Douglas Stuart es escocés. De Glasgow, pero hace años, muchos años, 20 o 25, que vive en Nueva York. Es diseñador de moda: en su lista de clientes figuran marcas como Calvin Klein, Ralph Lauren, Banana Republic o Jack Spade; pero el año pasado publicó una de las novelas más aclamadas de la temporada, La història d'en Shuggie Bain (Edicions de 1984). Sin embargo, no fue fácil que llegara a las librerías. Hasta 44 editoriales rechazaron su manuscrito. Como acostumbra a pasar, fue cuando el autor estuvo a punto de rendirse que recibió la noticia de voz de su representante: había encontrado un sello que lo editaría, Grove Press, firma reconocida por haber sido el hogar de los autores de la generación beat: Jack Kerouac, William Burroughs, Allen Ginsberg...
Poco después un jurado formado por Margaret Busby, Lee Child, Sameer Rahim, Lemn Sissay y Emily Wilson le concedió el prestigioso premio Booker Prize 2020. Y entonces llegó la pandemia por coronavirus y el consiguiente confinamiento. Stuart tardó meses a ver su debut literario en las librerías y a poder intercambiar pareceres y opiniones con sus lectores. Nos encontramos con él durante su fugaz paso por Barcelona coincidiendo con la Setmana del Llibre en Catal. "No me esperaba el éxito. Tampoco el premio. Me sentí extraordinariamente feliz, pero fue extremadamente extraño por la situación".
Una novela muy real
En los años ochenta en Glasgow, antiguamente una ciudad minera próspera, las políticas de Thatcher hacen disparar el desempleo y las familias se ven obligadas a hacer filigranas para sobrevivir, reza el texto de la contraportada de la edición catalana de La història d'en Shuggie Bain, un relato traducido a nuestro idioma por Núria Busquet Molist y publicado por Edicions de 1984.
Agnes Bain es una mujer sin suerte que siempre ha aspirado a más: sueña con una casa bonita y una vida acomodada que no tenga que pagar a plazos. Cuando su marido, un taxista faldillero, la abandona, se encuentra sola al cargo de tres hijos en una ciudad devastada por la crisis económica. Mientras la bebida se convierte en su gran aliada, los niños hacen lo imposible por ayudarla, pero de uno en uno la abandonan para salvarse a sí mismos. Todos menos en Shuggie, el más pequeño de todos, que se niega a rendirse. Él es diferente.
A pesar de tratarse de un texto de ficción, La historia de Shuggie Bain es un relato (conmovedor) que parte de la experiencia vital de su autor. "Muchas de las cosas que explico -admite Stuart- son reales, pero es una novela, no son unas memorias".
El pilar de la sociedad
Como su Shuggie Bain, Stuart fue un niño homosexual que creció en un hogar regido por una madre alcohólica, en una ciudad, Glasgow, con graves problemas sociales. "En aquella época, Glasgow era un lugar violento, alcoholizado, homofóbico y misógino". En este entorno hostil a su condición, Stuart, como su personaje, creció solo, aislado del resto de hombres de su comunidad.
La historia de Shuggie Bain podría conectar en muchos aspectos con la prosa cruda de Irvine Welsh y novelas como Trainspotting: misma época, los años ochenta; mismo lugar: Escocia; mismos problemas: paro, alcohol, drogas, violencia, familias desestructuradas de clase trabajadora que malviven y sobreviven gracias a los subsidios estatales...
"Lo más fácil es establecer esta conexión, pero a pesar de los paralelismos mi historia presenta una perspectiva diferente de aquella época: es una novela eminentemente femenina. Mientras que en la mayoría de las novelas se centran en figuras masculinas yo quería dar voz a las mujeres, que durante aquellos años fueron el pilar de nuestra sociedad. Mientras los hombres eran los que iban a los piquetes de las huelgas y después al pub, eran las mujeres: nuestras madres, abuelas, hermanas... las que sostenían a las familias". También es el primer relato que da voz protagonísitca a un personaje homosexual. "Hasta ahora los homosexuales habían quedado fuera de la historia de la clase trabajadora escocesa".
El hombre que ama Glasgow
La història d'en Shuggie Bain también ha sido, de alguna manera un ejercicio terapéutico para su autor. Douglas Stuart ha hecho las paces con su ciudad y su pasado a través de la escritura de su primera novela. "Es un libro que sólo podía haber escrito desde la distancia que me ha dado Nueva York. La lejanía es útil, ayuda, aporta claridad. Escribir desde la distancia me ayudó a entenderme a mí mismo".
Años después de marcharse, Stuart ha vuelto a casa. "Amo Galsgow pero no sé si Glasgow me ama a mí". Muy probablemente, sí, Glasgow también ama a Douglas Stuart. Y si no a él, si a su personaje Shuggie Bain que ahora luce orgulloso en un inmenso mural en el centro de la ciudad.