La crisis de los cátaros, la cual desencadenó una guerra brutal con miles de muertos, empezó en el sitio y de la manera más inesperados. El asesinato del delegado pontifical en el territorio, que había fracasado en su misión de encontrar una salida negociada a la crisis, provocó una reacción desmesurada que se traduciría en una cruzada y una masacre.