Enric H. March es autor de numerosos libros sobre Barcelona: sobre Ciutat Vella, sobre el Clot, sobre el Rec Comtal... Ahora la editorial Viena le publica Barcelona. Anatomia històrica de la ciutat, un volumen que a través de detalles de la vida cotidiana de los barceloneses nos analiza el devenir de la ciudad desde los romanos hasta la actualidad... Un libro que incluye un paseo por los urinarios públicos, las prisiones, los barrios de chabolas, el transporte público y todos aquellos aspectos menos glamourosos de una ciudad, pero que, obviamente, también definen qué es y cómo se vive en Barcelona.
Quiosco de bebidas de la Font del Gat, 1914 (AFB / Atribuida a Frederic Ballell, si bien podría ser de Josep Maria Sagarra).
Los orígenes
El libro tiene una estructura basada en la cronología y por lo tanto destinará los primeros capítulos a un espacio muy reducido, el concentrado en torno a la actual plaza Sant Jaume, que era todo el que entonces abarcaba toda la ciudad de Barcelona. Desde el Mont Tàber a la basílica de los santos Justo y Pastor, pasando por la plaza de Sant Miquel, destruida completamente con el fin de levantar el edificio Nuevísimo del Ayuntamiento (el llamado "supositorio del alcalde", construido en tiempos de Porcioles). En este apartado se nos mencionan las funciones oficiales de este espacio, pero también aspectos mucho más tangenciales, como la presencia de un capitel de Constatinobla, del siglo V, que nadie sabe exactamente como llegó a la ciudad.
Miembros de la "tribu" ashanti, provenientes de la actual Ghana, durante la exhibición que se llevó a cabo cerca de la plaza Catalunya, en el año 1897 (AFCEC / Frederic Bordas i Altarriba).
Una historia muy accidentada
El patrimonio histórico de Barcelona no sólo se ha visto afectado por las lógicas modernizaciones del espacio urbano (como la apertura de la Via Laietana), sino que a lo largo de la historia ha sufrido múltiples vicisitudes que han provocado pérdidas patrimoniales, destrucciones masivas, modificaciones... Las desamortizaciones del siglo XIX fueron acompañadas de la destrucción de iglesias, monasterios y conventos y posibilitaron el espaciamiento de la ciudad antigua con nuevas plazas. La Semana Trágica guerra civil fueron acompañadas de una nueva oleada de destrucciones (como la de las calles de la actual Plaça Nova), que en este caso generalmente se vieron resueltas con reconstrucciones (algunas de ellas de muy mal gusto). La anatomía barcelonesa de March no es sólo una historia de construcciones (el Eixample, Can Tunis, la Zona Franca), como también una historia de destrucciones.
La Avenida de la Luz, 1953 (FGC).
Del mercado en las galerías comerciales
El texto de March no podía dejar de mencionar los mercados, centro neurálgico de la vida ciudadana, pero destaca que los mercados, como tales, aparecieron en el siglo XIX y que antes había numerosos espacios, sobre todo en las puertas de la ciudad, donde la gente iba a comprar y vender. Ahora bien, March especifica que sólo se podía vender pescado con escama, ya que las normas prohibían la venta de marisco, molusco y otros animales marítimos, como la raya (los arroces de pescado, en la época, no podían ser antológicos). Pero no faltan menciones tampoco a los mercados de libro viejo, o a las actividades de venta ambulante de judíos y gitanos. También hay un apartado reservado a los cafés, que tanta vida social produjeron, y otro dedicado a las tiendas históricas de la ciudad. Y hay un especial recuerdo para los pasajes comerciales y las galerías que tuvieron su momento de éxito pero que a finales de siglo XX vivieron una rápida decadencia.
Can Valero y el bar Noche y Día, 1967 (MHIC/ Tomàs Riva).
Contra las leyendas urbanas
March intenta hacer una historia documentada de los pequeños hechos de la ciudad, y por lo tanto, combate algunas afirmaciones que circulan rápidamente pero que parecen no ser reales (como la que afirma que las "carasses" de algunos edificios antiguos de la ciudad tenían como objetivo señalar los prostíbulos). March busca informaciones de las grandes historias de la ciudad para ofrecer un libro serio y consigue hacer una obra que pasa la anécdota sin caer en la historia anquilosadora.
Mercado de la Boqueria, en el año 1865, todavía sin cubierta metálica (Archivo particular de Jorge Álvarez).
Barcelona, ciudad de represión
Enric H. March destaca que Barcelona ha sido, también, una ciudad represiva, y menciona desde las instituciones donde se encerraba a las mujeres que se habían dedicado a la prostitución (las "arrepentidas"), como el convento de las Agustinas o las Magdalenas, hasta las prisiones de la ciudad: desde la Galera Vella hasta Wad-Ras, pasando por los manicomios urbanos... También nos habla de ejecuciones y de castigos ejemplarizantes, como cuándo se colgó la cabeza del bandolero Joan Sala en el Portal de Sant Antoni, en 1634. Pero junto a los aspectos más macabros de la ciudad, March nos habla de los espacios de ocio, desde el Parque de Atracciones del Tibidabo (y su célebre vecino, el Casino de l'Arrabassada) hasta los merenderos de Montjuïc (como la Font del Gat, inmortalizada por la canción). Y ni siquiera olvida a los humillantes zoológicos humanos que, también, pasaron por Catalunya con un gran éxito de público.
Masías, huertos, casas baratas y residenciales y naves industriales en la Zona Franca, en el año 1962 (SACE, Servicios Aéreos Comerciales Españoles; Carlos Rodríguez Escalona / ICGC).
Más que unas imágenes bonitas
Aunque esta Barcelona. Anatomia històrica de la ciutat incorpora fotografías, algunas de ellas magníficas, no se trata del típico libro regalo constituido por mucha fotografía con algunos textos anodinos. Aquí, sin duda, el protagonista es el texto, que nos conduce por diferentes aspectos poco conocidos de la ciudad, aunque a veces actúe como un cajón de sastre, en el que se pasa de capítulos temáticos en apartados centrados en espacios determinados (lo que lleva a algunas repeticiones). Pero, pese a todo, el texto de Enric H. March nos lleva a descubrir nuevos aspectos de una ciudad que tiene una historia que no se acaba y que muchos de sus habitantes desconocen completamente.
Foto de portada: El Salón Craywinckel, 1905 (archivo particular de Enric H. March).