Aquisgrán, 21 de mayo de 987. Hace 1.035 años. Luis V, 15.º y último rey de Francia de la dinastía carolingia, moría en extrañas circunstancias. Borrell, 15.º conde carolingio de Barcelona y 5.º de la estirpe Bellónida, no acudiría a Aquisgrán a renovar el juramento de vasallaje al nuevo rey Hugo Capeto; y lo secundarían varios condes carolingios de la mitad sur de la Marca de Gotia. Todos juntos precipitarían la primera independencia de los condados catalanes. Pero siempre nos hemos preguntado por qué los condados de la mitad norte de la Marca de Gotia no participaron en aquel movimiento. Y en qué momento; y sobre todo en qué lugar, surgió aquella identidad diferenciada: el rompecabezas condal que, posiblemente, ya se denominaba Catalunya —cuando menos, a un nivel muy popular; y que prefiguraba lo que, más adelante, sería el Principat de Catalunya.
El 'Far south' carolingio
La conquista y repoblación carolingias de la Marca de Gotia, en su primera fase (754-897); fue una operación lenta y dificultosa. Los diversos actores que participaron en aquella empresa (el ejército y la administración carolingios; los descendientes del exilio visigótico de la Tarraconense en el reino de los francos; y la población autóctona que había quedado en el limbo de una precaria dominación árabe); crearon un paisaje muy complejo que exigiría grandes dosis de negociación. La llamada Revuelta de Aizón (826-827), que sería una brutal explosión de violencia en los condados del sur del Pirineo (y que sería la verdadera primera guerra civil catalana), ilustra las dificultades de aquel proceso y, sobre todo, la naturaleza de extrema periferia y de peligrosa frontera de aquellos condados. Durante los siglos VIII, IX y X, aquella región sería una especie de far south del mundo carolingio.
El elemento indígena
Aquel far south no era tan sólo una tierra de aventureros. También era un país con una minoría autóctona que había resistido bien la precaria dominación árabe y que, con el transcurso del tiempo, se había distanciado de la cultura del exilio; y todavía más de la cultura franca. Después de la recuperación carolingia del territorio pirenaico (775-785), observamos una enconada resistencia del clericato autóctono (que durante décadas había vivido en la semiclandestinidad de la dominación árabe) a las innovaciones litúrgicas que impone la cancillería carolingia. O una celosa conservación que la población pirenaica hace de las instituciones ancestrales que habían resistido y trascendido la romanización (la propiedad comunal, el matriarcado). Estos detalles nos dibujan un paisaje muy complejo, con una parte de la sociedad muy refractaria a los cambios externos y, por lo tanto, genuina y singular.
El desierto de Les Corberes
En el momento culminante de su extensión territorial (801-985), la Marca de Gotia abarcó el arco mediterráneo del Golfo del León, entre el delta del Ródano (condado de Nimes) y el del Llobregat (condado de Barcelona). Durante aquella etapa (siglos VIII a X), la Gotia fue una unidad política y militar; pero justo en el centro (a medio camino de Nimes en Barcelona) había una barrera natural que dividía aquella marca: Les Corberes, un macizo yermo e inhóspito entre Leucata (en el norte) y Salses (al sur) —es decir, entre los condados de Narbona y del Rosellón; que delimitaba perfectamente la región que se había consolidado plenamente de la que estaba en proceso de consolidación. En aquel contexto histórico, Les Corberes se convirtió en el hito que marcaba el fin del mundo seguro y el principio de un espacio amenazado, peligroso y, a veces, terriblemente salvaje.
Los Bellónidas
No obstante, al inicio de aquella historia (a caballo entre los siglos VIII e IX) aparecen los Bellónidas, destacados protagonistas de aquel proceso de articulación del territorio. Los Bellónidas eran remotamente originarios del exilio visigótico en el reino de los francos (714-754); y su aparición en escena se produce en la mitad norte de la Marca de Gotia (hacia el 800), cuando se completa la recuperación carolingia de la Narbonense. Bellón (circa 750 - 810); fundador de la estirpe, es uno de los primeros condes carolingios de Carcasona. Pero su destino miraba hacia el sur. Y las siguientes generaciones de la estirpe acompañaron las diversas fases de avance carolingio, y ocuparon varios sitiales condales del sur del Pirineo (Urgell, Cerdanya, Empúries). Wifredo el Velloso (840-897), nieto de Bellón, parecía destinado a eliminar las distancias que separaban las dos mitades de la Gotia.
Wifredo el Velloso
Efectivamente, el mítico conde Wifredo recogió los frutos de la larga implicación de los Bellónidas en el proyecto carolingio. Reunió el nombramiento de la mayoría de los condados de la Gotia. Y fue casado con una tataranieta de Carlomagno, con lo cual su descendencia se convertía en una rama menor de la familia imperial. Pero su inesperada muerte impediría culminar el proyecto. Por primera vez, aquel universo de dominios se transmitía por herencia (897); pero el primogénito y el resto de hijos y ahijados se repartieron el lote, y la Gotia quedó, de nuevo, fragmentada. Pasado un siglo (985), cuando Borrell inició el camino de la independencia, los condes de la mitad sur eran todos parientes próximos entre sí. Pero con los de la mitad norte, eran parientes muy lejanos.
La Revuelta de Aizón
Dicho esto, podemos dar respuesta a la cuestión del enunciado de la pieza: "¿Dónde nació Catalunya"?. Incluso podemos responder a la cuestión "¿Cuándo nació Catalunya"?. De hecho, son dos preguntas inevitablemente asociadas, y sus respuestas se complementan. Y en este punto, podemos responder que la idea "Catalunya" (no tanto el nombre) entendida como una identidad singular y diferenciada, nace a caballo entre los Pirineos (a ambos lados), sobre el territorio de los condados carolingios de la Catalunya vieja. Y, más concretamente, en un pasillo territorial que conectaría los valles altos y medios de los ríos Ter, Llobregat y Segre. Es prácticamente seguro que esta identidad se expandió y generalizó después de la Revuelta de Aizón (826-827). Cuando menos, a un nivel popular. Sin embargo, ¿por qué en aquel momento y por qué en aquel lugar?
La fábrica de una identidad
Según la historiografía catalana, aquella guerra marcó un antes y un después en la evolución de los condados catalanes primigenios. Después de aquella "carnicería" el país tardaría más de medio siglo en recuperar los máximos anteriores al conflicto. Sin embargo, cuando Wifredo alcanzó el poder (870) y puso el país a trabajar (la obra colonizadora de la Catalunya central), se produjo un movimiento formidable. Masías, pueblos y cultivos masacrados y carbonizados durante el conflicto (826-827) y abandonados durante décadas, se restauraron y convirtieron en el destino de miles de inmigrantes que procedían del mundo autóctono y de toda la Marca de Gotia. Y aquella tierra devastada se transformaría en un espacio de actividad y de mestizaje que culminaría la fábrica de una identidad.