La "reina del thriller", como la bautizó ya hace tiempo Carlos Ruiz Zafón, vuelve a estrenar novela. Después de cerrar la trilogía de Baztán con La cara norte del corazón (Destino), Dolores Redondo (Donostia, 1969) cambia de escenario. De los valles navarros, ha viajado al Bilbao y Glasgow de los ochenta, cambiando la ruralidad por dos escenarios urbanos e industriales. Esperando el diluvio (Destino) está basada en la historia de un asesino real, bautizado como John Bíblia, que a finales de los sesenta mató y violó a tres mujeres que había conocido en la misma discoteca de Glasgow. La policía escocesa puso en marcha la operación más grande de su historia, pero nunca lo pudo detener. A partir de aquellos hechos, la novela recrea la vida y la investigación por parte de un policía empeñado en descubrir la identidad del criminal, que lo llevará hasta Bilbao. Hablamos con la autora de las inundaciones del 83, de su particular verano de la música y de los efectos de la reconversión industrial en el País Vasco.

"Escribir esta novela me ha costado 39 años", dices al libro. ¿Por qué?
Esta es una pregunta muy común a los escritores: "¿Cuánto te ha costado escribir esta novela?". O "De dónde salió la idea?". Muchas veces no lo sabes, porque el tiempo que tardo en escribir físicamente quizás es un año, pero si todo el tiempo en el que estás pensando en la novela también la estás escribiendo, sé que Esperando el diluvio surge hace muchos años. Hace 39 años yo volvía hacia el País Vasco después de un viaje y cuando nos aproximábamos a Bilbao pude ver por la ventana del tren que todo aquello estaba destruido por una inundación. Me impresionó mucho y fue de aquella impresión que me surgió la idea de que algún día escribiría alguna cosa. No sabía cuándo, pero quería explicarlo. El primer germen estuvo allí.

La inundación de 1983 en Bilbao. Explicas que incluso pensaste en aquel momento que tu familia había muerto.
Sí, estábamos atrapados en el tren y lo único que sabíamos en aquel momento es que estaba todo destruido y que había muerto mucha gente. Decían que había afectado no solo en Bilbao sino zonas de Álava, Burgos y Deba, que estaba cerca de donde yo vivía. En aquel momento las noticias no fluían como ahora, no podías coger el móvil y consultarlo. ¡Ojalá! La meteorología hoy puede prevenir la gota fría mucho mejor y habría permitido que aquella catástrofe fuera muy menor.

John Bíblia todavía podría estar vivo. La operación para capturarlo sigue abierta

¿Que partas de este episodio meteorológico refuerza la idea de que eres una 'escritora de tormentas'?
(ríe) Soy una escritora de tormentas no solo porque me guste la climatología lluviosa sino también de tormentas interiores. El título de la novela no solo hace referencia al diluvio que cayó sobre Bilbao sino lo que espera al mismo protagonista. Su nombre es una metáfora, se llama Noah, como el Noé bíblico del diluvio. Como él, lo que hace es porque tiene una intuición y porque está convencido que lo tiene que hacer, aunque aparentemente no tenga demasiado sentido y parezca que se esté equivocando. Persigue a un asesino en serie que está basado en una historia real: John Bíblia.

¿Quién era John Bíblia?
Se dio a conocer el 1968 y 1969 en Glasgow porque asesinó a tres chicas a las cuales había conocido en la misma discoteca. A las tres se ofreció a acompañarlas a casa y a las tres las mató por el camino y las violó. Las tres tenían la menstruación en el momento de su muerte. Eso que ahora es tan peculiar entonces no llamó la atención. En aquella época el concepto de asesino en serie ni siquiera se utilizaba. Se pensó que era todo casual y hasta el tercer crimen no se dieron cuenta de ello. Hubo muchos testigos que lo oyeron. Explicaron que se llamaba John y que era un hombre muy joven, en la veintena, con lo cual todavía podría estar vivo. La operación para capturarlo todavía está abierta. Durante todos estos años la policía escocesa, que entonces puso en marcha la operación de caza al hombre más grande de su historia, lo ha seguido buscando.

Dolores Redondo, la reina del thriller / Foto: Irene Vila

¿Con nuevas pistas?
Sí, durante los 90 un hombre confesó a un periodista que era John Bíblia e intentó matarlo. Fue detenido, pero no era él. Lo sabemos porque, en aquel tiempo, un policía tuvo la clarividencia de recoger muestras de ADN del asesino en las tres víctimas, cuando los análisis de material genético todavía no existían. Y en el 2004 sospecharon que un hombre que había estado en la prisión, por la semejanza con el modus operandi, también podría ser John Bíbilia y lo llegaron a exhumar. Pero tampoco era él. Así que la caza sigue abierta. Este mismo año la BBC ha estrenado un documental sobre el caso. Aquí no es conocido, pero en el Reino Unido es un caso muy famoso y está rodeado de todo tipo de teorías.

¿La caza de John Bíblia sigue abierta, pues?
Como estos asesinos en serie por ellos mismos no paran de matar solo pueden haber pasado tres cosas: que entrara en la prisión, que muriera o que se marchara del país. Y esta última es por la cual yo me inclino, porque siempre ha habido una gran conexión de tráfico marítimo diario entre Glasgow y Bilbao y es un canal en que es relativamente fácil obtener un pase para viajar.

Haces una conexión muy clara entre Glasgow y Bilbao al libro.
Se parecen mucho, las dos ciudades. En los ochenta, la presencia de heroína estaba por todas partes, las dos estaban muy contaminadas, muy sucias... El río Clyde y el Nervión funcionaban de una manera muy similar: eran rías por donde entraba el mar, la zona portuaria había invadido la ciudad y las dos se habían fusionado. En Bilbao en el lugar donde ahora está el Guggenheim antes era el muelle donde llegaban los barcos y descargaban las mercancías de carga. Estaba lleno de trenes, de grúas, de ruido, de acerías y astilleros, de talleres que tiraban los restos de soldadura a la ría... Bilbao era muy oscuro, aunque también sabía divertirse y tenía una vida nocturna espectacular.

No fueron años bonitos sino muy depresivos y decadentes por la zona donde yo vivía

¿Ves la novela como una forma de reconstruir un pasado concreto?
No soy nada melancólica y no echo de menos nada de aquel tiempo en realidad. No recuerdo con especial afecto aquella época porque no era buena económicamente, aunque Bilbao se mantuviera bien gracias a la construcción naval. Yo vivía en Pasajes y en aquel y otros puertos importantes del país, la gran reestructuración naval ya había empezado a afectar. Recuerdo aquellos años con mucha pena porque todo el puerto de Pasajes se hundió. Mi padre se fue al paro por primera vez en la vida. Y los meses siguientes el único trabajo que encontró navegando fue en Mauritania. Se tuvo que ir durando tres años enteros. No fueron años bonitos sino muy depresivos y decadentes por la zona donde yo vivía.

Dolores Redondo ha vuelto a las librerías con Esperando el diluvio / Foto: Irene Vila

La reconversión industrial tuvo un impacto enorme.
Era la ruina económica directa del puerto. Y también la de miles de empresas subsidiarias que vivían a su alrededor. Y no hablo solo de astilleros, varaderos o de la seguridad de los barcos sino de todo lo que tenía que ver con avituallamiento, comida, etc. Además, toda aquella gente, los trabajadores, vivían allí, ganaban aquel dinero allí y allí se los gastaban. Las escuelas no se podían pagar, las tiendas cerraban, los restaurantes donde se celebraba todo también... En mi casa fue una tragedia igual que en todas las casas de los alrededores.

La reconversión industrial en mi casa fue una tragedia igual que en todas las casas de los alrededores

Explicas, sin embargo, que el verano del 83 también fue un verano de descubrimiento musical para ti.
En casa cuando eras pequeño en mi época escuchabas la misma música que tus padres. Y a mí me gustaba. Pero aquel verano, en el que tenía 14 años, me soltaron a Galicia con mis tíos, que eran mucho más jóvenes y pasé un verano de ver conciertos, actuaciones e ir a todo tipo de fiestas. La música actual de aquel momento entró en mi vida. Me pasé el verano escuchando discos. Y cuando volvía con aquel tren al País Vasco llevaba los dos primeros discos que me compré: uno de David Bowie y uno de Tino Casal. Si pudiera viajar en el tiempo me iría una noche de discotecas y bares al Bilbao de los 80. Y otra a Madrid (río).

¿Es difícil como escritor reconstruir la intimidad y los pensamientos de un asesino?
Claro. Es la parte más oscura del libro y he llegado a sentir lástima incluso para un asesino. Todos mis personajes, como Amaia Salazar, son víctimas también. En el caso de John, el abuso hace que la gente acabe volviéndose mala. Pero no es la norma general. La mayoría de las víctimas lo son toda la vida. Sienten una repugnancia total contra la violencia y se convierten en defensores de las víctimas. Cuando somos pequeños aprendemos dos cosas en casa, sin que haga falta que nos las expliquen con palabras: qué es el amor y de qué tenemos que tener miedo. El primero lo aprendemos del ejemplo de amor que recibimos de nuestros padres. Con respecto al miedo, si tienes suerte, tus padres te enseñan a temer solo las cosas que te puedan hacer daño. Pero aquello a que tienes que tener miedo tendría que estar siempre fuera de casa, nunca dentro.