Avui xalarem” (hoy disfrutaremos). Y la “mestressa”, la doña (Mercè Fonoll, actriz), frota que te frota la barra de una coctelería de atrezzo. Y ella: “Si puedo ayudarte ya me dices”. Se lo comenta a Xavier Grasset. Así arranca La Selva. Es 2024; la selva poco ha cambiado desde hace millones de años. Ella ayuda, él dirige. Tampoco han cambiado sus invitados, ni la media de edad de estos. Algunos, míticos –por antiguos– como los restos de Atapuerca. Ahí tenemos de nuevo a Antoni Bassas en TV3.

Esperemos que no se lo coma la selva

Las tardes en la televisión hace mucho que no se mueven. La mezcla entre lo ligero y lo informativo es más antigua que la Navidad. Lo informativo, como siempre, entre los sucesos y lo catastrófico. Entre los incendios y la vuelta a los gimnasios. Preciosa publicidad, todo sea dicho de los Metropolitan. Y la enviada especial, comenta, con largo aliento: “¿Por qué haces deporte, Laura?”. Pues mira, septiembre. “Imagina un espacio en el que la tarde se transforma en un mosaico de reflexión, diversión y humor, con un toque de profundidad a través de historias humanas que te harán pensar y entretener a la vez”, dictaba la nota de premsa del programa.

Es en esa faceta más informativa del programa donde el tono del fantástico Xavier Grasset más brilla

Es en esa faceta más informativa, incendios que comentaba o la misma Diada es donde el tono del fantástico Xavier Grasset más brilla. Su pausa serena, el elegir la palabra de forma tan poco televisiva y que le hizo famoso en las nueve temporadas del Més 324 donde primaba el hecho, pero se colaba un punto de sinceridad, de verdad, como cuando nos miramos al espejo y la gente no nos ve. Allí somos nosotros. Favorecía el horario, aparentemente una no-franja, la medianoche, que acabó siendo terrible aliada para traer a estupendos contertulios e invitados y regalar televisión humana y de riesgo, como aquella entrevista, careo, choque y reconciliación con Juana Dolores.

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Xavier Grasset inició ayer su nueva etapa al frente de La Selva / Foto: Archivo Atomic Beato Media

La medianoche acabó siendo terrible aliada para traer a estupendos contertulios e invitados y regalar televisión humana y de riesgo

Aquí Grasset ha coloreado el set y se ha cambiado la chaqueta, más clarita. De boda de tarde. Pero le sienta más como un alzacuellos ahora que viste moderno que cuando lo hacía de pingüino, corbata y pantalón pinza. Es más divertido hacer gracia, enternecer o atacar cuando no se espera. Aquí la coñita, la media sonrisa, ya va por delante. “Has vuelto al humor”, le decía Buenafuente, primer invitado, que contó los proyectos en los que anda y su viaje en verano a Perú: “Son tan amables”. No pensé que volvería a escuchar una exotización así en la pública. Ni a “la mestressa” sirviendo un café a Buenafuente mientras masticando a Don Juan Tenorio. Volviendo a lo del humor; no, Grasset nunca se había ido. Había risa en aquel Més 324. Y era jodido, por los temas, por estar en el canal informativo.  Hizo más de Grasset, de su manera de hacer, la ex Rac1 María Xinxó, que llevaba una sección bien escrita sobre las elecciones americanas. Sobre el absurdo de Trump. Hablando por sí misma la buena narración, mezclando Taylor Swift, los MTV y la cultura. Swifters no, Grasset, swifties.

Sea mañana, tarde o noche, la gente quiere brillo y calidad, lo que Grasset tiene, siempre que no se vea obligado a quedarse en el jijí-jajá

También tiene pintaza lo de Godai García, que hablará sobre cómo deben hacer para sobrevivir los animales por la mierda que es estar con nosotros. Y también se irá soltando Grasset, que si algo tiene es cultura y sensibilidad. Solo hay que esperar que no se lo coma esa selva que él mismo se ha montado, con tanto invitado, giro, ráfaga, concurso y mucha diversión. No sé quién mira la televisión por la tarde. Pero esa fijación edadista y machista de que ese rato es para tietes (mujeres de mediana edad) es una absurdidad, más en la era del stream. Sea mañana, tarde o noche, la gente quiere brillo, lo que Grasset tiene, siempre y cuando no se vea obligado a quedarse en el jijí-jajá.