Daredevil fue de las primeras series realmente buenas de Netflix y también la primera basada en un cómic de Marvel que rompía con lo que habíamos visto hasta aquel momento. En plena efervescencia del UCM (Universo cinematográfico de Marvel), la serie adaptaba al personaje con un tono sombrío y realista, con unos planos-secuencia (herederos de Oldboy) que dejaban con la boca abierta y unos andanadas de hostias memorables. Pero no era solo la violencia: Daredevil acertaba de lleno con el retrato de la Cocina del Infierno y los claroscuros morales de todos sus habitantes, captando la esencia que autores como Frank Miller habían imprimido al antihéroe.

Daredevil acertaba de lleno con el retrato de la Cocina del Infierno y los claroscuros morales de todos sus habitantes, captando la esencia que autores como Frank Miller habían imprimido al antihéroe

Secuela y reboot a la vez

No es ninguna casualidad que su cancelación, en la extraordinaria tercera temporada, coincidiera con el inicio del declive creativo de Netflix, que empezó a abusar de algoritmo a la hora de dar luz verde a sus proyectos. Cuando Disney recuperó los derechos del personaje, empezó a correr el rumor que lo recuperarían para su plataforma manteniendo a los protagonistas del original. Y así ha estado. Primero lo vimos sacando brevemente la cabeza en Spider-man: No way home y las series She-Hulk y Echo, y ahora ha llegado Daredevil: Borne again, secuela y reboot a la vez que quiere preservar el estilo de Netflix pero introduciendo algunas variantes para adaptarlo al UCM. ¿Sale airosa? Sí. ¿Es tan buena como la de Netflix? No. Pero es compatible aceptar que se ha bajado un peldaño con seguir celebrando los hitos creativos de la versión televisiva de Daredevil.

Daredevil: Born again recupera de la serie madre el foco en los conflictos dramáticos de los personajes, los aires eventuales de tragedia griega y las siete pieces de acción rodadas con un entusiasmo contagioso

Daredevil: Born again recupera de la serie madre el foco en los conflictos dramáticos de los personajes, los aires eventuales de tragedia griega y las set pieces de acción rodadas con un entusiasmo contagioso. Pero su salto a la UCM comporta una cierta pérdida de aspereza (aunque solo en los primeros episodios, todo se tiene que decir), una estética más de viñeta en algunos pasajes y la puntualización constante que los acontecimientos pasan en un universo más amplio. No molesta, pero es verdad que no tiene la misma profundidad y algunas soluciones visuales resultan más canónicas. Se agradece que se entretenga en mostrar la carrera profesional de Matt Murdock (que, como ya hacía el director's cut de la versión fílmica de Mark Steven Johnson, coge aires de thriller judicial de los 70) y que dedique tanto metraje a reflexionar sobre el papel de la justicia y el heroísmo en una sociedad que enaltece sus monstruos (dile Wilson Fisk, dile Donald Trump). Pero, por lo contrario, no le van bien algunas decisiones formales, como la excesivamente pomposa banda sonora de The Newton Brothers. Lo que sigue funcionando como un trueno es la tensión entre los personajes principales gracias a unos guiones bien estructurados, unos directores muy solventes (entre ellos Justin Benson y Aaron Moorhead, autores de El infinito) y dos actores, Charlie Cox y Vincent D'Onofrio, que adoran sus papeles y actúan en consecuencia. Ahora que ha renacido, que tengamos este Daredevil para rato.