David Fernàndez y Anna Gabriel son muy conocidos como dirigentes políticos de la CUP, pero tienen otras facetas. Acaban de publicar August Gil Matamala. Al principi de tot hi ha la guerra (Sembra Llibres), una biografía de un personaje clave de la izquierda independentista catalana. El abogado laboralista Gil Matamala (Barcelona, 1934), un hombre muy discreto, pero que hasta fechas bastante recientes tuvo un papel destacado con su ayuda jurídica a sindicalistas, militantes comunistas, periódicos en catalán, periodistas democráticos, independentistas perseguidos... Para saber más sobre el libro, El Nacional ha entrevistado a David Fernàndez y Agustí Gil Matamala.

¿Cómo conocieron a los autores a Gil Matamala y cómo se originó este libro?
D.F.
Anna y yo llegamos a conocer a Gil Matamala, por vías diferentes, a finales de los años noventa, por temas anti-represivos. En los años 2000, los tres compartimos muchas cosas, en un ciclo álgido para los movimientos sociales, cuando se configura la etapa moderna del independentismo. En 2010 nace este libro. Un día Anna y yo, paseando, decidimos que queríamos saber qué había detrás de la legendaria discreción de August, porque nos habían llegado muchas historias sobre él que nos interesaban: su participación en la huelga de Roca Radiadores, su presencia en el juicio de Txiki, su defensa de los acusados en el caso Bultó, su enfrentamiento con Garzón por las detenciones de independentistes en 1992... La víspera del primero de mayo de 2010 le propusimos por mail hacer un libro sobre él. No pretendíamos tanto hacer una biografía, centrada en un personaje, sino usar su vida para explicar otra historia, la que nunca nos habían explicado. Eso funciona, y son 28 meses extraordinarios de inmersión en la historia silenciada del país. Y en septiembre de 2012, cuando las grabaciones están cerradas, salgo escogido diputado y tenemos que congelar el proyecto. Y cuando salgo de diputado, la otra autora, Anna Gabriel, entra de diputada a su vez. Pero si alguna cosa hemos aprendido de August es que siempre hay que mantener la palabra dada. Siete años después de empezarlo, con 5 años de retraso sobre las previsiones, hemos podido presentar el libro.

Vuestro libro es una biografía, pero también tiene muchas menciones a lo que pasaba en aquel momento en el país. Lo definís en algún punto, como "un libro de memoria contra el olvido". ¿Se quería hacer al mismo tiempo, una historia del país y de August Gil, o es que la vida de Gil Matamala es indisociable de la de Catalunya?
D.F.
El itinerario íntimo de August es un espejo muy fidedigno de la historia que no nos han explicado. En su trayectoria se encuentra la historia de centenares de personas anónimas, que lejos de los círculos del poder han hecho el país y lo han rehecho.

Esta es una historia que, o la explica la gente, o no la explicará nunca nadie, porque el poder, lo que quiere, es esconderla

¿Esta es la historia que os gustaría que os hubieran explicado a vosotros?
D.F.
Sí, en la tarea de hacer este libro hay una parte de carencia. La historia de la gente como August Gil Matamala es una historia que a muchos de nosotros no nos explicaron, como toda la historia del franquismo. En 1994, cuando estudio Políticas en la Universitat Autònoma, tengo que aguantar que me digan que la transición tiene un nombre propio, y que este es Juan Carlos I. Con Anna nos dimos cuenta de que teníamos que explicar a la gente más joven episodios de la historia más reciente. Es una historia que, o la explica la gente, o no la explicará nunca nadie, porque el poder, lo que quiere, es esconderla.

August Gil Matamala nace en una familia pobre de los vencidos, pero en la posguerra, en unos tiempos muy difíciles, consiguió ir a una muy universidad elitista. ¿Cómo lo hizo?
A.G.M.
Con considerable sacrificio por parte de la familia, la verdad. Aunque cuando estoy en condiciones de ir a la universidad, la situación familiar se ha estabilizado un poco: mi padre ya no está en el exilio ni en la prisión. Yo voy a la universidad en 1952, cuando mi padre hacía unos años que se había reintegrado a la profesión de maestro, como propietario de una academia, porque no lo admitían en el sector público. Yo hice todo el bachillerato con matrícula de honor, lo que fue un alivio para la familia y entré a la universidad gratis. También me pagué los estudios con el trabajo; por la tarde iba a la academia de mi padre, en l'Hospitalet, a dar clases de latín. Y evité gastos superfluos; mis compañeros de carrera tenían hábitos mucho más caros que los míos.

Gil Matamala, en la universidad, coincidió con numerosos personajes que posteriormente tendrán un fuerte protagonismo político, empresarial, intelectual...
A.G.M.
La universidad en aquel tiempo era muy elitista. Nos encontramos, de una extracción bastante popular, Solé Tura y yo, y eso hizo que nos entendiéramos bien. También Francesc Vallverdú venía de la pequeñísima burguesía. Pero en nuestra promoción había muchos hijos de notario, y gente de la aristocracia, de las grandes familias. Aunque de extracción diferente, nos fuimos agrupando gente que estábamos disconformes con la marcha del país. A muchos nos afectaba la sensación de ahogo, la falta de libertades, las inquietudes culturales... No podíamos leer los libros que queríamos ni ver las películas que nos interesaban... La represión religiosa había marcado mucho a la gente... Nos fuimos encontrando una serie de descontentos, de rebeldes... Yo tenía unas inquietudes más estrictamente políticas, pero todos estábamos molestos con la situación. Nos enseñábamos y aprendíamos los unos a los otros: fue un proceso autodidacta. Formamos nuestra cultura al margen de la universidad. Más adelante, con la aparición de gente como Octavi Pellissa, el grupo fue evolucionando hacia la izquierda, hacia el marxismo (un marxismo del que sólo teníamos unas pocas nociones). No tuvimos maestros, hasta que ya estábamos acabando la carrera, cuando entramos en contacto con Manuel Sacristán, que fue quien dio unos criterios ideológicos marxistas al grupo y nos condujo hacia su integración en el PSUC.

¿Cómo fue el ingreso en el PSUC?
A.G.M.
No entré en el PSUC solo. Lo hice con todos los compañeros de la universidad: fue una decisión colectiva. Estábamos muy unidos como grupo; Joaquim Jordà, Salvador Giné, Francesc Vallverdú, Solé Tura, Luis Goytisolo... Éramos un grupo que hablaba de literatura, de cine y de música, y que fue evolucionando hasta convertirse en una célula política comunista. Porque el PSUC unificaba la voluntad de luchar contra el franquismo. Para muchos era la única opción razonable, porque era la organización que estaba luchando de forma clara, a finales de los años 50, contra el franquismo.

¿Cómo encajaba Gil Matamala, un hombre tan inconformista, en un partido tan rígido y disciplinado como el PSUC?
A.G.M. 
Formamos la primera célula universitaria del PSUC en 1956. Yo aguanté hasta 1968. 12 años. Yo había heredado algunas ideas claras de lo que había sido la guerra civil, a través de mi padre, que había hecho la guerra, había pasado el exilio en Francia, había sido encerrado en prisión, había participado de la resistencia... Yo era muy pequeño, pero poco a poco me fui enterando de estas cosas... Mi enemigo era el franquismo, un régimen político que había destrozado la vida de mi familia. Pero el régimen se materializaba, sobre todo, en la represión católica, que es lo que me hizo sufrir más. ¡La Iglesia era una cosa! Yo heredaba la idea de que el partido comunista era bueno. Era bueno, porque era la forma de luchar contra un sistema que sentía que me atacaba. No era tanto una cuestión ideológica, era simplemente: o ellos o yo...

Si tanta gente que dice que ha corrido delante de los grises hubiera corrido delante de los grises, Franco no hubiera muerto en la cama

Gil Matamala desmitifica mucho la lucha antifranquista. La sociedad catalana, en conjunto, no consiguió mostrar firmeza ante la dictadura.
D.F.
Es así. Ahora que se habla tanto del relato, podríamos decir que hay un relato mitificado. Si tanta gente que dice que ha corrido delante de los grises hubiera corrido delante de los grises, Franco no hubiera muerto en la cama. Cuando reconstruyes la historia ves que no eran tantos. Era una minoría muy minoritaria, pero muy combativa, muy organizada... Sobre todo, procedente del movimiento obrero, que era el vertebrador de la oposición. Los que se dejan el cuerpo y el alma en las comisarías son los miembros del movimiento obrero. La historia del antifranquismo pivota desde el principio en el movimiento obrero, sin despreciar otras cosas que existieron. Pero los que se han dejado la piel en las luchas no siempre son los que han gestionado las victorias.

A.G.M. En los últimos años del franquismo se amplió mucho el abanico de la lucha antifranquista, pero eso ya fue a finales de los años sesenta. En los años iniciales éramos una minoría extremadamente reducida, y muy desconectada en grupos... Hablamos siempre de decenas de militantes... La Hispano-Olivetti, una de las grandes industrias de la época, tenía un grupo de militantes, pero no debieron pasar de 15 o 20 personas. Y eso era todo, en una fábrica que tenía miles de personas. Y había sectores más retrasados todavía. Era una lucha de minorías muy comprometidas, muy sacrificadas. Sobrevivieron por casualidad, los que aguantaron.

Durante el franquismo había silencio porque sólo hablaban unos y los otros eran obligados a callarse, y con la transición había silencio, porque no hablaba nadie

El libro recuerda la brutalidad de la represión franquista, que Gil Matamala siempre intentó combatir. ¿Cómo se siente cuando ve que se ha olvidado a tantas y tantas víctimas del régimen?
A.G.M.
Hubo una gran amnesia, que es una consecuencia de una mala resolución del final del franquismo. El franquismo no acabó de la forma que merecía, vencido y sometido a una verdadera expiación de sus brutalidades. El franquismo acabó en un empate de debilidades que hizo imposible una limpieza, y que dio lugar a la famosa amnistía del 1977-1978, que creó la situación de impunidad absoluta en que han vivido los crímenes del franquismo. No se ha podido juzgar a absolutamente nadie, ni por los crímenes de la guerra, ni por los de 40 años de dictadura. Una situación así sólo se puede aguantar con el silencio o con la amnesia. Si no se puede resolver una situación, lo mejor es no hablar de ella. Durante el franquismo había silencio porque sólo hablaban unos y los otros eran obligados a callarse, y con la transición había silencio, porque no hablaba nadie. Se dejó de hablar. Nadie defendía a Franco, pero tampoco nadie pedía cuentas. Hubo un silencio de las dos partes.

D.F. Fue un silencio muy sesgado. Cuando se habla de la amnistía del 1977 y 78 se suele hablar de la amnistía de los represaliados, pero en realidad la gran amnistía fue la amnistía de los represores. Lo que me parece peor es que se haya vendido como un modelo exportable. Ahora algunos países de América Latina nos han pasado la mano por la cara, con una revisión del pasado en profundidad.

El balance de la transición se resume en tres cifras: 114.226 cadáveres todavía en las cunetas, 188 muertes violentas por la violencia institucional y ultraderechista durante la transición, y ninguna reparación para los 65.000 represaliados del franquismo

En el libro se plantea el periodo de la transición como un tiempo de grandes renuncias.
A.G.M.
Una de las razones de la transición, de las renuncias de la transición, era la incapacidad de mantener por más tiempo una posición de confrontación. La oposición estaba exhausta. Había gente que llevaba 40 años de clandestinidad, viviendo de forma precaria, y quería poder salir a la calle tranquilamente. Había un enorme cansancio en algunos sectores de la oposición. Eso no justifica, pero sí explica, las ganas de acabar como fuera.

D.F. Algunos han vendido la transición como un gran éxito. Pero nosotros, al terminar el libro, hacemos otro balance, que se resume en tres cifras: 114.226 cadáveres todavía en las cunetas, 188 muertes violentas por la violencia institucional y ultraderechista durante la transición, y ninguna reparación para los 65.000 represaliados del franquismo (hasta el 2017 no se tomaron medidas tímidas para repararlos). Cuando ves eso piensas: ¿Qué tránsito a la democracia es este? Además, la guerra y la represión generaron grandes fortunas. No puedes entender el sistema económico catalán sin entender el sistema de poder. "En el principio de todo está la guerra", dice August Gil Matamala. El sistema de poder duro, en el Estado español, siguen siendo los mismos, los mismos que ganaron la guerra.

A.G.M. Acaba de morir la hija de Franco, en posesión de toda su fortuna, incluso con 2 estatuas del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago. Ningún juez las ha reclamado. Vivimos en un país que ya está bien...

Muchos de los compañeros de lucha de Gil Matamala renunciaron durante la transición a la autodeterminación, a la república, al socialismo, a la depuración de las élites franquistas... ¿Se sintió aislado?
A.G.M.
Yo había dejado el PSUC unos años antes de la muerte de Franco. Y si lo dejé fue, básicamente, porque apreciaba que el tipo de política que se estaba fraguando por parte del PCE y del PSUC llevaba a las renuncias de la transición. No tuve que esperar a la muerte de Franco para darme cuenta de ello. La mía fue una actitud preventiva: lo vi venir. Por lo tanto, no quedé decepcionado. Tenía la sensación de que habíamos perdido y que el instrumento de lucha al que yo había dedicado bastantes años de mi vida ya no me interesaba. Su previsible transformación en un partido del sistema no me interesaba. En la transición yo y muchas otras personas quedamos descolgados de la política real.

Es evidente y seguro de que si tienes poder acabas haciendo lo que no pensabas hacer en la vida

¿Gil Matamala nunca se sintió tentado por el poder?
A.G.M.
Es evidente y seguro que si tienes poder acabas haciendo lo que no pensabas hacer en la vida. Es inevitable. Jugar a la contra es mucho más gratificante: puedes mantener tus razones, no renunciar a nada y sentirte moralmente satisfecho. Quizás no verás nunca tus objetivos cumplidos, pero has puesto unos adoquines en el camino que lleva a la utopía. Si estás en el poder tienes que transigir con la realidad. En mi caso, cuando tuve un poco de poder, ya tuve esta sensación de ir hacia un lugar turbio. A veces me preguntaba si lo que estaba haciendo era lo correcto. Tuve la sensación de que si continuaba así, tendría que renunciar a muchas cosas, decir muchas mentiras... Una frase espantosa que oí que decía Gregorio López Raimundo a un militante comunista: "Tú estás en el partido para tragar culebras". Yo no quería "tragar culebras".

Gil Matamala fue abogado destacado de los grupos armados independentistas, pero él afirma que no se sintió muy cómodo en aquel entorno, ¿por qué?
Eso es constante en nuestra profesión. Si eres abogado, defiendes a los tuyos. Eso no quiere decir que como personas, ni como políticos, ni como militantes, te satisfagan... Y a pesar de todo, los estás defendiendo. Tú defiendes a una persona a la que se acusa de una serie de cosas y tienes que ayudar a que salga el mejor parado posible, o libre o con el mínimo de prisión. Si no estás muy conforme con su forma de lucha, es normal. Tú estás ejerciendo una función técnica, y eso lo haces tanto con el militante político como con cualquier persona que pida tus servicios. Yo he defendido cosas indefendibles: he defendido a un carnicero que mató a su mujer con un cuchillo de su establecimiento. Una parte de mí no se siente muy cómoda con eso. Pero ejerces un servicio público. Tienes que ayudar a la persona que acusan y hacer que la aplicación de la ley sea lo más justa posible. Durante el franquismo defendí a militantes antifranquistas que hacían cosas rarísimas, con las que no podía estar de acuerdo. Pero los defendía, porque estaban en el bando de los luchadores antifranquistas. En la época profesional de los años 80 me dediqué a defender todas las causas contra la izquierda independentista, armada o no... Muchas veces con muchas dudas, y con cierta incomodidad, quizás porque no compartía al 100% su actuación. Pero los abogados no pueden pretender tener como cliente al inocente perfecto.

Gil Matamala es el primer jurista que consigue una sentencia de Estrasburgo contra el reino de España

Tenía fama de ganar muchos juicios... Hay quien dice que los ganaba todos.
A.G.M.
He procurado hacer mi trabajo lo mejor posible. En algún caso he tenido éxito, pero también he tenido muchos disgustos.

D.F. En el ámbito jurídico hay mucha gente que le reconoce la solvencia como jurista, como laboralista o como penalista. Es el primer jurista que consigue una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos contra el reino de España, por el caso Bultó, tras 8 años de lucha...

Lo que pasa hoy tiene unas bases en los recortes del Estatut de 2010, pero también tiene sus bases en una gente que nunca ha renunciado a la autodeterminación ni a la justicia social, y que las ha considerado indisociables

Reivindicar ahora a Gil Matamala, ¿es también una forma de reivindicar los méritos del independentismo histórico, en unos momentos en que parece que sólo se canten los elogios de los autonomistas pasados al soberanismo?
D.F.
Sí. Un sí rotundo. Es muy necesario dejar constancia de eso. Las utopías siempre se han construido al margen del poder. En la historia todo se liga y todo se disloca. Lo que pasa hoy tiene unas bases en los recortes del Estatut de 2010, pero también tiene sus bases en una gente que nunca ha renunciado a la autodeterminación ni a la justicia social, y que las ha considerado indisociables. Esta gente son los picapedreros anónimos que han mantenido la llama. Con el de August van una serie de nombres: las hermanas Serra, Julià de Jòdar... Gente que luchó en soledad durante años por una cosa que ahora es central en el país... La lucha no sólo es de ahora, inmediata, sino que viene de muchos vericuetos y derrotas de la historia. Esta lucha enlaza con la de los maquis, con la de los fusilados del Camp de la Bota, con la de Puig Antich...

¿Este libro sobre August Gil Matamala pretende ser una reivindicación del papel de una gente que ha sido escondida por la historia oficial?
La historia es un campo de batalla del poder, y nosotros la queríamos explicar desde abajo... Esto es una restitución de una parte de la historia que no nos han explicado. Para nosotros es una parte central de cómo debemos descodificar la historia, para hablar del pasado, pero también del presente y del futuro.

Según mi experiencia en defensas políticas, en este caso, sería más rentable, incluso para los intereses personales, ejercer una verdadera defensa política colectiva sin ninguna renuncia

El independentismo está sometido quizás al ataque jurídico más serio que ha sufrido nunca. Con su experiencia de lucha contra la represión, ¿cuál es su visión de la situación actual?
A.G.M.
Defensa política quiere decir que lo que se defiende sigue haciendo política. El que ha cometido un delito común, se defiende él, y basta. Los que hacen una defensa política, en el procedimiento, tienen que entender todas las fases del juicio como momentos de hacer política. Y lo que yo estoy observando, con un cierto desconcierto, es el intento de disociar de la política la lógica y legítima defensa de una persona que se expone a unas penas de prisión importantes. Según mi experiencia en defensas políticas, en este caso, sería más rentable, incluso para los intereses personales, ejercer una verdadera defensa política colectiva sin ninguna renuncia.