Estamos en Barcelona el año 1839. De camino hacia Mallorca, el célebre compositor polaco Frédéric Chopin y su compañera George Sand hacen parada por segundo año consecutivo en Barcelona antes de coger el barco hacia la isla. Se alojan en un hotel de la Rambla, un paseo muy diferente de lo que es ahora pero que ya atraía entonces la atención de los visitantes extranjeros que llegaban a Barcelona, en aquellos tiempos una ciudad pequeña y amurallada en la cual el verbo "ramblejar" todavía no existía y el concepto de "ramblista" era, evidentemente, desconocido.
La escritora y el músico, que ha llegado a la ciudad con unos ojos enrojecidos y visiblemente enfermo, hacen noche en la Fonda Cuatro Naciones, la más lujosa del paseo. Al día siguiente por la mañana, sin embargo, el gerente del hotel incluye en la factura el coste de quemar la cama de Chopin, enfermo de tuberculosis, con el fin de desinfectar la cámara. La infección pulmonar, con tan mala fama como la peste en aquella época, acabará unos cuantos años más tarde con la vida de uno de los huéspedes más reconocidos que se han alojado en la Rambla, cuya lista es extensa.
La fonda, ¿un invento de los italianos?
Para rememorar a los ilustres viajeros que han hecho noche en Barcelona es necesario, primero, abordar el origen de los hoteles en la ciudad. La historia dice que las primeras noticias documentadas sobre hostelería barcelonesa fechan de 1571, cuando se tiene constancia de la apertura de la primera trattoria en la ciudad, ubicada al lado de Santa Maria del Mar y con su pertinente albergue. Eso es lo que detalla a Il contributo italiano alla albergheria catalana el historiador Leonardo Kociemski, un libro disponible en la biblioteca de l'Instituto Italiano de Cultura di Barcellona y que explica como en este primer albergue, llamado "Santa Maria" y propiedad de un italiano apellidado Zanotti, se llegaba bajando unas escaleras|escalas desde la calle, motivo por el cual los barceloneses empezaron a denominarlo "la botiga fonda" y posteriormente "la fonda", nombre genérico que se ha acabado utilizando para un tipo de establecimiento concreto. Esta leyenda, absolutamente cierta, no quita el hecho de que desde hacía siglos los árabes ya llamaban 'funduq' a los establecimientos destinados a hospedar viajeros y servir comida, sin embargo.
Lo que tiene una certeza absoluta es que aquella trattoria del barrio de La Ribera fue el primero de los muchos albergues regentados por italianos que entre el sXVI y el sXIX se fundaron en Barcelona. Si en la Fonda Santa Maria se alojó a mediados del s.XVIII el il•lustro Giacomo Casanova, reputado por su gran fama en la cama, un siglo más tarde la Fonda Cuatro Naciones, ubicada originalmente en la Plaza del Teatro, cerca del puerto y ante el antiguo Teatro Principal, acogería a algunos de los personajes más famosos del mundo. Fundado por dos italianos procedentes de la provincia de Vercelli, el hotel que posteriormente se nombraría Grand Hotel Cuatro Naciones acogería antes de que acabara el siglo XIX no sólo a Chopin, sino también al expresidente americano Ulysses S. Grant, el gran escritor Stendhal o el showman Buffalo Bill, que llegó el año 1889 con su compañía, acusada semanas más tarde de ser la causante del brote de tifus, viruela y gripe que golpeó la ciudad después de la actuación del Buffalo Bill's Wild West.
La conexión piamontesa de la Rambla
El año 1894 los primeros propietarios del Cuatro Naciones traspasaron el hotel a Ercole Durio, que aparte de ser originario de Civiasco (el mismo pueblo piamontés de Fortis y Primatesta, fundadores del Cuatro Naciones), era hijo del fundador del Hotel Oriente. Fue Durio quien decidió trasladar el hotel de la Plaza del Teatro al número 35 de la Rambla, y sería allí donde el año 1904 haría noche el rey Alfonso XII y donde el año 1923 otro ilustra viajero, Albert Einstein, se alojaría rehusando el ofrecimiento hospedarse en el Ritz.
El Cuatro Naciones y el Oriente no eran los únicos hoteles regentados por italianos venidos de Civiasco, sin embargo, ya que el año 1870 otro piamontés como Federico Maffioli había comprado el Café Suizo de la Plaça Real, pero es que además en la calle Sant Pau dos vecinos más de Civiasco fundaron el Hotel Peninsular, convirtiendo durante un tiempo todos los alrededores del Hotel Oriente y una notable parte de la Rambla en una pequeña periferia barcelonesa del norte de Italia.
En la actualidad la italiana no es sólo la primera comunidad extranjera residente en la ciudad, sino también una de las primeras con respecto a número de turistas. Para explicar la conocida simpatía de los catalanes para|por Italia, Josep M. de Sagarra, gran ramblista y mejor escritor, dijo que "nosotros, los catalanes, somos hijos de Roma y cuando vamos a Italia no vamos a descubrir el mundo nuevo, sino a precisar una pizca todas aquellas cosas que llevamos dentro y que son bien nuestras". Para explicar la curiosa atracción de los italianos por Barcelona, pues, quizás no hace falta ponerse tan poético, sino basarse en los hechos: hace siglos que empezaron a dar muestras de su flechazo absoluto con Barcelona, cosa que aún hoy sigue vigente. ¿O es que no es fundar la primera fonda de una ciudad, acaso, un acto de amor a ella?