"Mentres tant, conservem nosaltres aquest sperit de germanor per mitj dels segles y las lluytas socials de les plebs, que malgrat a tot hi deixi espurnejar l'anima dels pobles lliures." Así, escrito en un catalán pre-normativo y con una letra casi ininteligible, se conserva en el fondo Àngel Guimerà de la Biblioteca de Catalunya el discurso de agradecimiento que el dramaturgo d'El Vendrell leyó ahora hace exactamente cien años durante la ceremonia de entrega de los Jocss Florals del año 1920, presididos excepcionalmente por el mariscal rosellonés Josep Joffre.
La inflamada arenga del autor de Terra Baixa fue tan apasionada que no sólo provocó el rechazo del representante del rey Alfonso XIII, que abandonó enfurecido el Palacio de Bellas Artes, sino que encendió la llama de una espontánea manifestación popular que acabó con disturbios entre los manifestantes y la policía.
El héroe francés que hablaba catalán a las tropas
Empezamos por el principio, sin embargo. Medio año antes de los hechos, Josep Puig y Cadafalch, Santiago Rusiñol, Pompeu Fabra, Enric Morera y el mismo Àngel Guimerà se plantan en Perpinyà para ofrecer a Josep Joffre la presidencia de los Jocs Florals de mayo de 1920. La delegación de la Mancomunitat, una auténtica alineación estelar de la cultura del país, convence sin problemas al mariscal, uno de los héroes franceses de la I Guerra Mundial. ¿Quién era aquel rosellonés que lucía siete estrellas en el pecho y ostentaba la más alta distinción militar francesa, sin embargo?
Nacido en Ribesaltes en 1852, Joffre comandó el año 1914 la Primera Batalla del Marne, una operación al inicio de la Gran Guerra que permitió salvar París y obligó a las tropas alemanas a retroceder las líneas de frente, que casi restarían estáticas durante el resto del conflicto bélico. Rosellonés de cabeza a pies, la prensa de la Catalunya Norte recoge en varias crónicas de la época la personalidad del militar, de talante paciente, calmado y afable; de hecho, la mitología construida en torno a su figura ha provocado que sea difícil saber qué parte de verdad y qué parte de mentira existe en torno a lo que se explica sobre Joffre, pero lo que está claro es que cuando la delegación de la Mancomunidad lo visitó aquel día en Perpinyà, incluso en la prensa barcelonesa se había extendido el rumor que un comandante en jefe del ejército francés hablaba catalán a los soldados roselloneses con quienes coincidía en el frente.
¡Gritos de "Muera España y Viva Catalunya Libre!" en la recepción oficial
La llegada de Joffre a Barcelona, el primer fin de semana de mayo de 1920, se convierte para la ciudad en un fenomeno incomparable. No hacía ni cuarenta años que Jacint Verdaguer había escrito su célebre poemario Canigó, con el cual muchos catalanes, en plena Renaixença, habían redescubierto los orígenes de Catalunya. Mientras que España caminaba hacia la dictadura de Primo de Rivera, que ya asomaba la cabeza, Catalunya vivía inmersa en la enésima decepción vivida por los políticos catalanes en Madrid: la fallida propuesta de Estatuto de Autonomía de 1919, propuesta por la Mancomunidad y rechazada por el Estado. De hecho, faltaban sólo dos años para que Francesc Macià, un hombre que hasta hacía muy poco había sido militar del ejército, decidiera hacer una incursión armada desde la Catalunya Norte para liberar Catalunya del yugo español.
Con este contexto, la visita de un héroe de guerra francés a Barcelona brindaba una ocasión inmejorable para la internacionalización del catalanismo. Por una parte, si España siempre había mostrado una tendencia más bien germanófila durante la I Guerra Mundial, en Catalunya la tendencia había sido claramente francófila, por este motivo la recepción oficial que Puig y Cadafalch hizo al mariscal se convirtió en un acto político de alta tensión para las esferas españolas. En un Palau de la Generalitat repleto, el presidente de la Mancomunitat y Joffre hablaron todo el rato "en el dialecto catalán", según detalla la crónica escrita por Joaquim Marsillach en el diario El Imparcial de aquel 2 de mayo de 1920. ¡Según el mismo periódico, sin embargo, durante la recepción el público asistente empezó a cantar a Els Segadors y a exclamar arengas como por ejemplo "Muera España"! o ¡ "Viva la Catalunya Libre y la Catalunya francesa"! gritos a los cuales el general Echagüe respondió con uno "¡Viva España"!, que según El Imparcial, "no contestó nadie".
De Verdaguer en Guimerà: recoser el país desde el Canigó
A pesar del enfado que los hechos provocaron al Gobernador Civil, al día siguiente se celebró en el Palau de las Bellas Artes la ceremonia de los Jocs Florals, presididos por Joffre y en los cuales el Capitán General de Catalunya no quiso asistir. Con el ambiente caldeado desde el día anterior y con manifestantes catalanistas repartiendo octavillas por la calle en las cuales se explicaba a Joffre la situación de opresión del pueblo catalán, Àngel Guimerà ofreció un discurso tremendamente catalanista en una sala abarrotada y que, para extremar medidas de seguridad, estaba repleta de policías. Cuando Guimerà reclamó la reunificación de las dos Cataluñas, sin embargo, las crónicas de la época detallan que el público asistente arrancó en aplausos mientras el dramaturgo afirmaba que "vindrá un altre dia que'l Rosselló torni á ser de nosaltres e nosaltres del Rosselló qui ho sap". Ante el estupor de las autoridades españolas, que abandonaron inmediatamente la sala, Guimerà siguió, afirmando también que "Y lo que dihem nosaltres de Catalunya y dels nostres germans de Valencia y Mallorca, lo dihem del Rosselló ab veu mes alta si es posible per tenir enguany entre nosaltres aquet catala gloria de la civilització de tota la terra. Per que tant catalans som los d'assi baix com los que talejan el Canigó."
En la finalización del acto, los enfrentamientos entre la policía estatal y los manifestantes provocaron disturbios, además de la detención de un manifestante "separatista". Este último hecho calentó los ánimos de los representantes catalanes, motivo por el cual al día siguiente Josep Puig y Cadafalch (presidente Mancomunitat), Josep Vallès (presidente de la Diputación) y Antoni Martínez (alcalde de Barcelona) entregaron una carta en las dependencias del gobierno civil mostrando su repulsa y anunciando la finalización de los actos. Horas más tarde, una comitiva de diputados catalanes entre la cual figuraban Cambó, Duran y Ventosa, Layret, Pich y Pon firmaba un documento en el cual no sólo se solidarizaban con la decisión tomada por la Mancomunidad, la Diputación y el Ayuntamiento, sino en la cual también exigieran la dimisión inmediata del Gobernador Civil de Catalunya.
Sorprendido por su visita a Barcelona, Joffre volvió a Perpinyà el día 6 de mayo. Murió en París el año 1931 después de haber escrito dos volúmenes de sus memorias. Cien años más tarde, el mariscal tiene una calle, una plaza o un monumento en cada pueblo de Francia, más o menos como también le pasa a Àngel Guimerà en nuestro país. Si el autor de Mar y cielo levantara la cabeza hoy, sin embargo, vería que ahora el Gobernador Civil se llama Delegación del Gobierno y la Mancomunidad ha mutado en la Generalitat, pero para el resto se daría cuenta de que, a pesar del paso del tiempo, los agravios y la tensión entre Catalunya y España siguen intactos.