Dos comedias tan divertidas como Noche de juegos (2018) y Vacaciones (2015), y un puñado de guiones como Spider-Man: Homecoming (2017) o las dos entregas de Cómo acabar con tu jefe (2011) han situado en un puesto profesional de privilegio a la joven pareja creativa formada por John Francis Daley y Jonathan Goldstein. Tanto que Paramount ha puesto en sus manos la adaptación de un popular juego de rol que fue pionero: creado hace 50 años, no solo es una referencia rolera, también se ha hecho un nombre ampliando el peso de su marca en novelas, cómics, series animadas, videojuegos, merchandising y, ahora, en un largometraje que apuesta por la aventura más genuina y desacomplejada.
Sus virtudes
Primera virtud: para disfrutar de D&D: Honor entre ladrones no se necesita conocer el juego ni haber tirado los dados de veinte caras, tampoco debe resultar familiar aquella versión en dibujos animados con la que creció toda una generación de boomers (y a la que el film hace un guiño en una de sus escenas más vibrantes). Tampoco necesita dedicar mucho tiempo a situarnos en su universo y su mitología: es altamente probable que, si el encargo hubiera ido a parar a Peter Jackson, se montaría una trilogía (o dos) para explicar lo mismo que Honor entre ladrones se ventila en cinco minutos.
Si el encargo hubiera ido a parar a Peter Jackson, se montaría una trilogía (o dos) para explicar lo mismo que Honor entre ladrones se ventila en cinco minutos
Segunda virtud: el espíritu lúdico que respira. En tiempos de Tronos y Anillos, de fantasías épicas solemnes y torturadas, se agradece volver al sentido de la aventura de toda la vida, a la diversión sin coartadas, e invocar a los espíritus del Errol Flynn de Robin de los Bosques, del Burt Lancaster de El temible burlón o del Stewart Granger de Scaramouche. De alguna manera, D&D: Honor entre ladrones habla, también, el mismo idioma de otro clásico más cercano en el tiempo: La Princesa Promesa. Épica sí. Alegría, ligereza y sentido del humor, también.
Un grupo de inadaptados
Bajo estos parámetros, la película nos traslada a un mundo de fantasía, de hechiceros y de bárbaros, de monstruos y de dragones, de poderosos magos rojos y de sortilegios que reviven a los muertos para responder a preguntas de los vivos. En este contexto, un grupo de inadaptados deberá ir superando peligros, similares a los de cualquier partida del juego de rol original, para enfrentarse a una misión casi imposible, que incluye recuperar a una hija y una reliquia, planear un robo perfecto y vengarse del hombre que les traicionó y que ahora gobierna el reino de Neverwinter con mano de hierro. Toda la mano de hierro que pueda tener un malo interpretado por un caricaturesco Hugh Grant, más travieso y sinvergüenza que sanguinario, en la línea de sus desatados personajes en Paddington 2 o en Operación Fortune.
Grant no es el único alma de la fiesta. Chris Pine (el Capitán Kirk de los Star Trek de JJ Abrams) y Michelle Rodriguez (aka Letty de Fast & Furious) forman una irresistible y carismática pareja protagonista: él, tocando el laúd (no demasiado bien), haciendo ganchillo, liándola parda y improvisando planes con dudosas posibilidades de éxito; ella, una bárbara con cara de pocos amigos, puños feroces y corazón que no le cabe en el pecho. Les acompañan un hechicero con la autoestima por los suelos, una druida capaz de transformarse en cualquier animal y un paladín tan valiente y noble como incapaz de entender las bromas y la ironía, y tan guapo como el duque de Hastings (sí, lectores fans de The Bridgertons, Regé-Jean Page también sale a la película).
Ingeniosa, simpatiquísima, lúdica y familiar
Si los aires de comedia desenfadada se mantienen en el ambiente durante las dos horas de metraje, el film no se olvida de añadir un puñado de escenas de acción trepidantes, rematadas con una batalla en un circo romano que sustituye a gladiadores por un laberinto lleno de peligros, criaturas salvajes y cubos gelatinosos. Es muy inteligente la apuesta de no abusar de los efectos especiales generados por ordenador para proponer una mezcla visual con efectos tradicionales que sólo suma.
Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones es una seductora fiesta que apela a la nostalgia
Ingeniosa, simpatiquísima, lúdica y familiar, Dungeons & Dragons: Honor entre ladrones es una seductora fiesta que apela a la nostalgia y se hermana con las aventuras de otras épocas, y que con cómplices guiños no se olvida de quienes llevan décadas tirando los dados. Toda una sorpresa. Pura diversión sin mandangas.