El péndulo de la conversación pública nos tiene hablando sobre el deseo. Preguntándonos si es mejor desear o ser deseada, valorando qué tiene de espontáneo o de condicionado, buscando verdades que, aunque sean incómodas, nos puedan servir de consenso para construir algo. De las conversaciones saca la cabeza una sospecha sobre la utilidad de las palabras para pensar este término. Con ellas no es suficiente o, quizás, lo es demasiado. A cada frase se hace más evidente que intelectualizando el deseo corremos el riesgo de caer en reduccionismos que el mismo concepto rechaza. Por eso cuando alguien habla desde otro lugar, sentimos que por fin corre el aire.
El deseo es la gotera que cae en un barreño negro, en el Espai 13 de la Fundació Miró. Alba Mayol ha transformado la sala en un ser vivo que se mueve, emite sonidos, huele y supura agua, empujándonos fuera del afán de categorización del lenguaje para que pensemos el deseo de otra manera. La artista considera que "el deseo hace que esté vivo todo aquello que no parecía poder estarlo", y es en esta imprevisibilidad e indeterminación que puede fluir y crecer. Por eso la muestra se aleja de los espacios expositivos más tradicionales que, según Mayol "son sitios duros y hostiles, incompatibles con aquello vivo en el sentido más biológico".
Mayol, que es filóloga de formación, no gira la cara al lenguaje, sino que lo utiliza como catapulta para el arte. Todas sus creaciones parten de textos literarios, y esta muestra es un guiño a Bloodchild, un cuento de Octavia E. Butler donde la relación entre T'Gatoi y un adolescente le recordaba a la ambigüedad del deseo, que tan difícil es de explicar con palabras. El arte contemporáneo, pues, fue el prisma escogido por donde hacer pasar sus inquietudes: "Veía el deseo desde una infinidad de puntos, como la literatura o el psicoanálisis, pero con esta exposición es la primera vez que siento que me puedo acercar frontalmente", concluye.
En la muestra, Octavia Butler dialoga con la obra de Maria Mercè Marçal. El título de la exposición es un fragmento del poema XII de Freu, del libro Sal Oberta, donde la poeta habla del deseo como un espacio "sin paredes, ni vallas, ni baranda". Marçal acaba pidiendo que, "por favor, no me cambies el mensaje: / he dicho surco y no cerrado. No sabes leer?". Si bien la poeta había descrito la ambivalencia del celo como una "escalera oscura", bajando los peldaños de la Fundació Miró que llevan hasta el Espai 13, una luz cálida recibe a los visitantes. Pasearán entre los dibujos, esculturas y telas en movimiento de Alba Mayol, que prometen un descenso al deseo igual de incierto, pero bastante más deslumbrante.
A cada frase se hace más evidente que intelectualizando el deseo corremos el riesgo de caer en reduccionismos que el mismo concepto rechaza
Con solc i no clos se inaugura un ciclo de exposiciones llamado Ens acompanyarem quan es faci fosc, comisariado por Irina Mutt, que explora el concepto de interdependencia a través de cuatro exposiciones individuales. El ciclo durará todo el 2024, el año que el Espai 13 ha celebrado su 45.º aniversario, cosa que lo convierte en el programa artístico de creación emergente con más continuidad del estado español, por el cual han pasado creadores de referencia como Perejaume, Pere Noguera, Fina Miralles, Colita, Susana Solano, Esther Ferrer, Santiago Sierra, Lúa Coderch, Lara Fluxà y Fito Conesa. "El proyecto es especial porque no es una convocatoria abierta, sino que sigue su lógica interna y trata temáticas que afectan a la producción artística contemporánea", explica Martina Millà, Jefa de Exposiciones de la Miró y responsable de la programación del Espai 13. No es casualidad que el ciclo que coincide con el aniversario incida en la idea de depender los unos de los otros: es así como ha florecido la creación emergente en Catalunya durante años. Y así seguirá sobreviviendo, gracias a espacios como este que salen del camino más ancho para seguir las rutas alternativas de artistas y comisarios que necesitan que alguien les acompañe aunque se haga oscuro.