El otro día, paseando por el centro de Barcelona, pensé en J.V. Foix. Lo acostumbro a hacer cuando paso por delante de una pastelería o cuando veo a alguna persona sin ningún acompañante fumando un cigarro en la puerta de un tanatorio, pero el martes pasado fue diferente: pensé en J.V. Foix gracias a Ada Colau. O por culpa suya, mejor dicho, ya que la "Ciutat de Nadal" que propone el Ajuntament este año se acerca más a una tortura lingüística que a una bendición poética. No exagero, sé de lo que hablo, son ya muchos años batallando con versitos de Navidad para quedar bien. Haber cometido la osadía de estudiar Filología Catalana implica, sobre todo, recibir cada diciembre en el curro el encargo de encontrar el poema corporativo con el que felicitar las fiestas, y hace años, cuando trabajaba en una escuela, sugerí unos versos de Onze nadals i un cap d'any de Foix para la postal navideña del centro. La elección, sin embargo, fue declinada por un argumento contundente: según mi jefa, aquello era un poema ininteligible. Por eso pensé en el poeta de Sarrià el otro día, junto a la calle Comtal, cuando vi un cartel publicitario con la campaña navideña del consultorio barcelonés y no entendí absolutamente nada.
"A la ciutat de Nadal ens ajuntem per fer" [En la ciudad de Navidad nos juntamos para hacer], decía el cartel. Me quedé plantado delante, releyéndolo una y otra vez, con insistencia, exactamente igual que leí treinta veces aquel poema de On he deixat les claus que me dio la tabarra en un examen de tercero de carrera. Absolutamente obsesionado en el significado oculto de la frase, seguí bajando Portaferrissa hasta que me tropecé con un segundo cartel, todavía más críptico: "A la ciutat de Nadal fem per ajuntar-nos" [En la ciudad de Navidad hacemos para juntarnos], se leía. Parecía un díptico, o más bien una especie de pesadilla lingüística dividida en dos partes y más propia de un juego de pistas dirigido a personas colocadas de LSD que a peatones ansiosos para celebrar las fiestas comiendo barquillos y turrones. "Nos juntamos para hacer y hacemos para juntarnos", fui repitiéndome por dentro mientras repasaba mentalmente la normativa para recordar que sí, que hacer puede ser intransitivo, pero siempre que el contexto de la oración dote de sentido al verbo o exprese de manera inespecificada la actividad del sujeto. No era el caso de la oración, sin embargo, creo. También caí en que fer + per, en catalán, es sinónimo del verbo procurar, de acuerdo, pero que en un registro coloquial ni cristo entiende esa sinonimia. Por eso un martes de puente, entre quillos comprando compulsivamente en el Bershka o en el Oysho, un lector de J.V. Foix pensaba en el volumen II de la Gramàtica del català contemporani por culpa de Ada Colau.
Aquella noche busqué información sobre la "Ciutat de Nadal" y el susto todavía se agravó más. Por si no fuera suficiente con lo que había visto en la calle, descubrí que dos carteles más de la campaña también estaban escritos con un estilo y un criterio más propio de un alumno de 3.º de ESO que ha suspendido Catalán que de un copywriter profesional. "A la ciutat de Nadal els Reis Mags venen a tota vela" [En la ciudad de Nadal los Reyes vienen a toda marcha], decía otra creatividad, una frase aparentemente sin complicación hasta que uno se da cuenta de que existe otra que dice "A la ciutat de Nadal els arbres vénen a passar les festes i tornen als parcs" [En la ciudad de Navidad los árboles vienen a pasar las fiestas y vuelven a los parques]. Más intriga, esta vez en relación con los diacríticos, pensé. ¿En qué quedamos? Haciendo caso a la nueva norma de los diacríticos, el contexto de la oración deja claro que los Reyes Magos vienen deprisa y rápido de Oriente, aunque siempre lleguen a la ciudad condal con aquellas golondrinas del año de Matusalén y lentísimas. El problema radica cuando, leyendo la segunda frase, donde al "vénen" le ponen diacrítico, lo que entendemos leyendo la primera es que los Reyes venden cosas a toda marcha. Es decir, que hacen su agosto. Es decir, que son una tienda de regalos. Es decir, que los Reyes Magos son en realidad los dependientes del Toys "R" Us, el Mediamarkt, la tienda de ropa de la esquina de casa, el Zara o la librería del barrio. O sea, que el Ayuntamiento de Barcelona hace un homenaje a los comerciantes locales anunciando en un cartel aquello que todos descubrimos a los seis años: que los Reyes son los padres regalándonos cosas que han comprado en una tienda. Impactante.
Cuanto más pensaba en las frases leídas, más mareado estaba. Había demasiadas preguntas sin respuesta. Demasiadas dudas en el aire. Demasiada confusión. ¿Y si todos aquellos carteles eran un homenaje foixià de los comuns? Aquella noche, cuando mi grupo de amigos creó el grupo de Whatsapp para la cena de Nochevieja, decidí investigar quién era el comisario artístico de las actividades navideñas de este año, es decir, la "Ciutat de Nadal". El responsable de todo es Oriol Martí Sambola, ex director ejecutivo de FiraTàrrega y que se ha embolsado 36.000€, según dice la web del Ayuntamiento, supervisando, entre muchas otras cosas, campañas como esta, con carteles sintácticamente deconstructivos. Sin querer abusar de esta columna, pues, es a él a quien le pregunto lo mismo que me han preguntado mis amigos cuando les he dicho que por Nochevieja "nos juntamos para hacer": ¿para hacer qué, señor Martí? ¿Una cena? ¿Una fiesta? ¿Una orgía colectiva con máscaras, como Eyes White Shut de Kubrick? Tampoco tengo claro qué es lo que "hacemos para juntarnos", ya que estamos. ¿Crear un grupo de Whatsapp? ¿Comprar canapés, quesos y embutidos en el Bonpreu para hacer un piscolabis? ¿Alquilar entre todos una casa rural desde la cual comernos las uvas mientras Elena Gadel y Llucià Ferrer nos desean un feliz 2022? Todo es muy confuso, tanto que ni J.V. Foix sabría entenderlo, me temo. Lo único que él entendería, ya que desgraciadamente es fácil de averiguar, es que mientras Barcelona siga en manos de quienes no saben gestionarla ni comprenderla como la capital de un país sin estado que es, la ciudad seguirá haciendo reír, por no decir que seguirá haciendo llorar. Y esto, por desgracia y como escribió Foix, "ho sap tothom i és profecia".