El Teatre Lliure ha estrenado un montaje que parte de las dos obras que se conservan que hablan del mito de Ifigenia. La dirección es de Alícia Gorina, que la conocemos por haber llevado al teatro Solitud de Víctor Català o la adaptación de la película de Sofia Coppola, Las vírgenes suicidas (al mismo tiempo adaptación de la novela homónima de Jeffrey Eugenides). Esta vez ha escogido Eurípides, padre de la tragedia ática. La adaptación y traducción es de Albert Arribas. Sílvia Delegnau, Josep Iglesias, Adriana Parra entre otros completan el equipo artístico.

Escenificar una tragedia griega siempre es un reto mayúsculo, porque son muchos los referentes que se han perdido entre las representaciones.
De entrada, estas funciones se hacían al aire libre en grandes jornadas en honor a Dioniso. Conocemos pocos detalles con certeza, pero, muy probablemente, los actores eran todos hombres, y se utilizaban máscaras para representar el cambio de personaje. En el montaje que podéis ver en el Teatre Lliure, el escenario se convierte en un desierto que acaba desplegando las telas de lo que simboliza un ejercicio ritual, tema central del mito de Ifigenia, que según el Oráculo tiene que ser sacrificada por su padre, Agamenón, para embarcarse en la guerra de Troya.

Pere Arquillué y Emma Vilarasau son los protagonistas. Primero como marido y mujer, Clitemnestra y Agamenón. Posteriormente, encarnando a Ifigenia y Orestes, el hijo de Ifigenia. Pau Vinyals, Marta Osó, Albert Pérez y un coro de cinco actrices completan el espectáculo.

¿Emma, Pere, cómo es trabajar una tragedia griega con la directora Alícia Gorina?
Emma Vilarasau: Muy diferente. Los actores somos gente que nos adaptamos al director que tenemos. Mal iríamos, si no. Igual que ellos se adaptan a los actores que tienen y tenemos que encontrar un lenguaje en el cual todo el mundo se entienda. De Alícia es muy curiosa su manera de trabajar. Es una mujer que tiene los conceptos superclaros y es muy contundente. Me encontraba en el ensayo pidiendo: "¿Pero cómo interpreto un concepto?". A mí me ha costado al principio llegar a entendernos. Después, cuando nos hemos entendido, ha sido maravilloso. Es muy bonito desde donde lo hace, y ha sido muy intenso.
Pere Arquillué: No es fácil ponerte a hacer una tragedia y que la gente se lo trague. Y, ciertamente, creo que el resultado, al final, está muy bien. Pero claro, desde dentro es difícil decirlo. Hay dos partes como muy diferenciadas. Hay una parte que es tragedia en su formato más clásico, y una segunda que es muy diferente. Hay mucho contraste entre las dos partes. Pero incluso con respecto a la dramaturgia, en la escritura. En la primera parte se utiliza un tipo de verso más clásico: alejandrinos, de ocho sílabas, de diez; todo mezclado dependiendo si es diálogo, soliloquio, monólogo... Por otro lado, la segunda parte es mucho más visual. Es una parte donde los conceptos trágicos funcionan más a nivel visual. Quizás no tiene tanta importancia el texto en sí mismo, que, evidentemente, también lo tiene. Pero hay una dramaturgia donde el misterio juega un papel más importante. En el ámbito físico y visual conectas con la tragedia más pura. Va más a la esencia de lo que entenderíamos como tragedia.

No es fácil ponerte a hacer una tragedia y que la gente se lo trague

¿Habéis encontrado paralelismos con aquel Blasted que hicisteis con Alícia al Teatre Nacional?
P.A.: Sí que hay vínculos, porque estamos hablando de cosas muy serias. Se habla de la violencia como tal, como concepto básico de la condición humana. Estamos hablando del reconocimiento con el otro, pasando por el sufrimiento, pasando por muchas cosas...
E.V.: Creo que Ifigenia es la primera mujer víctima de violencia. También Alícia quería enlazar matrimonio y sacrificio. Como también lo hace el mismo Eurípides. Con las mujeres sacrificadas está toda la simbología de la sangre. Claro que, él, Agamenón, las coloca en lo que acaba siendo unas bodas de sangre. Los griegos tenían muy claro que en el día de la consumación del matrimonio había sangre y también la hay en el sacrificio.

Emma Vilassarau y Pere Arquillué se han reencontrado en Ifigenia / Foto: Carlos Baglietto

Los griegos tenían muy claro que en el día de la consumación del matrimonio había sangre y también la hay en el sacrificio

¿Qué otras cuestiones destacáis?
P.A.: Hay una cuestión también de herencia, que dentro de la obra también hay un juego formal, o no tan formal, que es que tanto Emma como yo hacemos primero Agamenón y Clitemmnestra y después haremos el Orestes y Ifigenia, en la segunda parte. Y queda muy claro este concepto de herencia de la violencia que hace que sea imparable. Para mí es de las cosas que toca más con la actualidad. Pienso en estos niños de Gaza y cuando sean grandes, después de lo que nos hemos hecho ahora. Hay esta cosa de la herencia, de recibir la violencia de una manera hereditaria, que pasa de padres a hijos, y que hace muy difícil cortarla. Eurípides propone el reconocimiento en el otro y la cuestión empática como la herramienta para conseguir que esta violencia algún día se detenga.

¿Cuánto hacía que no trabajabáis juntos?
E.V.: La última cosa fue Victòria de Pau Miró, en el Teatre Nacional.
P.A.: Nos vamos encontrando cada cinco o seis años. Yo la primera función que hice, la hice con ella. Ella ya era una actriz consagradísima. Yo tenía 21 años. Hicimos Tàlem de Benet y Jornet. Y periódicamente nos hemos ido encontrando. Y, sí, ahora ya hacía tiempo que no trabajábamos juntos.

Es muy triste que se rompan las cadenas y que no nos pasemos la información de una generación en otra

¿Os gusta ser dirigidos por esta generación de jóvenes dramaturgos?
P.A.: Yo ya empecé trabajando con una generación por debajo. La de David Selvas, Alícia... Primero vino Àlex Rigola, y a partir de Àlex surgió Julio Manrique. Voy dando saltos abajo tanto como puedo, y espero hacer más todavía. Alícia se está haciendo mayor, ya tiene una edad esta chica. Cuando nos propusieron hacer este trabajo juntos, porque estaba Emma y porque estaba Alícia. Cuando hicimos el Blasted, el primero que le dije fue: "Tú déjate hacer". Porque, a veces, los códigos que tienen la gente joven, no son exactamente los mismos códigos de donde venimos nosotros.
E.V.: Yo pregunto mucho.
P.A.: Ella pregunta más, yo no pregunto tanto.
E.V.: Yo estoy encantada de encontrar lenguajes diferentes, de encontrar voces diferentes, de encontrar un lugar diferente desde donde explicar las cosas. Y si nosotros podemos aportar a la gente más joven, genial, porque creo que también es nuestro deber: dar de todo lo que hemos recibido. Es muy triste que se rompan las cadenas y que no nos pasemos la información de una generación a otra. Y a veces pasa. Y hay gente joven muy potente actualmente en el programa teatral con la cual me encantaría trabajar.