Se llamaba Eugeni Jofra Bafalluy, trabajaba de joyero, discreto, poco hablador, y su vida dio un giro radical cuando conoció a Conchita, una carismática andaluza que trataba de abrirse camino en el mundo de la música. Junts formaron Els Dos, un dúo que seguía los pasos de la Nova Cançó en aquella Barcelona de los años 60 que, huyendo del gris franquista, empezaba a abrirse a una cierta modernidad. Eugeni y Conchita tocaban en algunos locales hasta que, un día y por azar, él tuvo que actuar a solas ante el peligro, como Gary Cooper, tirando del que hasta entonces era solo un recurso para llenar los espacios entre canciones: explicar chistes e historietas que despertaban las risas de los espectadores; unas risas que se han visto valoradas en los Premios Gaudí de este año.

🟠 Premios Gaudí 2024: fecha, nominados, presentadores y todos los detalles de la gala
 

🟠 Nominaciones a los Premios Gaudí 2024: lista de nominados
 

De la noche a la mañana, Eugeni Jofra Bafalluy pasó de músico discreto a humorista ovacionado, y su popularidad no dejaría de crecer hasta convertirlo en un icono inmortal. La biografía del cómico incluye muchos de los clichés de los peligros de la fama, con un descenso a los infiernos de la droga, tal como se explicaba en un documental sobre su figura. Pero Saben aquell, el filme que nos ocupa —y que se estrena este miércoles— prefiere más retratar aquel periodo de tiempo concreto en que la vida de Eugenio giró como un calcetín: primero enamorándose, después conociendo un éxito brutal, finalmente llorando (por dentro) la muerte de la mujer de su vida.

Foto: Europa Press

Dirigida por David Trueba, la película propone un viaje en el tiempo que tocará la fibra de los espectadores catalanes, haciendo una mirada cariñosa a una leyenda del humor, sugiriendo a sus demonios interiores pero sin hacer sangre, y añadiendo a la trama de forma juguetona y bien eficaz un puñado de cameos con mucho sentido. Sin embargo, por encima de todo, Saben aquell juega la carta de una pareja protagonista excepcional: ella es una Carolina Yuste que no deja de iluminar la pantalla, y él, un David Verdaguer que hace un trabajo brutal y sutil, mutando en un Eugenio con alma (y con la alegría que lo caracteriza, la procesión va por dentro), que nunca cae en la caricatura.

"Tenía muy claro que quería hacer la película, pero también me daba miedo", nos confiesa el actor maresmense en una larga conversación con Revers. Con Saben aquell, Verdaguer da un paso adelante en una carrera que vive un buen momento: pronto estrenará La casa, sobre el cómic de Paco Roca, y en enero vuelve a los escenarios catalanes con Elling, la obra de Simon Bent que llegará a la Sala Villarroel de Barcelona. Volviendo al miedo y a Eugenio, el intérprete nos explica: "Lo hablé mucho con David Trueba, y él insistía mucho en que no teníamos que hacer una imitación, no teníamos que hacer un Carlos Latre, para entendernos. Era cuestión de coger la energía del personaje, y fue un proceso interesante. David es un director que disfruta mucho del trabajo con los actores, pero pasa una cosa con los que somos inseguros, como yo: hostia, ¡es que no te dice nada! En el buen sentido, eh, quiero decir que si no dice nada es que lo que haces está bien. Pero claro está, a veces te quedas con la duda", explica.

En todo caso, es casi imposible no hacer un poco de imitación.
David me insistía mucho en que no me obsesionara, porque soy un tipo muy obsesivo. Por ejemplo, me tenía que corregir bastante a un nivel de... yo hablo muy rápido y Eugenio hablaba muy lento. Creo que más o menos tenía controlado el tono de voz. Y las pausas. Pero es verdad que yo hablo más rápido que él. También es cierto que si lo hubiéramos hecho con al tempo real de Eugenio, la película duraría más de cuatro horas. Pero sí, él me insistía en que no me obsesionara, porque la realidad es una cosa y la ficción es otra. Me hacía explicar los chistes sin ensayar, en directo, con los extras en frente, un público real. Buscaba esta chispa que tienes cuando tienes que disimular los nervios. Me ponía muy al límite, supongo que por esta cosa, que también tiene el personaje, del síndrome del impostor. Esta ansiedad interna que Eugenio tenía, detrás de los silencios y la seriedad. Y cuando reproduces un momento como el de las actuaciones en directo... ¡no quieres fallar, no quieres hacer mofa ni caricatura, no quieres liarla parda!

Ahora me queda hacer una peli de Millán Salcedo, y ya me puedo morir

Toda una generación conoce muy bien los chistes de Eugenio. En la película salen unos cuantos, pero te confieso que he echado de menos dos o tres muy míticos...
Yo me sabía un montón, no sé cuántos, pero ya sabes que hay chistes ligados al argumento, a lo que pasa en cada secuencia. Pero mi favorito no sale: el de las ovejas, las blancas y las negras. Lo filmamos, eh, y... ¡no sale! ¡No sale! Yo le decía a Trueba que lo teníamos que incluir, pero creo que él prefería el del eclipse, que sí suena en off.

Tampoco sale el de Amadeu y el Cirili con el diario bajo el brazo. El papa está loco, el papa está loco... Pero, claro está, este es demasiado largo.
Es verdad, es buenísimo, aquel chiste. Es que claro, hay tantos... Y también mola mucho ver cómo le funcionaba el cerebro a Eugenio. Es decir, era un tío que cogía los chistes y los transformaba a su manera. El del buhíto, el del precipicio... Era increíble, este tipo era increíble. Ahora me queda hacer una peli de Millán Salcedo, y ya me puedo morir. Hago eso y me puedo morir.

Hablabas de que te ponía al límite interpretar los chistes en público. No me parece tan diferente a los shows que venís haciendo con Oscar Machancoses. Los Dos Machos Verdes Fritos o, ahora, el Dos Señoros.
Lo que hacemos se parece más a lo que hacían el Gran Wyoming y el Reverendo, salvando las distancias, que lo que hacía Eugenio. Pero sí, claro, yo también me he enfrentado un poco al stand up. También lo hacía en el programa Tabús. Hacer teatro me ha ayudado mucho, evidentemente. Trueba tenía muy claro que el actor que hiciera de Eugenio tenía que ser cómico, tener comedia en la vida.

Foto: Quim Vives

Hay una idea que secierne sobre Saben aquell: el humor es la salvación, asegura la supervivencia, eso le pasa a alguien tan íntimamente triste como Eugenio. Y si tenías dudas, se te quitarían haciendo un programa como Tabús, que hacía cachondeo con personas de colectivos particularmente sensibles (adictos, enfermos...).
Sí, el humor es la manera más seria de enfrentarse a las cosas. El humor te da distancia suficiente como para poder ver las cosas con perspectiva. El humor nos salva la vida, lo he dicho siempre, pero sin querer hacer metáforas cutres al estilo Paulo Coelho. Lo creo sinceramente. A mí me la ha salvado. Reírse de ti mismo, de lo que te pasa, porque si no acabaríamos muy jodidos. Eugenio se refugiaba ahí. O quizás más bien lo utilizaba para evadirse de la realidad.

Viendo Saben aquell, no tengo claro si sois o no sois dos gotas de agua.
Mira, me calmó mucho ver Elvis. Piensas que son igualitos y entonces, al final de la peli, te ponen las imágenes del Elvis Presley de verdad y no se parecen nada. Eso es una putada para el actor, y pienso... ¿por qué mostráis las imágenes reales? Pero es verdad que la cosa es pillarle la energía, y la máscara del personaje, la barba, que sí que es mía, el pelo, que también es mío. La nariz, no, la nariz es postiza, insistí mucho en utilizarla porque me daba seguridad. Y al final es verdad que te tragas la semejanza física. También llevaba unos zapatos con alzas, porque yo no soy especialmente alto, y llevaba una cosa así como de drag queen, que me hacían como siete centímetros más alto. Creo que otros actores bastante más famosos lo llevan, y te tengo que decir que resulta un poco inconveniente, porque te sube los glúteos y el culo [ríe].

He hecho pelis maravillosas, he hecho pelis de mierda, pero la gente que me he encontrado es increíble

Esta es la película sobre Eugenio, pero también lo es sobre Conchita. Y Carolina Yuste hace un trabajo espectacular.
Me resulta muy fácil hablar bien de Carolina. No solo lo hace muy bien, es increíble la emoción que transmite. Como escucha, como mira... ¡y como canta! Lo que hace Carolina es muy difícil, porque ella es el corazón de la película, pasa por millones de lugares. Conchita es una mujer de la época, más bien cuidadora, que no se pone nunca delante. Tenía talento para cantar y vio que tenía que dar un paso al lado para que él creciera, y eso no tiene que ser fácil. Siempre pienso en el Pescaílla y Lola Flores, que fue como a la inversa. Una opción muy generosa. Y la Yuste lo ha hecho todo muy fácil.

¡Es increíble el catalán que habla en la película!
¡Es brutal! Es que es una actriz maravillosa con la cual repetiría muchas veces, es una kamikaze, lo hace todo bien, la cabrona. ¿Se tiene que rodar en catalán? Vamos. ¿Cantar? ¿Tocar la guitarra? Es muy fuerte, esta mujer, y muy divertida. ¡Y es muy buena compañera! De hecho, he tenido mucha suerte, porque con casi todas las actrices con las cuales he trabajado me he portado súper bien y las quiero mucho. Te lo juro, es que no puedo hablar mal de prácticamente nadie. Todo el mundo tira nuestras mierdas, tal cual, pero yo he tenido una suerte... he hecho pelis maravillosas, he hecho pelis de mierda, pero la gente que me he encontrado es increíble.

¿También te ha pasado con David Trueba?
¡Sí, y tanto! Me he enamorado un poco de él. Creo que es la persona más culta que conozco, pero, al mismo tiempo, es cero pedante. Trabajar con él me imponía, porque es un señor que leo y que me gusta mucho. Un tipo muy inteligente, pero que escucha, que recibe, es una cosa increíble. Y muy buena persona. Yo de mayor quiero ser este señor. Y nos hemos entendido muy bien. Después de los Javis, llegan los Davids.

Foto: Quim Vives

Uno de los grandes temas de Saben aquell es la gestión del éxito. A otro nivel, ¿pero como lo gestionaste tú cuando empezaste en APM haciendo del Reportero con Bigote?
Yo tenía 21 años y tengo que decir que no me costó mucho gestionarlo. Es que yo, entonces, era un motivado [ríe]. Una vez me dijeron una frase muy buena: la fama no hace a los imbéciles, sino que les descubre. Quiero decir que los imbéciles ya lo son de base. Creo que a mí el teatro siempre me ha mantenido muy de pies en el suelo. Es decir, cargar una furgoneta para ir a hacer un bolo en Galicia, y que haya cuatro espectadores, eso no me ha hecho mejor actor, pero sí que me ha hecho mejor persona. O mejor profesional. A mí, hacer teatro me ha salvado la vida para no fliparme. Yo pienso en la gente joven de 19 años que lo rompe en la serie Élite y que no puede caminar por la calle, y pienso, uau, ¡que tengas mucha suerte! No era mi caso. La gente que me encontraba por la calle era muy amable, y yo solo era conocido en Catalunya. Pero Eugenio... claro, él lo flipó. Un poco lo que le pasó a Dani Rovira, ¿no? Todo el mundo quería hacer una caña con él. ¿Cómo se gestiona eso? Pues no lo sé, porque no me ha pasado. Y estoy muy agradecido que no me haya pasado, ¿¡eh!? Mucho.

¿Un personaje como este se percibe como un punto de inflexión?
No lo sé, pero sí que estoy orgulloso. Sí es un proyecto especial, yo lo he vivido un poco así. Ahora que hablábamos de Dani Rovira, lo que habría sido un punto de inflexión sería haber hecho de Superlópez. El catalán fastidiado, Superlópez. La única posibilidad de que mi hija me hubiera visto volando. Me habría encantado. Yo soy muy friqui del humor. Yo me recuerdo con 16 años, que ahora quizás parece muy normal pero entonces no lo era tanto, y ya me conocía a Tip y Coll, Eugenio, Gila y los Monty Python. ¡Con 16 años descubrí el Flying Circus! Tengo una obsesión con el humor.

Hacer teatro me ha salvado la vida para no fliparme

Me has dicho que estabas orgulloso del trabajo y de la película. ¿Te pasa a menudo?
A ver, para los que habitualmente hacemos teatro, eso de verte en una pantalla grande... hostia, no es una cosa fácil para mí. Me cuesta mucho. Es verdad que estoy aprendiendo a tomármelo con más distancia, cada vez más. Tampoco he hecho tantas pelis, diez o doce. Estoy aprendiendo, poco a poco.

¿En qué momento dirías que te llega Saben aquell?
Joder, qué pregunta. Yo qué sé. Sobreviviendo, como todo el mundo. ¿En qué momento estoy? Acabo de hacer 40 años, entonces... creo que me llega en un momento de una cierta madurez. Dentro de unos años, no lo sé, a los 50, o bien directamente dejo este trabajo, el teatro, porque lo paso mal con el teatro, o ya le doy la vuelta y me lo tomo como lo que es: un juego y un oficio. No estamos operando a corazón abierto ni jugándonos la vida de nadie. Quiero decir que... o paso el juego y doy el salto, o me marcho.