerán nuevos símbolos, como L'estaca, la canción de Lluís Llach, que es uno de los más interesantes, porque tiene una dimensión internacional. En 1976 se difunde por Alemania un álbum grabado del concierto del Palau de Deportes, y de allí L'estaca salta al mundo. Llega a Polonia, con Solidarność, y de allí se difundirá por muchos lugares.
Escojo dos símbolos que ya veremos qué recorrido tendrán: el referéndum del 1 de octubre y el lazo amarillo
¿Y la transición?
D.V. La transición es el periodo más difícil de trabajar, quizás porque todavía no sabemos qué se consolidará. Nosotros destacamos tres símbolos: la careta de la libertad de expresión del juicio a La Torna, y dos símbolos más que ya veremos qué recorrido tendrán: el referéndum del 1 de octubre y el lazo amarillo...
Hay símbolos que pueden cambiar de significado. Montserrat pasa de ser el símbolo del carlismo más españolista durante la guerra civil a identificarse con el independentismo últimamente...
D.V. Montserrat es uno de los símbolos más agradecidos gráficamente. No ha tenido una simbología clara: había estado vinculado al catalanismo, pero también al regionalismo (con una posible relectura en clave españolista). Puede haber una apropiación españolista, catalanista o independentista del mismo símbolo. En los años 30 se pide a la Virgen de Montserrat la salvación de la República... Y en las mismas fiestas de la entronización, en 1947, Montserrat tiene lecturas muy diversas, franquistas y antifranquistas... También pasa con Sant Jordi: en 1714 los Borbones rechazan la bandera de Sant Jordi porque la consideran la de los enemigos, pero más tarde Sant Jordi, reconvertido en San Jorge, se vuelve a incorporar al calendario festivo y se sigue celebrando la fiesta. Y el 20-N, a la muerte de Franco, en la capilla de Sant Jordi del Palau se hace una "capilla ardiente alegórica" del dictador.
¿Hay oposición a los símbolos del catalanismo?
D.V. ¡Claro! El más evidente es el lazo amarillo... Si no fuera pora la persecución de la justicia española, probablemente este lazo amarillo no habría tenido la misma proyección. No es el mismo caso de la estelada. La estelada fue perseguida desde un primer momento en el Estado español y hace recorrido en los casals catalanes en América. Y L'estaca: es un símbolo perseguido desde que sale, y por eso también es un elemento muy codiciado.
¿Algunos símbolos que tenían una dimensión regional, como la sardana o los castillos, acaban convirtiéndose en símbolos de país, como es eso?
D.V. Es la transición la que provoca el boom de las dos prácticas, que estaban más circunscritas localmente y que no estaban tan extendidas (la documentación que trabajo no permite decir que se prohíba la sardana como tal: durante el franquismo se autorizan bailes de sardanas, incluso en 1939).
El Barça no podía faltar...
D.V. Este es un símbolo innegable del catalanismo. A partir de la presidencia de Josep Sunyol, en el Barça, política y deporte se dan la mano, y no han dejado de darse la mano hasta ahora... Y es uno de los símbolos con los que yo, personalmente, he disfrutado más, porque nos ha permitido publicar, por primera vez, el único testimonio documental conservado de la pitada al himno español en el campo de Les Corts el 1925, que propició el cierre oficial del campo del Barça. Lo tenemos porque el Orfeó Català había participado en él y en su archivo se conservaba una foto de aquel momento.
Se encarga, personalmente, del último capítulo. ¿Qué explica?
D.V. Es un capítulo muy arriesgado, que intenta estar a medio camino entre lo historiográfico y lo periodístico. Es cierto que durante los primeros años de la transición, las batallas simbólicas estaban más restringidas a la batalla institucional (con los himnos y la bandera española como núcleo de polémica). Y a medida que avanza el tiempo, sobre todo a partir de que empieza el procés, el debate se canaliza entre senyera y estelada. El periodo democrático ha sido muy pobre en la creación de simbología política.