A St. Vincent la hemos visto de una y mil formas. Al principio como una prudente cantautora, luego al lado de David Byrne, formando una dupla mágica tanto en disco como en los correspondientes directos. Y en el cenit de su carrera, toda de rojo en Masseduction, el álbum que la llevó hasta un reconocimiento global. Tanto es así que ganó algún Grammy y, ya de paso, protagonizó un documental inclasificable, The Nowhere Inn, junto a su querida amiga Carrie Brownstein de Sleater-Kinney. Por tanto, ahora cada paso que da tiene una gran trascendencia.
Una estrella dueña de su destino
Constantemente con un foco enorme sobre ella, la publicación de All Born Screaming iba adornada con una gran promoción. Ahí ella se siente cómoda, le gusta que la presten atención, su amor por la moda la ayuda (incluso ha promovido colecciones bajo su nombre para marcas conocidas) y, luego, una industria que sabe que con ella tiene un caramelo. Por tanto, y con el aditivo de que cada disco es una aventura diferente, se presentaba con un compendio de canciones en que prima la electricidad, la intensidad, la oscuridad. Aquí no hay nada gratuito. De hecho, y para sorpresa de muchos, lanzará el disco de nuevo cantado enteramente en castellano. Contado por ella misma, le influyó la experiencia que vivió hace año y medio cuando actuó en Primavera Sound. Un capricho que se puede permitir gente como St. Vincent. Otra cosa será saber si ese ejercicio es necesario y oportuno, pero si la apetecía, por qué no. Es una estrella y es dueña de su destino.
Se presentaba con un compendio de canciones en que prima la electricidad, la intensidad, la oscuridad
La londinense Anna B Savage abrió la velada. Con paraguas de dos discos fantásticos y muy peculiares, defendió el repertorio sola, con su guitarra y los sonidos que salían de una máquina que le hace las veces de compañera. La bastó con media hora para que, los que ya la conocían, reconfirmaran que tiene un gran futuro por delante; y los que no, empezar a bucear en su historia y en sus canciones.
En cambio, a St. Vincent todos los presentes la tenían en su radar. Si en giras anteriores todo estaba más estudiado con movimientos más mecánicos, la Annie actual, con toda su teatralidad y una puesta escena llamativa, ha mutado a alguien más natural; se la puede palpar.
La Annie actual, con toda su teatralidad y una puesta escena llamativa, ha mutado a alguien más natural; se la puede palpar
Con un inicio demoledor con un tema como Reckless, la rampa de acceso a su universo estaba lista. A partir de aquí, hechuras de Prince y sonidos propios de Nine Inch Nails. Con unos músicos con los que conecta, y a los que inmiscuye en su show, ella es la reina, pero es consciente que sin sus compañeros aquello no carbura. Con ocho de las veinte canciones pertenecientes a All Born Screaming, hay postales de Masseduction, como la famosísima New York (aquí hizo crowdsurfing entre el público) o Los Ageless. El concierto no fue todo a piñón, también hubo lugar para el respiro, por ejemplo en Candy Girl (en representación de Daddy´s home, el disco de 2021 sobre el que planeaba la controvertida figura de su padre) y la postrera Somebody like me, también de esa época y con ese talante, con ella a la voz y los teclados de Rachel Eckroth. Con ese bonito y dulce regusto, se marcharon con el convencimiento, que de allí nadie salió decepcionado. El atasco en el puesto de merchandising era la prueba. Dios salve a Annie.