He quedado con David Trueba en las nuevas oficinas de Anagrama. A las 11 de la mañana de un jueves, el piso de Pau Claris que ahora esconde la sede de la editorial barcelonesa parece una escena estrecha de una vieja película de los hermanos Marx: muchas cajas llenas de libros por todos los rincones y gente, desde los trabajadores de la casa a lampistas colocando los últimos enchufes, yendo y viniendo por los pasillos. Al final del corredor principal está el despacho del fundador del sello: Jorge Herralde. Con él David Trueba. Lo espero en una sala contigua. Aparece cinco minutos después. David Trueba es todo el que te esperas de él: amabilidad, simpatía e intelectualidad. "Hemos estado hablando de política", me comenta después de presentarnos. Nada extraordinario teniendo en cuenta que Queridos niños, la nueva novela del escritor y cineasta madrileño es un retrato del mundo de la política y las criaturas feroces que lo habitan. Una sátira sobre la democracia contemporánea que se acaba convirtiendo en una profunda analítica del alma humana. David Trueba se entretiene un momento mirando los libros que hay en una de las estanterías de la sala. Termina el repaso bibliófilo, se sienta y empezamos.
¿Cuál es el último libro que has leído?
Ahora mismo estoy leyendo Los inquietos (Gatopardo, 2021), el libro de la Linn Ullmann, la hija de Bergman. Pero el último que he leído que realmente me ha gustado ha sido El hombre de la bata roja (Anagrama, 2021), de Julian Barnes. Un libro curioso, que empecé sin mucha fe.
¿Por qué?
Los últimos dos o tres libros de Barnes no me habían dicho nada, pero aques... Es un libro sobre un cuadro y Barnmes reconstruye la vida del protagonista de la pintura: Samuel Jean Pozzi, un médico ginecólogo de finales del siglo XIX. Fascinante.
¿Terminas todos los libros que empiezas?
Ahora ya no. Antes, cuando era joven, me costaba mucho dejar los libros, aunque me constaran y no los entendiera. Ahora cuando hago charlas a institutos es una de las cosas que les digo: hay escritores que me han costado mucho y en lugar de pensar que eran un coñazo, lo que creía era que yo era un inútil que no estaba a su altura intelectual. Ahora la actitud es la contraria: si el libro no me atrapa en las primeras 15 páginas, lo dejo.
Eres más sabio.
No me siento más sabio. No es esta la cuestión. Después de tantos años de lectura, me siento más preparado para juzgar. También oigo que me queda menos tiempo y dedicarle horas a un libro que no me gusta ya no me motiva.
¿Piensas mucho en el hecho de que ya has vivido más de lo que te queda para vivir?
No pienso mucho, aunque no sé cuánto es mucho.
En cuestión de tiempo, todo es relativo y subjetivo.
Sí que pienso en el paso del tiempo, que voy haciendo años y que cada vez soy más mayor. Pero siempre he estado así.
¿Mayor?
Reflexivo con el paso del tiempo. Y he llegado a la convicción de que he entrado en una etapa de mi vida que oigo que ya no puedo perder el tiempo.
He entrado en una etapa de mi vida que oigo que ya no puedo perder el tiempo
Has aprendido a decir que no.
He aprendido a decir que no, pero también he aprendido a no malgastar el tiempo enfadándome o preocuparme por pequeños o grandes problemas.
¿No te preocupa nada?
De larga duración no, porque entiendo que todo forma parte de este pequeño accidente que es la vida.
¿Si te murieras ahora mismo, qué es lo que echarías más de menos?
Más allá de la gente que quiero: la familia y los amigos, la curiosidad. Buñuel decía que una vez muerto, lo que más le gustaría sería salir de la tumba cada 10 años, leer el diario y volver al agujero. Yo, lo mismo.
¿En el aspecto más vital y personal, te sientes en paz contigo mismo?
Mucho. Voy a dormir bastante tranquilo. Y cuándo hay alguna cosa que me perturba: una discusión con un amigo, con mi hijo... intento solucionar el problema en menos de 24 horas, porque no me gusta vivir en este estado de preocupación. Tenía un amigo productor de cine con deudas millonarias. Lo vi muy tranquilo y le pregunté si podía dormir bien a las noches. Me respondió que si debiera muy poco dinero no podría, porque estaría todo el tiempo pensante como conseguir devolverlos, pero que como la deuda era tan grande sí que dormía bien, porque sabía que no podía pagar a nadie. A mí me pasa lo mismo, las cosas pequeñas son las que me hacen perder el sueño.
¿La literatura, el hecho de escribir, te ayuda a dormir bien? De hecho, Queridos niños, tu nueva novela, no deja de ser una gran reflexión sobre el hecho de vivir.
Este libro sale de una cierta proyección. No me gusta juzgar los mundos sin estar dentro de ellos. Si hablo de alguna cosa, me introduzco en aquel universo e intento hablar de cómo sería yo y cómo me movería en aquel universo, para entender a las personas que viven allí, pero también con un elemento crítico muy importante. Desde niño que soy muy crítico con el mundo y conmigo mismo. Nunca me he casado con las versiones oficiales, pero tampoco con los que las rompen. En este todo, la literatura ha sido mi vocación desde la infancia. Mantener vivo este entusiasmo me parece uno de los grandes triunfos de mi vida: todo está diseñado porque perdemos la ilusión por las cosas con el paso de los años. Yo mantengo el entusiasmo por la literatura.
¿Qué te exige cada nueva novela?
Una cierta ruptura con todo lo que ya he conquistado. Si ganara un premio de Fórmula 1, lo dejaría para pasarme a Moto GP. Soy así.
Cada novela me exige una ruptura con todo lo que ya he conseguido
Es por eso que diversificas tu radio de acción creativa: literatura, guiones de películas, dirección de cine...?
Sí, pero sobre todo por lo que decía Fernando Fernán Gómez: "en un país como España una persona no puede sobrevivir con un único oficio". Si tienes muchos oficios, cuando se te cierra una puerta, tienes muchas de otras por abrir. De la misma manera que, tener varios oficios, te permite mantener vivo este entusiasmo del cual hablaba: es muy difícil acabar una novela y ponerte a escribir una nueva de manera automática. Hay amigos míos que lo hacen y los admiro, pero en mi caso, repelo todo lo que se convierta en oficinesco y reiterativo.
¿No sigues rutinas de trabajo?
Sí, pero únicamente cuando estoy trabajando, después me concedo temporadas de disipación y observación.
¿De dónde surgen las ideas para las novelas?
Surgen accidentalmente: una noticia en el diario, un viaje, una historia que te explica alguien... De allí surgen las ideas y casi siempre van vinculadas a un personaje o a cierto tipo de personaje que encarna aquella idea. Llegados aquí, dejo que la idea vaya creciendo. Y muchas veces conviven varias ideas a la vez.
¿Y cómo escoges la idea en que acabas trabajando?
Es como una carrera de caracoles. Primero uno avanza mucho, pero después se detiene y avanza otro. Y así todos, hasta que uno acaba llegando a la meta.
¿Desapareces del mundo cuando te preocupas en un nuevo proyecto?
Siempre dejo una ventana abierta, porque casi siempre reflejan cosas vinculadas al momento que estamos viviendo. Aunque no me gusta que sean novelas esclavas de su momento. Queridos niños es un caso bien evidente, no quería que cayera en una trampa coyuntural, haciéndola muy válida hoy, pero caduca dentro de 20 años. Las cosas pasan muy rápidamente, por eso no tiene mucho sentido escribir refiriéndote a hechos muchos concretos. Tienes que intentar tener una mirada abierta y global, hacia el futuro pero también hacia el pasado. Porque los sucesos tienen una significación en un contexto. No me gustan las distopías que pasan en lugares que nadie conoce en un tiempo que no sabes identificar.
En Saber perder situabas el relato en el mundo del fútbol; en Tierra de Campos en el del rock... Era inevitable que, como has hecho en Queridos niños, acabaras hablando de política.
Cuando empecé a trabajar en el libro, me sorprendía a mí mismo que la política no estuviera más presente no sólo a mi obra sino a la literatura española en general. Y no sólo la política tratada como un hecho que nos repercute en todos los comunes, sino la política como oficio. Me gusta que se trate la política como lo que es: la democracia contemporánea, un método que parecía infalible, pero que ha acabado en fallida.
Me gusta que se trate la política como lo que es: la democracia contemporánea, un método que parecía infalible, pero que ha acabado en fallida
¿Por qué?
Porque toda una serie de personas han conseguido llegar al poder desde el cinismo, el rencor, la confrontación... El contrario total a que realmente representa la democracia. Es de esta manera que los demagogos han hecho de la democracia un totalitarismo electivo. No se trata de votar y escoger a tu presidente, sino que este respete y escuche los que no han ganado. Una lectura de la democracia que en los últimos 10 años nos está llevando al abismo. Y eso también lo tiene que tratar la literatura. El libro empieza como una especie de tratado de los profesionales de la política hasta que en su momento culminante se pregunta qué es antes la sociedad o los políticos.
Y la conclusión es...?
Hablando de nuestros políticos hablamos de nuestra sociedad. Nos guste o no, los políticos son los representantes públicos de nuestra sociedad. Los políticos son como son porque la sociedad demanda eso. Y está aquí donde entran estos 'queridos niños'.
Que es la manera en que el protagonista de la novela se refiere a los votantes.
Y con ellos se completa la ecuación, y con esta la novela que quieres hacer: el título, la significación.
Y esta es...?
Que todo eso que hacen aparentemente por motivos de intereses personales, también lo hacen para seducir en las masas.
¿Qué importancia tienen los títulos en tus novelas?
¡Mucha! No escribo una palabra de una novela sin tener antes el título.
¿Cuál es tu título de novela favorito? De tus novelas, mi favorito es Saber perder.
Hay muchos libreros que opinan justamente el contrario. Me dicen que, aunque se vendió mucho, con otro título se habría vendido mucho más. El ruido y la furia de William Faulkner, Aeste lado del paraíso de F. Scott Fitzgerald... Me parecen grandes títulos. Hemingway era un gran titulador: Por quién doblan las campanas es un título incontestable. Y lo mismo El viejo y el mar o Adiós a las armas. La gente ya no lee a Hemingway, pero se sabe los títulos de sus novelas, porque son muy buenos.
Dices que todas tus novelas van vinculadas a un personaje. En una entrevista de hace años para la revista Panenka me explicabas que para Saber perder te inspiraste en la figura de Javier Mascherano...
Eran tres los jugadores que me inspiraron: Mascherano, Saviola y Aimar. Cuando publiqué la novela la gente pensaba que los referentes eran Messi y el Kun Agüero, pero los libros empiezan a escribirse muchos años antes de que se publiquen, cuando menos en mi caso.
¿En qué estrella del rock te inspiraste para el protagonista de Tierra de Campos?
En este caso en ninguno en concreto, por ser un universo, el de la música, más próximo al mío. Citaré algunos nombres que podrían tener ciertas similitudes con el protagonista de la novela, pero que no fueron una referencia tan evidente como las que he utilizado en las otras novelas. Me refiero a gente como Coque Malla y Los Ronaldos, Los Secretos, El Último de la Fila o Nacha Pop. Artistas con una trayectoria de más de 30 años que han experimentado todo el proceso vital: amigos de adolescencia que montan un grupo para pasárselo bien y tienen un éxito estratosférico que acaba separando más que uniendo. Todo eso sumado a los procesos vitales de relaciones, rupturas, hijos...
¿Y en Queridos niños, cuáles han sido las figuras referentes?
Me hablan del tándem Miguel Ángel Rodríguez y Ayuso, pero pasa como con Messi y Agüero: no estaban a primera división cuando empecé a escribir el libro. Me he inspirado más en figuras como Boris Johnson, Dominic Cummings, Steve Bannon... pero adaptándolos a las singularidades del mapa político español.
Me he inspirado más en figuras como Boris Johnson, Dominic Cummings, Steve Bannon... pero adaptándolos a las singularidades del mapa político español
Personajes execrables con los que, de mala gana y enrabiado contigo mismo, acabas empatizando.
Y eso tiene que funcionar una novela. Si tus sentimientos por un personaje son los mismos al principio que al final de una novela, es que alguna cosa falla. Escribir es intentar entender el género humano. Este es el valor social de la literatura. Queridos niños es una autobiografía del rencor, porque hay un momento en la novela en que Basilio, el protagonista, empieza a explicar por qué él es como es: cínico, egoísta, manipulador... Un ser sin corazón.
Y a medida que te lo explica lo vas entendiendo, aunque no te guste.
Y este es el drama mayor del ser humano, que es autor de su biografía. No vale justificar tus hechos del presente por los traumas que has sufrido en el pasado.
¿Los libros, la cultura, pueden cambiar el mundo?
La cultura puede cambiar a los individuos, pero no las sociedades. Por eso es tan triste que vivimos en una sociedad como el actual en que la cultura está tan menospreciada. Nunca antes en la historia de la humanidad la cultura había estado tan degradada.
¿En qué estadio se encuentra La Sagrada Família, tu docuserie sobre los Pujol?
Ya está acabada y entregada. La serie empieza con la creación de Pujol como icono y finaliza con la deja. Si no se ha estrenado todavía es porque Discovery, la cadena que lo ha producido, está pendiente de crear su propia plataforma y la quieren estrenar cuando esta ya esté en funcionamiento. Me gustaría decir, sin embargo, que no me gusta hablar de los Pujol en general. Creo que Jordi Pujol es una cosa y los Pujol, otra. Y cuando hablo de Jordi Pujol me pasa el mismo que cuando lo hago de Juan Carlos, al rey emérito: no es tanto su figura como la placenta de la cual eran el centro. Y es una placenta fea.
¿Por qué?
Porque es una placenta vinculada a la corrupción y a las élites hiende pasta sin escrúpulos. Y se puede ganar dinero sin escrúpulos de forma legal, pero seguirá siendo un acto moralmente muy reprobable.
¿Ha hablado todo el mundo que quisieras que hablara?
Jordi Pujol, como la monarquía en España, eran elementos intocables para proteger el sistema. Pero yo, a través de la literatura, el cine o el periodismo, me he dedicado a desacralizar todo aquello que parecía sagrado. Y lo he hecho porque todo aquello que creemos sagrado acaba perjudicando al colectivo, porque eleva una figura por encima del resto. Y este trabajo de desacralización no significa pisar a todo el mundo, sino ser crítico incluso con personajes que admiras.
Sorprende que la política no esté más presente en la literatura española
Hasta hace nada vivíamos en el oasis catalán.
En Catalunya no se ha querido escuchar a nadie que tuviera malas noticias. Y eso también ha pasado con el procés: mucha gente no ha querido escuchar las voces que lo hacían fuera de los términos aceptados.
¿Ahora estás trabajando en una docuserie sobre la familia real, verdad?
Sí, se llama La vida real y tiene el rey Juan Carlos y la reina Sofía como centro neurálgico. Y por extensión, las personalidades que se van dando en un hecho tan chillón y extemporáneo como la sucesión sanguínea, la convivencia de las monarquías con la democracia, los negocios y la democracia, la vida familiar y la monarquía...