Es increíble ver la facilidad que tiene Oques Grasses para activar a las masas y hacerlas saltar. Para algunos podía parecer que no había nuevos horizontes posibles después de aquel épico concierto en el Palau Sant Jordi con que se despidieron temporalmente a principios del 2023, llenando por primera vez el recinto más cotizado por los artistas de nuestra casa. Nada más lejos de la realidad. La formación liderada por Josep Montero ha hecho pleno en la playa de Bogatell, el espacio musical más icónico de las fiestas de la Mercè. Lo cierto es que era de esperar. Oques Grasses se ha convertido en el gran grupo actual, en los padres de la ya etiquetada como banda del pati. Suenan diferente pero son transversales. Su espectro musical es diverso, llega a todo tipo de público, de diferentes edades e ideologías. El real catalan dream al que todo artista catalán quiere aspirar.

El repertorio de temazos ha sido uno no parar de recuerdos y fiesta, porque Oques Grasses ya puede presumir de tener una auténtica lista de himnos nacionales. Elefants, Sta guai, In the night, Torno a ser jo. Com el dia i la nit y Toca, con Julieta y Figa Flawas compartiendo el escenario por momentos intergeneracional. La gent que estimo, que ha cerrado el concierto con un homenaje a las personas de nuestra vida. Montero es un gran capitán de banda y se ha arremangado para liderar la enorme discomóvil en que se ha convertido Barcelona en su primera noche de otoño, que ha aguantado sin lluvia y con un fresco que no se recordaba en los últimos septiembres. Simpatía y buenas víboras de Osona poniendo al centralismo de la capital en su sitio.

Foto: Montse Giralt

La buena relación del grupo con el público se ha construido de camaradería y confianza, con la conexión que se tiene con aquellos amigos que te lo aguantan todo. Había algunas banderas, algunas esteladas, y la gente no ha podido evitar cerrar Som ocells con gritos de independencia. Huérfanos de líderes políticos, estos oasis ideológicos y simbólicos de poca monta, con pilares improvisados levantados con militancia entre la marabunta, seguramente son el último vestigio para sentirse libre. También se ha fortalecido la conciencia de clase con la versión de El Vals del obrero la mítica canción de Ska-P que ha marcado toda una generació —y que los más jóvenes no sabían ni tatarear—. Y allí arriba, Oques volviendo a demostrar por qué es el mejor grupo catalán de este momento. Antes, la dulzura desgarradora de Maria Jaume y el jolgorio que contagia La Ludwig Band han inaugurado la noche en el escenario de Estrella Damm. Curiosamente, no había el ambiente de ahogo desproporcionado de otros años, posiblemente por la tregua del calor.

El flow imparable de Figa Flawas

Después de la tormenta de los de Osona no ha llegado la calma, y el huracán Figa Flawas ha irrumpido en el escenario con un show digno de un cierre de noche. El carisma de Pep Velasco se explica solo con verlo poner un pie en escena y mover las caderas, remover cada parte de su cuerpo como si estuviera poseído, y es que no hay duda que es el mejor frontman que tenemos ahora mismo en Catalunya. Acompañados con bailarines y músicos, los de Valls han continuado la fiesta con una gran performance y tocando sus grandes hits, como Mussegu, Diabla, Solucions i no problemes o La Marina Sta Morena, el éxito imparable del verano que se ha consolidado como una de las canciones más escuchadas en catalán. Incluso se han lanzado a interpretar la sintonía catalana de Shin-chan, que también hace país.

Qué buena sensación para solo hacer tres años que se dedican, y qué responsabilidad haber cerrado la primera noche de la Mercè con tanta solvencia y tantos adolescentes cantando en nuestra lengua. Y al final la noche se ha acabado igual que ya se ha acabado oficialmente el verano. Dos casualidad perfectos que han puesto un punto y final de ensueño con Que no s'acabi como banda sonora de un momento bastante triste, pero que Figa Flawas ha reconvertido en una de aquellas anécdotas de concierto que no se olvidan.
 

Foto: Montse Giralt