La madre de Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978) se operó la nariz cuando se hizo adulta, explica él. No era una cuestión de estética. Lo hacía para dejar de tener aquel rasgo en la cara, que la conectaba a su propia familia, con su pasado. El cirujano, relata, le dijo que en realidad aquella era la única razón válida por pasar por el bisturí. Esta anécdota es una de las que forma parte de Justo antes del final (Random House), la sexta novela de Monge. En sus páginas, este autor de hablar torrencial y ademán tranquilo, se sumerge en la historia de su propia familia, combinando ficción y memoria y recorriendo el México de la segunda mitad del siglo XX. Lo hace poniendo el foco en la trayectoria de la psiquiatría en el país, en cómo la categoría de "locura" se ha utilizado como forma de control y denunciando la cultura patriarcal mexicana.
Parece que el título del libro hable del presente, en el que vivimos la época antes que alguna cosa importante se acabe.
Nuestro momento influyó mucho en el título. El libro tiene esta doble narración que es la historia de la protagonista y este almanaque del absurdo y la locura que es el relato de nuestra especie, de los últimos 70 años. Por una parte, la narración pasa justo antes del final de la vida de la protagonista y, por la otra, estamos en un momento, como especie, antes del final de alguna cosa y sin cobrar conciencia. La novela tiene que ver con la locura y con el luto. Y creo que tendríamos que estar haciendo un luto colectivo por habernos cargado este planeta.
El "final" del título, es el final del planeta, pues.
Apunta hacia allí, aunque no lo sea del todo. Pero si que hay ciertas preguntas. ¿Qué posibilidades tenemos de evitarlo? Yo creo que pocas. Y sobre todo, hacerlo implicaría una serie de cambios que nadie parece dispuesto a hacer. Ves a los padres obsesionados con que los hijos no pasen tiempo en las pantallas y yo, si fuera ahora niño, preferiría mil veces pasar el tiempo allí que no mirando aquello que les hemos dejado. Lo que les queda es mucho más feo que lo que les queda dentro de las pantallas. Es culpa nuestra pasen ahí tanto tiempo.
¿Es una preocupación importante en tu obra este tema? En Tejer la oscuridad, tu anterior novela, ya estaba.
Sí, yo escribí un libro sobre los ciclos de violencia en el pasado en México, que es No contar todo, y escribí un libro sobre la violencia presente, que es De las tierras arrassadas. Y pensaba que no sería nunca capaz de escribir un libro sobre el futuro. Pero de repente, cuando acabé de escribir Tejer la oscuridad me dije "mierda, este es el libro sobre el futuro". La novela habla de la posibilidad de refundar sobre las ruinas, transcurrir un mundo arrasado y acabar en uno nuevo. No es una distopía sino una especie de utopía comunitarista. Pero obviamente el tema es que el planeta se agota. Pensamos en las grandes extinciones y lo primero que se nos ocurre son el dinosaurio y el meteorito, pero esta será la sexta y habido algunas que han sido gestadas por cosas muy pequeñas. "El hombre no es capaz de calentar el planeta y ponerle fin", dicen los negacionistas, pero ha habido cosas mucho más minúsculas con el mismo impacto.
El hombre no es capaz de calentar el planeta y ponerle fin', dicen los negacionistas, pero ha habido cosas mucho más minúsculas con el mismo impacto
¿Qué parte de Justo antes del final es ficción y cuál es memoria?
Los hechos y los sucesos son memoria y lo que nos rodea y los conecta o separa es la ficción. No me resultaba fundamental que el límite entre los dos estuviera claro. Siento que la literatura es este límite entre la memoria y la imaginación, esta frontera porosa de vasos comunicantes. En algunas partes está más hacia un lado y, en el otro, más para acá.
El personaje protagonista es tu madre, claro está.
Sí, es ella y también mi abuelo. El narrador tiene muchas cosas mías pero para mí era importante que no fuera yo. Justo esta es la diferencia entre la autoficción y la autobiografía, la construcción de un narrador. Y además creo que también era importante a favor de la novela, porque el hecho que no sea yo permite que la protagonista no sea exactamente mi madre. Sino, sería un libro completamente diferente y no una novela.
¿Esta distancia hace más fácil exponer la intimidad de personas tanto próximas como tus familiares?
Lo facilita para mí, para ellos es peor (ríe). Sí, así yo de verdad podía ver la historia de mi madre como la historia de una mujer de aquella época y eso permite que el narrador trate las cosas con una distancia que yo no podría poner si habláramos de ella. Y lo mismo pasa con el lector. De todos modos este es el segundo y último libro que hago que parte de aquello biográfico.
¿Por qué?
Siempre supe que eran dos libros sobre este tema, ni uno ni tres. También es verdad que hace diez años te hubiera dicho que no escribiría nada que tuviera que ver con mi biografía y he hecho dos (río). Pero es lo que tenía que explicar de estas historias, no puedo hacer nada más.
Paralelamente, en la historia de la madre también está muy presente la historia de la psiquiatría y el tratamiento de las enfermedades mentales.
Sí, la locura y el juicio son personajes del libro, como el caos y el orden, dos grandes antónimos. O la necesidad de dotar de orden el caos. Eso está presente en la historia de mi madre, la protagonista, su padre y su hijo: todos tratan de dar cierto orden al caos. Y a la vez también está presente en la escritura, en la forma de la novela y en esta especie de almanaque del absurdo o de la locura que va sumando acontecimientos y momentos como la historia de la psiquiatría, de las medicinas, del chamanismo... Además también tiene presencia la idea de locura, o las locuras, como mecanismo de control. De control de las masas desde el poder y de las mujeres en la intimidad.
¿De las mujeres en particular?
En el siglo XIX y en la primera mitad del XX, el número de mujeres ingresadas en hospitales de enfermedades generales era mucho menor que el de hombres. Y, en cambio, en hospitales psiquiátricos era mucho más elevado. Era mucho más fácil señalar como "locas" dentro de la familia a "las" diferentes que a "los" diferentes. Y desde el poder, se ha utilizado la locura para estigmatizar, hacer callar y apartar a cualquiera que pusiera en riesgo el pensamiento hegemónico.
Eso es lo que hace el personaje de tu abuelo, que necesita enfrentarse a la locura de sus pacientes para convertirla en alguna cosa más manejable.
Él trata de arrancarle el caos a la locura, de encontrar dentro del caos cierto orden. En el caos de los que están en un manicomio. Y la madre es lo mismo con quien tiene autismo o Asperger, etc. En la literatura también hay un juego similar. Cuando tienes la idea de un relato, un cuento o una novela hay un estallido, un micro Big Bang, que para que pueda convertirse en literatura hace falta que ordenes, convertirlo en una cosa que fluya en un sentido. Hay un temor también a ceder al caos, a ser vencido por el caos que contagia al narrador y que replica en el lenguaje.
Eso conecta también con la propia actitud represiva de dentro de la familia, que viene del miedo.
La locura ha servido también para reprimir conductas sexuales justamente. En la novela lo vemos con el personaje del tío del narrador. Ves como su mundo se va hundiendo por una homosexualidad reprimida. La represión de algo así descompone y aniquila algo en el alma.
Desde el poder, se ha utilizado la locura para estigmatizar, hacer callar y apartar a cualquiera que pusiera en riesgo el pensamiento hegemónico
Hay una presencia intensa de la violencia intrafamiliar, sobre todo en los personajes masculinos.
La historia de la vida de mi madre es la de crearse un mundo propio, diferente al de la familia. Pero además también una de la lucha de una mujer de la época contra todas las violencias en un país como México. Y, al mismo tiempo, también es una búsqueda para entender el machismo, sus violencias y como se van heredando. El libro es una manera de mostrar la derrota de esta masculinidad cuando se enfrenta con los cuidados, de uno mismo y de los otros. Es una historia en que los machismos se rompen ante el afecto. El machismo nos ha cortado las conexiones entre el sentimiento y la palabra y tememos ser cursis o ridículos. Fragmenta la personalidad de los hombres, que también son víctimas de la imposibilidad de tener una masculinidad normal.
¿Cuál era la intención de mencionar en cada capítulo una sucesión de hechos históricos generales?
Para mí es fundamental que haya tensión entre la forma de la novela y su fondo, qué se explica y cómo se explica. Y quería sazonar la historia de mi madre desde la brizna más delgada que tenemos, que es la intimidad de alguien, hasta la soga más gruesa, que es lo que compartimos todos, con la historia en mayúsculas. Siempre decimos que el mundo impacta en la vida de una persona, pero la vida de una persona también impacta en el mundo. No escojo al azar los acontecimiento que salen, tienen que iluminar de alguna manera el carácter de la protagonista.