Con 7 años, la vida de Ennatu Domingo (Wereta, 1996) dio un giro radical. De la Etiopía rural aterrizó en Barcelona. De una vida nómada circulando por el país africano pasó a una escuela del barrio de Gracia, con una nueva familia. Con la perspectiva de esta identidad compleja ha escrito Madera de eucalipto quemada (Navona), un libro a caballo entre el ensayo y la autobiografía que será protagonista esta festividad de Sant Jordi 2022, en qué el valor de la memoria y los orígenes se mezclan con las recetas de la teoría postcolonial. En sus páginas se relatan el choque de la adopción, las dificultades del desarraigo y la vivencia de crecer con la mochila de un origen diferente dentro de la sociedad europea. Es una visión inexplorada de cómo se viven las adopciones en edades avanzadas que irradia resiliencia y madurez.

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El libro empieza con un viaje dentro de Etiopía con tu hermano pequeño y tu madre biológica, Yamrot.
Es el trayecto que hacemos justo antes de que me den en adopción y mi vida cambie completamente. Viajo desde el norte de Etiopía hacia Gondar, la capital del estado de Ahmar. Explico todas mis preocupaciones en este viaje que es bastante precario, pasando por carreteras sin asfaltar y en un autobús polvoriento.

Tu madre y tu hermano están muy enfermos en aquel momento.
Sí. Yo veo que la situación es muy grave y realmente no sé qué hacer. Sé que necesitan ayuda y de los tres soy la más fuerte en aquel momento. Se hace eterno, no llegamos nunca... Estamos volviendo hacia mi casa en el pueblo de Wereta, donde siempre me habían dicho que nací, pero no llegaré.

Foto: Sergi Alcàzar

El sida era una problemática importante entonces en Etiopía.
De los ochenta hasta los dos mil era un problema que tenía mucha fuerza. Es una enfermedad contra la que no han encontrado vacuna de momento. Pero claro está, yo no sé que es el sida lo que tienen en aquel momento mi madre y mi hermano. Lo sé mucho más tarde y es porque las monjas del orfanato donde voy a parar al final lo apuntan. Fue años después cuando volví a Etiopía y las visité que lo supe.

¿Cómo es escribir una autobiografía y mirar a un pasado donde hay momentos tanto difíciles? ¿Espacio para la nostalgia?
Como etíope que vive en Europa, el deseo de entender tus orígenes en realidad está inspirado por la nostalgia. Hay cosas muy duras en mi experiencia pero a la vez también hay mucha riqueza. Creo que mucha gente etíope que vive fuera habla de la nostalgia y eso me ha ayudado también a mí a mirar hacia el pasado sin vergüenza, sin poner muros. Mi pasado es el que es y necesito entenderlo para saber quién soy hoy y quién seré mañana. Es necesario dar valor a la memoria.

Ennatu Domingo: "Mi pasado es el que es y necesito entenderlo para saber quién soy hoy y quién seré mañana"

Dentro de esta memoria el nomadismo es un elemento importante. Como niña en el país africano, vives cambiando de ciudad.
Sí, de hecho voy como maleta. Mi madre es una mujer de 25 años, la edad que tengo yo ahora, que emigra dentro del país para buscar trabajo. Y yo voy explicando como a través del azar y los contactos van apareciendo estos trabajos. Nos vamos moviendo de lugar y en aquella edad sólo recuerdo los nombres de los sitios por donde pasamos que son como referencias, faros.

Te miras bastante en tu madre.
Sí, hay una reflexión constante en torno a ella. Mi madre me tuvo con dieciocho años y ostras, eso es un choque. Yo con dieciocho años pensaba: "yo no hago nada en comparación, estoy aquí haciendo mi bachillerato". Y ahora hago 25 años y veo que ella muere con esta edad y eso me impacta mucho. Es un hecho que he analizado mucho y he intentado entender, porque desde siempre me ha parecido injusto. Veo que son increíbles las oportunidades que se me presentan a mí pero también está la injusticia que muchos otros no puedan escoger.

"El silencio es un lujo que no nos podemos permitir", afirmas. ¿Como mujer no europea creías que era importante tu perspectiva?
Creo que tiene valor relatar muchas cosas que a mí me han pasado. Explico cómo es la niña que fui, qué le pasa cuando crece y lo ligo con problemas que son de preocupación global. De alguna manera, me emprende a escribir el ver que no puedo continuar callada viendo injusticias a mi alrededor o mis propias contradicciones y que puedo intentar utilizar mi experiencia para dar a conocer estos retos.

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Foto: Sergi Alcàzar

En el libro, ¿está la idea implícita de contrarrestar un relato más eurocéntrico del mundo?
Sí, yo crezco en una sociedad que no tiene suficiente conocimiento de mi país de origen, de mi continente, África. Aquí lo entendemos con los mismos estereotipos de siempre: todos son pobres y todos están en guerra. Y yo, al haber tenido el privilegio de poder volver a Etiopía, digo que no puede ser que a mí me veáis como una persona a quien habéis salvado, porque no es eso. Hay muchas contradicciones que se tienen que explicar bien, con sus complejidades y eso es lo que intento hacer.

Los estereotipos te los has encontrado aquí. ¿Cómo es descubrir que la mirada europea funciona así?
Yo crezco en un entorno muy blanco, que casi no sabe nada de las preocupaciones de gente como yo, como hijos adoptados que queremos mantener nuestras dobles identidades o como hijos de inmigrantes. Veo que no me conocen bien y que los relatos que me llegan, las historias, las películas, etc. no reflejan mis experiencias. Y a medida que crezco me doy cuenta de que mis referentes los tengo que buscar fuera de Catalunya y de España porque aquí no se les ha visibilizado lo suficiente. De hecho mi identidad catalana cuando estoy en el extranjero es prácticamente inexistente. No hay forma de darle conocimiento. Y eso te remueve. Te has pasado muchos años construyendo quién eres y de repente sales de esta burbuja y te tienes que volver a redefinir para explicar quién eres. Siempre estoy justificando quién soy y de dónde vengo.

También explicas que en las adopciones, sobre todo las de niños y niñas que ya tienen conciencia, hay un proceso que es de desculturización.
Cuando llegas a una familia catalana entras en un nuevo mundo donde te tienes que adaptar. Estás forzado. Y vas viendo con impotencia cómo pierdes cosas como tu lengua materna, la cultura, la cocina. Yo no cocinaba comida tradicional etíope o africana porque una vez te adoptan ya no estás expuesta a la gente que te lo puede enseñar. La desculturización es el hecho de tener que renunciar a los elementos que te diferencian como persona para integrarte en una sociedad nueva y en que les funciona que te hayas asimilado tanto como puedas. En el libro sale esta idea que te puedes sentir orgulloso de dónde vienes e intentar mantener la cultura de donde tú sales mientras aprendes el catalán, el castellano, etc.

Ennatu Domingo:"Llego en el 2003 y en 2006 ya no podía entender mi propia lengua de origen"

De hecho, cuando llegas a Catalunya hay un periodo en que olvidas tu lengua materna, el ahmàric.
Llego en el 2003 y en 2006 ya no podía entender mi propia lengua de origen. Me escuchaba a mí misma hablando ahmàric en grabaciones y no me entendía. Y eso me chocaba mucho. También me chocó al volver a Etiopía y no entender la lengua principal, mucho más que otras cosas. Cuando volví de visita, me sentía con la presión de explicar quién era yo, que se me había hecho y sin el idioma no podía. En torno a la adopción siempre se habla de cómo te has integrado en tu familia pero no se hablan demasiado de niños que ya han sido adoptados con conciencia. Te desarraigan.

La adaptación en Catalunya fue difícil, hablas de que momentos aparentemente cotidianos te producían reacciones muy fuertes, como que te preguntaran qué querías para desayunar en una panadería.
Me generaba emociones muy fuertes evidentemente. Al principio me sentía como si hubiera subido la escala social saltándome un peldaño. Yo recuerdo que pensaba: "¿por qué me pedís escoger? Nunca se me ha pedido escoger." Siempre había sido "hay eso y punto, lo haces y ya está", sin explicaciones, y era toda una discusión entrar en una panadería. ¡Salía corriendo antes que escoger entre el cruasán y la ensaimada! Son cambios muy fuertes y ves que hay muchas diferencias de privilegio.

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La pobreza deja huella.
Mi infancia me ha impactado mucho, por ejemplo en la curiosidad de entender porque hay países que prosperan y países que no. Creo que se ve mucho en el libro esta preocupación. Pero también me ha generado mucha culpa. Una de las anécdotas que no explico en el libro es que de pequeña no podía mirar a la gente a los ojos porque no me atrevía. Y creo que eso era porque sabía que venía de un entorno social muy pobre, muy precario. A mí todavía me impacta mucho ver la pobreza por todas partes.

Dices que sin tu infancia no te darían tanto miedo la miseria o el fracaso.
Sí, me da mucho miedo el fracaso. Quizás suena como una frivolidad pero es porque he visto el impacto de vivir en la pobreza absoluta, entiendo la inestabilidad que sale de eso. A veces tengo el miedo que de la misma manera que mi vida cambió en Etiopía cuando era una niña pase lo mismo aquí.

¿Catalunya es una sociedad acogedora?
Catalunya es una nación que acoge, lo vemos con el tema de Ucrania sin ir más lejos. Pero al mismo momento eso no es suficiente. Estamos viviendo todavía a un país muy racista. Escucho las intervenciones de VOX y pienso que no puede ser, me impresionan mucho. Se puede hacer mucho más. Aquí, por ejemplo, cuesta mucho verse reflejada en un protagonista en la tele o incluso en los dibujos animados.
 

Foto: Sergi Alcàzar

Has vivido el racismo aquí, pues.
Muchos padres adoptivos me decían que la parte que menos podían controlar era como preparar a sus hijos contra el racismo que vivirán. Puede ser muy duro. Y yo esta relación que he tenido con otros niños hijos de inmigrantes que he tenido me ha servido para escuchar y aprender también de su experiencia. Y creo que no se explica lo suficiente o se dan espacios a gente que podría explicar cómo les afecta. En el libro hago muchas referencias al racismo sutil, al racismo en el lenguaje, al racismo que voy reconociendo a medida que crezco.

Combatir el racismo es un proceso complejo. ¿Cómo lo hacemos?
Primero de todo, dando visibilidad a ciertos referentes. Como africana que he crecido aquí busco en qué tipo de persona me puedo convertir. Si no me lo enseñan, es muy difícil. Es difícil vivir en una sociedad que no te quiere reconocer. Yo lo digo mucho, ya sé que no es una acción muy fuerte pero son los pequeños cambios los que acaban ayudando. Se trata de cambiar la conciencia. Y también de conocer las limitaciones que ponen las leyes. Porque nadie sabe, por ejemplo, que hay hijos de inmigrantes que han nacido aquí y que no tienen la nacionalidad española o que no pueden votar. A la vez, también es a nivel institucional. ¿Qué tipo institución tienes para una sociedad que es diversa?

¿A qué hace referencia la madera del eucalipto del título?
El árbol de eucalipto en la Etiopía rural es la fuente principal de energía. Se utiliza para cocinar, para dar luz, para calentarse, etc. Y quería hacer referencia al mundo rural etíope, que depende mucho de este árbol. Al mismo momento, me ayuda a distinguir entre la parte más próspera de un país que es hub internacional en la región y la gente del mundo rural, que es lo que a mí me interesa y me conecta de verdad con Etiopía.