Enric Sòria (Oliva, Safor, 1958) es uno de los encargados principales de homenajear la figura de Joan Fuster como comisario de los actos dedicados al centenario del escritor. Poeta, ensayista y profesor en la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna (Universidad Ramon Llull), Sòria es un gran conocedor de la obra del autor de Sueca. Defiende la vigencia y la necesidad de replicar el escepticismo y la independencia de su pensamiento. Conversamos con él de las facetas de Fuster, de su legado intelectual y de su célebre impertinencia.
"Joan Fuster es la medida de todas las cosas", decía el mismo Fuster con ironía. ¿De que es medida hoy el escritor?
La obra de Fuster tiene varias virtudes ahora mismo. Su punto de vista desconfiado, escéptico y de observación independiente es una actitud que habría que conservar ahora mismo: ver las cosas con independencia de criterio, sin creerse demasiado ni las fake news ni los discursos engañosos.
¿Qué se programará desde el año Fuster y con qué objetivo?
El objetivo es intentar hacer ver su relevancia como escritor y discutidor de ideas en el presente. Los actos que se harán irán en esta dirección, desde mesas redondas, hasta lecturas, conferencias, jornadas para profesores y actos de más alboroto. También queremos divulgar las diversas ediciones conmemorativas de su obra que se están haciendo. Se editarán artículos suyos prácticamente inéditos. Y también potenciar su traducción a otros idiomas: hay previstas traducciones de textos suyos al inglés y al castellano y actos en Madrid, Buenos Aires, París, etc.
Fuster es un autor que tiene muchas facetas.
Si y todas ellas son dignas de reivindicación. Creo que lo que más hay que destacar es su importancia como escritor, tanto por lo que respecta a la calidad de su prosa como por la posición del ensayista, del escritor de ideas, que piensa mientras escribe y que juzga el mundo a su alrededor. Sin embargo, también hay un Fuster cívico, comprometido con su país que no hay que olvidar. Incluso el Fuster poeta, que él desdeñaba, también es muy digno de reivindicación.
Este año celebramos cien años de su nacimiento y sesenta de la publicación de Nosaltres els valencians. ¿Porque es tanto clavo en su carrera este libro?
Nosaltres els valencians, que era un encargo de Edicions 62, marca un punto de inflexión en su trayectoria. Son ideas que Fuster ya había pensado desde hacía muchos años, pero a Nosaltres els valencians las sistematiza mucho más. Su perspectiva tuvo una repercusión muy importante en lo que durante la Transición sería la idea de Països Catalans. Eso lo vierte a un tipo de presencia intelectual diferente y le da una presencia pública muy notoria que incluso ocultaba su faceta como ensayista puro, de lo cual se quejó varias veces. Él consideraba por encima de cualquier cosa y sin que le supiera mal su figura política que aquello principal era su obra.
¿El impacto sobre el público valenciano lo tiene Nosaltres els valencians o la guía El País Valenciano que publica el mismo año?
Sí, de hecho lo que molesta de verdad es la guía turística El País Valenciano. Como él observó muy bien en algunas entrevistas, Nosaltres els valencians no se leyó en Valencia porque estaba escrito en un idioma que los sectores dirigentes de la intelectualidad del territorio no leían. Fue en los sectores más jóvenes o en Catalunya que sí que llamó la atención el libro. Por el contrario, como El País Valenciano sí que estaba escrito en castellano, sí que lo leyeron y su mensaje se entendió.
Nosaltres els valencians no se leyó en Valencia porque estaba escrito en un idioma que los sectores dirigentes de la intelectualidad del territorio no leían
En esta guía turística irónica, habla de elementos importantes del valencianismo con sarcasmo.
Desmitifica algunas de las folklorades sagradas en aquel momento sobre el carácter de los valencianos o sobre la paella. Hacía algunas bromas que no sentaron bien. Y en aquel sentido que tenía Fuster que le gustaba ser impertinente, pues algunos encontraron que era demasiado impertinente. Y también entendieron el discurso de fondo, que si que está la guía El País Valenciano y que en el fondo es lo mismo que a Nosaltres els valencians: hay una lengua ocultada que representa una identidad.
A raíz de eso, sufrirá una campaña que conlleva la cancelación de muchas colaboraciones de prensa en el País Valencià.
Para él eso fue lo más desagradable. Eso y no poder tener derecho de réplica. Porque los diarios valencianos ni le dejaron contestar lo que se le decía. A partir de aquel momento su presencia en los diarios catalanes aumentó. De hecho, muchas de las colaboraciones con la prensa de aquí fueron a partir de 1962 cuando le cortaron el grifo de los diarios valencianos. Él procura mantener el tipo, con ironía y quitándole importancia, pero fue una campaña muy dura y que se fue alargando quizás más años de los que él preveía. Lo convirtieron en una especie de demonio de la derecha valenciana.
¿Su intención siempre fue remover y agitar?
¡Agitar, agitó lo suyo! (ríe) Eso como intelectual libre era lo que tenía que hacer, mientras que en política eso tenía otros efectos. Agitó bastante porque era provocador. Algunos de los debates que se han producido en la sociedad valenciana en la Transición y la democracia, están inspirados por las ideas de Fuster.
¿Por ejemplo?
Todo el tema de la identidad del País Valencià, que sigue siendo un punto de discusión, hasta qué punto es una cosa o es otra. La misma idea de la lengua como una cuestión central con respecto a qué somos y de qué vamos los valencianos también.
Fuster veía a catalanes y valencianos como un "pueblo a medio hacer". ¿Por qué?
Consideraba que la presión externa del nacionalismo español había desvirtuado la marcha normal de los territorios de habla catalana. Y todo eso, había generado una cierta indefinición que hacía que no quedara demasiado claro que éramos ni que queríamos ser. Esta idea que puede sonar deprimente él la decía en un sentido esperanzado, porque tenía una noción de propuesta de futuro. En último extremo, en Fuster hay uno implícito voluntarista que apuesta por hacer alguna cosa mejor con lo que somos.
Joan Fuster desmitifica algunas de las folklorades sagradas en aquel momento sobre el carácter de los valencianos o sobre la paella
Parece que en él haya una combinación entre ser escéptico y ser optimista y voluntarioso.
Si, él estaba muy interesado por un fenómeno como el del Renacimiento y el Modernismo aquí en Catalunya, por cómo apareció en un país bastante amuermado y retrasado culturalmente a base de pura voluntad. ¿Y si eso había podido pasar una vez, pensaba Fuster, por qué no repetirlo? Es cierto que hay un contraste muy fuerte en la actitud generalmente escéptica en casi todo del autor y este voluntarismo esperanzado con que manifiesta cada vez que habla del país. Pero como decía él "mis contradicciones son mis esperanzas".
Una de sus grandes esperanzas tiene que ver con el marco de los Países Catalanes. ¿De dónde recibe él este marco?
Ya había habido precedentes tanto en Catalunya como en Valencia de reivindicarlo, ya que la lengua era la misma, también había un marco común. Él, sin embargo, lo sistematiza y lo pone en primer lugar. Y eso en aquel momento sí que es nuevo. Fuster parte de una idea muy 'noventayochista': había leído mucho a los escritores de la Generación del 98' y el pensamiento español de pre-guerra y la idea de 'una lengua, un pueblo, una nación', que es lo que hay bajo su discurso, viene de aquí en gran parte. Partía de la misma hipótesis de Unamuno, que pretendía que todos habláramos en castellano, pero la dirigía en sentido contrario.
Llach decía que Fuster les había enseñado a ser catalanes de otro manera. ¿Hay un magisterio hacia artistas y escritores catalanes en este sentido?
Como la idea de Països Catalans ha quedado arruinada y descartada quizás no hemos hecho caudal, pero durante la Transición fue muy potente, especialmente en el País Valencià. Además, chocaba con el regionalismo imperante allí de una manera radical. Y aquí en Catalunya, también porque de repente todo lo que asumía esta idea triplicaba su territorio mental. El País Valencià en kilómetros cuadrados es casi tan grande como Catalunya y ya si le sumas las Baleares... Eso deslumbró bastante a gente que no lo había pensado en estos términos. La noción de que tenemos la misma lengua y que por lo tanto somos los mismos amplía el mapa, literalmente. Por otra parte, Fuster tenía una prosa y una sintaxis que te enseñaba a escribir. Te decía 'en mi idioma se escribe así'. Una cosa que también pasa a veces con Josep Pla, que cuando lo descubres te enseña a escribir. Él nos ha enseñado a escribir a los valencianos, eso se lo debemos.
La idea de Países Catalanes ha quedado arruinada, pero durante la Transición fue muy potente, especialmente en el País Valencià
Hablando de Pla, ¿cómo fue la relación entre los dos escritores?
Una de las cosas que tenían en común es que se decían las cosas por su nombre, no se las guardaban. Debieron ser muy amigos porque mantuvieron la amistad hasta el final. Pla fue muchas veces a Sueca a verlo y Fuster también en Girona y en el Mas de Llofriu. Siempre estaban discutiendo. Pla le decía que era marxista y siempre le estaba tirando cosas en cara y Fuster le decía "es que Usted señor Pla es muy reaccionario". Eran dos caracteres que congeniaban bien. De hecho el último acto público que hizo Fuster fue cuando ya debía estar enfermo en Bellreguard, un pueblo de Valencia, para hablar sobre Pla.
Los aforismos de Fuster se han hecho bastante populares.
Si, los aforismos es donde se puede encontrar curiosamente el Fuster más íntimo y también el más existencialista. Todo, claro está, con mucho cachondeo y mucha ironía, como si nada fuera serio, pero si que es por ejemplo esta obsesión con la muerte como cancelación de todo y con esta parte quizás más amarga de la existencia. También se expresa muy bien su tendencia libertaria, muy ácrata, contra el poder y el poder visto por todas partes como una amenaza. Da visiones de algunos aspectos de su mundo intelectual que en los artículos normales no aparecen. Le debió gustar mucho hacer aforismos porque hizo desde el principio de su vida hasta el final.
La ironía era un elemento clave también.
Como le dijo a un entrevistador que no se lo esperaba, "a mí me parieron impertinente e impertinente soy, no lo puedo evitar". No se creía nada y le gustaba poner un poco de solfa y un poco de humor a todo lo que decía. También forma parte de esta actitud que Eugeni d'Ors llamaba de la adhesión incompleta: el sí, pero no te lo acabas de creer del todo.
¿Cuál es la herencia de Fuster para el presente?
Su herencia principal sigue siendo que los que han aprendido a escribir con Fuster no se olvidarán y que probablemente podrán enseñar a los que vienen detrás. Eso es una ganancia sin fecha de caducidad. También está la importancia de pensar con libertad y decir lo que uno piensa. A Fuster le gustaba discutir y creía que no se tenía que hablar de un escritor que nos interesa desde la reverencia excesiva sino discrepante. Y yo creo que esta actitud es sana y lo tenemos que conservar. Fuster era uno grande discutidor a quien le gustaba tener buenos contrincantes y está en lo que tenemos que aspirar.