Podría ser el título de un thriller norteamericano que va del secuestro de una chica delgada y quizás rubia. Pero seguro que en un giro final (que posiblemente algún espectador habría previsto un buen rato antes), el investigador guapo y quizás también un poco rubio descubriría a los malhechores y los abatiría a tiros. Podría ser eso. Una peli del domingo por la tarde que has olvidado el lunes por la mañana. También podría haber sido una canción de Natalie Imbruglia que habríamos cantado a principios de los dos mil en las discotecas. Una canción un poco melancólica que nos haría pensar en alguien en quien un día confiamos y que nos hizo daño. Podría ser, incluso, un eslogan que hubiera en forma de adhesivo en las mismas discotecas donde cantaríamos Don't trust strangers y que buscaría alertar de la presencia de acosadores que te meten droga en la bebida. Pero no. Es el mensaje enigmático de los carteles del AP7 que este verano he leído unas cuantas veces.

Tú vas conduciendo con aquella letargia del verano en el asfalto y ves las letras amarillas de los carteles iluminados que normalmente dicen cosas muy terrenales y concretas, informativas, como "Velocidad controlada por radar" o "A 3 km accidente" y, de golpe, nada que ver: la carretera te hace llegar un aviso que es casi como una lección de vida, un saber complejo a partir de un lugar común. Inoculado en aquel momento de conducción, puedes tener miedo de que la persona que va en el asiento de atrás, si es que vas con alguien detrás, te quiera apuñalar (en el sentido más metafórico, si queréis). Desconfía siempre de la bondad de los otros. Piensa que lo que parecen palabras amables pueden ser una farsa para aprovecharse de ti. Los señores que deciden qué mensaje hacer llegar a miles de personas que transitan por las autopistas nos recuerdan que siempre, siempre, está el riesgo que aquel desconocido te quiera perjudicar. El mensaje plantea dudas muy profundas, claro. Como quiénes son los "strangers" (porque el mensaje está en inglés), a quién se dirige o qué quiere decir confiar en alguien. Y, sobre todo, por qué no tengo que hacerlo. Tú vas de vacaciones a algún lugar, a pasar unos días a la playa de Coma-ruga, por ejemplo, pues grábate a fuego que no puedes fiarte de las intenciones de nadie.

La carretera te hace llegar un aviso que es casi como una lección de vida, un saber complejo a partir de un lugar común

La rueda pinchada

Quizás con esto tendría suficiente para estirar la reflexión. La advertencia casi paternofilial da de sí: el miedo al otro, de todo aquello que nos es desconocido. Pero después de verlo no he podido evitar ponerme a buscar en Internet por qué lo decían. Se ve que los carteles tienen una versión más larga: "Flate tire? Don't trust strangers". Prometo que no he visto ninguna vez la primera parte, la de la rueda pinchada. El interrogante aumenta la incomprensión, pero nos da un concreto automovilístico. Al final he descubierto que avisan de situaciones de falsas panas en zonas un poco aisladas que acaban en robo. Pero entonces todavía lo he entendido menos: ¿qué probabilidades tienes, si vas por la autopista y ves a alguien que reclama ayuda, que sea un conocido tuyo? Muy pocas. La advertencia puede ser terrible: no ayudes a nadie en la carretera porqueseguro que será un desconocido.

Si lo tenemos que elevar acabaré diciendo que, a veces, todos somos unos desconocidos para nosotros mismos

La Dirección General de Tráfico me anima a no ofrecer ayuda a quien me la pida, pues. Y entonces no he podido evitar pensar en una imagen desoladora: la de todos aquellos a quienes se les revientan ruedas de verdad y nadie para a ayudarlos. De hecho, yo necesitaría ayuda si fuera sola y tuviera que cambiar una rueda. ¿Confiaría en mí si me encontrara por la carretera? Lo encuentro todo muy complicado. Y más viniendo de unos carteles que quieren clarificar las cosas y aportar información. "Don't trust strangers", interprétalo como quieras. Y el cierto es que el cartel tenía unos cuantos píxeles que no funcionaban y costaba leer bien la frase. Si os soy sincera, no inspiraba mucha confianza. Pero si lo tenemos que elevar acabaré diciendo que, a veces, todos somos unos desconocidos para nosotros mismos.