Emmanuel Carrère (París, 1957), uno de los escritores franceses más reputados en los últimos años, ha visitado Barcelona. Lo ha hecho para presentar sus libros Conviene tener un sitio adonde ir, Calais y un "Compendium" que agrupa El adversario, Una novela rusa y De vidas ajenas (los tres publicados en Anagrama, la editorial que ha publicado en castellano buena parte de la obra del francés, desde hace 15 años). Carrère ha sido definido como un "escritor atrevido", por su falta de corrección política, por sus innovaciones estilísticas y, especialmente, por su fusión entre periodismo y literatura. Él afirma que en los últimos años no escribe ficción, pero que en sus libros usa los recursos de la narrativa. Dice que él hace "narración", un género diferente de lo que sería "reflexión", pero que no pasa necesariamente por hacer ficción. Y no hace ficción porque asegura que el periodista tiene una especie de contrato tácito con el lector, por el que se compromete a no mentirle, nunca. Emmanuel Carrère participará esta tarde, a las 19h, en las Conversaciones en La Pedrera, hablando de su obra.
El periodista tiene que hacer un ejercicio de humildad y entender que no transmite la verdad, sino aquello que ha visto
Más allá de la ficción
Muchas obras de Carrère se han definido como "novelas de no ficción", en el sentido que lo más importante es la trama, en la que tienen protagonismo los personajes, pero son reales y no ficticios. Porque Carrère reivindica el reportaje periodístico como un género literario, "un trabajo literario como cualquier otro", como el de una persona que escribe cuentos. Muy a menudo sus historias tienen un fondo autobiográfico. Y, a pesar de todo, en sus obras intenta no defender claramente su posición, sino presentar diferentes posiciones de los diversos personajes, dejando abierta la conclusión. "Hay que asumir la subjetividad" ha afirmado, apuntando que el periodista tiene que hacer un ejercicio de humildad y entender que no transmite la verdad, sino aquello que ha visto.
Pluma profesional
Carrère ha hecho algunos reportajes sobre temas que le apasionaban, pero afirma no tiene problemas en escribir reportajes bajo pedido, como ha hecho a menudo porque dice que es un desafío ir hacia donde no habías previsto (pone como ejemplo el texto de Calais, que lo llevó a pasar tres semanas en la conflictiva ciudad francesa). Afirma que cuando visita un sitio para hacer un reportaje suele pasar allí tres semanas. Cuando llega al lugar generalmente se encuentra con gente que se le parece, con quien ha contactado a través de amigos y de redes de contactos. Pasa con ellos la primera semana. Y a partir de aquí se va alejando de su "medio natural" e intentar acercarse a la gente ala que no está próximo ideológicamente. Afirma que "el reportaje tal como me gusta es como una escuela para alejarse de uno mismo". Y asegura que, para él, esta es la mayor virtud del periodismo.
Los artículos de Carrère
Uno de los libros de Carrère que acaban de aparecer en castellano, Conviene tener un sitio adonde ir, es un conjunto de crónicas en que Carrère explica diferentes episodios de su agitada vida: una visita a Rumania justo después de la caída de la dictadura de Ceaucescu, la vida de una seropositiva en San Francisco, sus lecturas de Balzac... Se escribieron entre 1990 y 2015, y mayoritariamente son textos largos, una práctica excepcional en el periodismo: "He tenido suerte de poder tener el espacio que se necesita para desarrollar los puntos de vista, las contradicciones...". Son temas muy variados, pero unificados, como dice su editor, Jorge Herralde, por la mirada de este "investigador radical". Algunos de estos textos ya prefiguran lo que serán sus libros más conocidos, como el dedicado a Limònov. Calais es un reportaje periodístico, con una gran originalidad: a pesar de hablar del principal núcleo de concentración de inmigrantes en la Francia de la época (la llamada jungla de Calais), su texto se centra en los autóctonos de la ciudad, muy divididos entre el sector pro inmigrantes y el sector anti inmigrantes. Carrère afirma que espiritualmente se sitúa en el campo pro inmigrantes, pero que sabe que esta solidaridad no le cuesta nada, y por eso intenta también identificarse con los sectores más antitéticos con su pensamiento: los ciudadanos de Calais que rechazan los inmigrantes.
La honestidad tendría que ser un mínimo sindical que tendríamos que tener los periodistas
Honestidad
Carrère ha reivindicado, contra el que alguien aseguran, que el periodista puede ser honesto y dice que buscar la honestidad tendría que ser un "mínimo sindical" que tendríamos que tener los periodistas. Carrère asegura que uno puede hacer un esfuerzo por acercarse a la gente. Y que el periodismo nos obliga a acercanos a los que son distintos.
Hay dos principios que son buenos, pero al mismo tiempo son incompatibles: el derecho a la autodeterminación y la intangibilidad de las fronteras
Catalunya
Carrère ha comparado Catalunya con Calais, como territorios que, desde fuera, se perciben como sociedades claramente divididas en dos campos. Él en principio, no se identifica claramente ni con independentistas ni con unionistas. Afirma que si fuera a Catalunya para hacer un reportaje sobre el proceso soberanista, analizaría casos de familias y grupos de amigos que se hayan dejado de hablar por el conflicto político, y casos de familias y grupos de amigos en que pese a tener posiciones diferentes, se mantenga el contacto. Dice que tendría que escuchar más que hablar. Y afirma que la situación catalana le hace pensar en una frase: "La tragedia no es entre el bien y el mal, sino entre dos bienes". Para él hay dos principios que son buenos, pero al mismo tiempo son incompatibles: el derecho a la autodeterminación y la intangibilidad de las fronteras. Por eso este es, para él, un conflicto difícil.
Un hombre que da la vuelta al mundo
Carrère (París, 1957) es hijo de una familia de destacados intelectuales franceses. Su periplo viajero empezó muy pronto: hizo a su servicio social en Indonesia, como profesor de francés. Su primer libro ya estaba dedicado a un personaje real bastante peculiar, Werner Herzog. Su segundo libro, El adversario, hecho mientras trabajaba como guionista, era una narración inspirada en la obra de Jean-Claude Romand, el hombre que llevó una doble vida durante 18 años y finalmente, para no ser descubierto, mató a su familia. Y mientras escribía libros, Carrère viajó por todo el mundo y entró en contacto con muchos personajes famosos, gracias a lo que publicó las crónicas que ahora aparecen como libro. Sus libros inspirados en la realidad tuvieron mucha salida, pero fue su libro Limònov, sobre el extravagante escritor y disidente ruso, fue el que le lanzó a la fama internacional.