Barcelona, 16 de diciembre de 1877. Hace 146 años. Facultad de Ingeniería de la Universidad de Barcelona. Edificio de la Universidad. Los ingenieros Dalmau (padre e hijo), inventores y transmisores de innovaciones científicas, probaban con éxito la primera comunicación telefónica de la historia peninsular. El teléfono, patentado tan solo un año antes por Graham Bell (1876) sobre un prototipo de Antonio Meucci (1871); llegaba a Catalunya como un invento revolucionario que causaría un fuerte impacto entre las comunidades científica y empresarial catalanas. Los dos aparatos Bell importados por los Dalmau e instalados en dos dependencias alejadas de la Facultad serían el primer testimonio de una nueva forma de comunicación que estaba cambiando el mundo. Y Barcelona sería la puerta de entrada en la península Ibérica de este invento revolucionario.
¿Quiénes eran los Dalmau?
Francesc Dalmau i Faura (Dalmau padre) había nacido en Manresa en 1810, pero a los 22 años (1832) fijaría su residencia en Barcelona y empezaría su carrera como importador de innovaciones científicas. En el transcurso de los años creó un tejido de relaciones con varios inventores extranjeros, que le permitiría ser el introductor en Barcelona de las innovaciones científicas que aparecían en Europa. Desde su tienda de la calle Ciutat, 8 (1841-1848) y después de la calle Ferran, 51 (1848-1886); importó los grandes avances tecnológicos en optometría que se estaban produciendo en Europa. Sería un pionero en la venta de gafas, telescopios y microscopios; y en la creación de espectáculos ópticos, como el "Cosmorama" que causarían un gran impacto entre la sociedad barcelonesa de la época.
¿Qué más eran los Dalmau?
Tomàs Dalmau i Garcia (Dalmau hijo), primogénito de Francesc Dalmau, había nacido en Barcelona en 1839, y viviría la gran transformación del negocio familiar que marcaría, para siempre, su futuro. Tomàs, que había aprendido el oficio de relojero, se entusiasmaría con los nuevos aparatos eléctricos que llegaban a Casa Dalmau (1855) para sustituir los tradicionales elementos de optometría. Como la Máquina de Gramme, el primer generador de electricidad de uso industrial. Tomàs Dalmau idearía un sistema que movía la dinamo del generador Gramme con la fuerza del vapor y sería el introductor del alumbrado eléctrico en Xocolates Juncosa, en Tèxtils Batlló Germans y en La Maquinista. En 1881 fundaría la Sociedad Española de Electricidad, el primer fabricante y distribuidor de energía eléctrica de la península Ibérica.
El primer teléfono catalán
Los Dalmau (padre e hijo) instalaron unos aparatos Bell de importación (fabricación norteamericana) que serían el primer teléfono de Barcelona y de la península. Pero poco después, la discutible calidad de sonido de los Bell y, sobre todo, la ambición de perfeccionamiento de aquel nuevo sistema de comunicación, llevaría a los Dalmau a crear un aparato de fabricación propia que sería el primer teléfono catalán. Aquel aparato pionero estaría inspirado en el Bell norteamericano y en un prototipo creado unos meses antes (1877) por el catalán Josep Muset, en La Habana. Muset había probado con éxito su prototipo en una comunicación entre su casa y el Parque de Bomberos. Y los Dalmau probarían con éxito unos prototipos de fabricación propia que, aprovechando los hilos del telégrafo, permitiría la comunicación telefónica entre la Ciutadella y Montjuïc (1878).
La primera línea interurbana
El éxito de la línea Ciutadella-Montjuïc, animó a los Dalmau a unir telefónicamente Barcelona y Girona, sería la primera línea interurbana de la península Ibérica (1878). Dalmau i Fill sería, también, la primera operadora telefónica de la península. Pero con el transcurso del tiempo aparecerían otras compañías que crearían redes telefónicas locales o comarcales. Diecisiete años después de la primera comunicación en la Facultad de Ingeniería (28 de mayo de 1894), un grupo de inversores catalanes e ingleses, liderados por el industrial Enric Parellada i Pallàs (Barcelona, 1864 – 1924), fundaba la Compañía Peninsular de Teléfonos; con sede en Barcelona; que, enseguida, competiría con la Dalmau en el papel de principal operadora de telefonía de Catalunya.
Las compañías de telefonía catalanas
A finales del siglo XIX, la Peninsular engulló la Dalmau y se lanzó al control del mercado de telefonía del cuadrante nororiental del Estado español. Durante la primera década del siglo XX (1900-1910); la Peninsular desplegó la red telefónica que uniría los dos principales focos industriales del Estado español (los hinterlands de Barcelona y de Bilbao); y, en aquel proceso expansivo, acumularía miles de abonados en Catalunya, en Aragón, en Navarra y en el País Vasco. Poco después (1913), un grupo de potentes industriales textiles de Terrassa y de Sabadell, disconformes con la posición dominante que ejercía la Peninsular, fundarían la Compañía Telefónica del Vallés; que, enseguida, desplazaría a su rival y se convertiría en el principal operador de telefonía de esta comarca.
El decreto de Primo de Rivera
El mercado telefónico catalán estaba en alza desde que la Mancomunitat (creada en 1914) había impulsado un plan que preveía extender la red telefónica hasta el rincón más remoto del país (1914-1923). Pero el 19 de abril de 1924, siete meses después del golpe de Estado militar que había puesto fin a medio siglo de régimen constitucional, y que había intervenido la Mancomunitat, el general Primo de Rivera autorizaba la creación la Compañía Telefónica Nacional de España, en aquel momento de titularidad privada y controlada por personajes del poder económico de Madrid vinculados al régimen dictatorial. La creación de Telefónica vendría seguida de la publicación de un decreto de concesión del monopolio de la explotación de las comunicaciones telefónicas a favor suyo, que entraría en vigor cuatro meses más tarde, el 25 de agosto de 1924.
El fin del gigante catalán de la telefonía
Aquel decreto conduciría, inexorablemente, a la Península (en aquel momento la principal compañía telefónica catalana y española), a su progresiva y obligada disolución dentro del nuevo gigante creado con el padrinazgo gubernamental. En un contexto de represión política y cultural contra Catalunya, reveladoramente, La Peninsular catalana —buque insignia de la telefonía catalana— quedaría, por decreto, disuelta dentro de la Telefónica española. En cambio, la Compañía Telefónica del Vallès, por su dimensión más reducida y por su alcance territorial menor, podría resistir semioculta como una especie de servicio privado, hasta que, después de la Guerra Civil Española (1945), el régimen franquista nacionalizaría la Compañía Telefónica Nacional de España y decretaría la absorción de todas las pequeñas operadoras que habían resistido la operación de Primo de Rivera.