“Lo mejor sería estar muerta”, dice la protagonista con la mirada extraviada en uno de los muchos momentos de Vortex que ponen un nudo en el estómago del espectador con sangre en las venas. Un efecto al que el cine de Gaspar Noé (Buenos Aires, 1963) nos tiene más que acostumbrados. Es inevitable recordar la larguísima escena de la violación en plano fijo del personaje de Monica Bellucci en Irreversible (2002). Entrar sin complejos ni prejuicios en los universos propuestos por Noé en sus films hacen que el espectador se enfrente a la ausencia absoluta de filtros del cineasta: incesto y asesinatos agónicos en Solo contra todos (1998), viajes lisérgicos provocados por todo tipo de drogas o un plano corto de un feto recién abortado en Enter the Void (2009), sexo real con una eyaculación en 3D en Love (2015) o las explosiones de violencia de Climax (2018).
Le han llamado provocador, radical, desmesurado, incluso tarado, pero no parece que ningún adjetivo le afecte demasiado
El cine de Gaspar Noé no deja indiferente, y, como ante cualquier corpus creativo alejado de lo convencional, las etiquetas no tardan en aparecer. Le han llamado provocador, radical, desmesurado, incluso tarado, pero no parece que ningún adjetivo le afecte demasiado. “Que digan lo que quieran, todo me va bien. Todo menos fascista, ahí digo: '¡No, soy nazi!' (se carcajea). ¡Nazi o nada! No me importa en absoluto lo que se diga, tienes que hacer tu propio camino sin que te afecte. A veces se me acerca alguien y me dice que odia mis películas. ¿Qué respondes a eso? Yo les doy las gracias, necesito a más gente así, la gente que me odia me hace fuerte”, sostiene entre risas el director franco-argentino, confesando que este tipo de reacciones le divierten más que otra cosa.
Gaspar Noé es un cineasta juguetón, que no teme a experimentar con la narrativa y los recursos cinematográficos
En todo caso, con Vortex parece apaciguar sus excesos. Esta es su película formalmente más sobria, más allá de usar la pantalla partida para enfatizar la soledad compartida del matrimonio protagonista. No olvidemos que Gaspar Noé es un cineasta juguetón, que no teme a experimentar con la narrativa y los recursos cinematográficos, ya sea contando una historia cronológicamente a la inversa, ya sea rodando larguísimos planos secuencia, ya sea intentando reproducir en imágenes las sensaciones que provoca el LSD, un orgasmo o un ataque epiléptico. En este su nuevo trabajo, que llegó este viernes a las salas, el director franco-argentino ofrece una devastadora, y muy realista, mirada a la vejez, a la enfermedad y a la muerte. Y lo hace desde la perspectiva de un matrimonio octogenario y de su atribulado hijo, incapaz de sobreponerse cuando la demencia de la mujer empieza a arrasar con todo. “Toca un tema tan universal que cualquier persona de más de 50 años puede sentirse identificada, porque probablemente viva de cerca situaciones parecidas”, apunta el cineasta.
Vortex es durísima, desoladora y dolorosa sí, pero también rezuma amor al cine y una insobornable honestidad
Vortex es durísima, desoladora y dolorosa sí, pero también rezuma amor al cine y una insobornable honestidad, quizás porque Noé experimentó en sus propias carnes, concretamente en la figura de su madre, algo similar a lo que cuenta su largometraje. Tres intérpretes de una lucidez extraordinaria dan cuerpo a las criaturas imaginadas por el cineasta: ella es Françoise Lebrun (una de las protagonistas de la icónica La maman et la putain), el hijo es Alex Lutz (conocido por la serie Baron noir) y él es el gran Dario Argento, genio del giallo, director de clásicos como Suspiria y actor debutante.
Leía unas declaraciones tuyas en las que confesabas que tu padre te dijo que Vortex era tu película más violenta e insoportable...
Nunca usé la palabra insoportable, incluso creo que es mi primera película apta para todos los públicos. Pero sí es verdad que le pareció muy violenta. Probablemente porque en casa vivimos una experiencia muy parecida con mi madre: al final de su vida perdió la cabeza, como le ocurrió también a mi abuela paterna. Son situaciones para las que ningún marido, ningún hijo, está preparado. Y se manejan, con mejor o peor voluntad, como se puede. También amigos míos que vieron todas mis películas, y que suelen tener reacciones muy excitadas, tras la proyección de Vortex se fueron casi sin decir adiós. Tuvieron que pasar dos o tres días hasta que me llamaron, contándome que la película les había hecho llorar...
Creo que es mi primera película apta para todos los públicos
El film refleja algo tan inevitable como la vejez, y nos recuerda las probabilidades de vivir de cerca un proceso tan devastador como el que se muestra.
Es una lotería, aunque parece que ahora la ciencia es capaz de pronosticar si potencialmente puedes sufrir enfermedades como el alzheimer o el parkinson a partir de las neuronas del intestino. En cualquier caso, la vejez es un desastre, y si no mueres joven, vamos a vivir esa vejez siendo una carga para los otros. Curiosamente, creo que a la gente mayor le gusta mucho la película, es a un público de 40 o 50 años al que le resulta más difícil de ver, por ese efecto de que se te cae una montaña pesadísima a las espaldas y tienes que manejarla. En el caso de mi madre, fue mi padre quién se ocupó, yo estaba en la distancia, pero hay muchos ejemplos de hijos únicos que tienen que gestionar la descomposición de padre y madre al mismo tiempo, y seguir ocupándose de su propia família... No hay psicoanalista que les pueda salvar.
Creo que rodasteis con apenas unas páginas de guion. En todas tus películas hay mucha construcción de las escenas en el mismo rodaje...
Escribo guiones que son sinopsis largas, con las secuencias detalladas pero sin diálogos. Marco los temas que forman parte de la escena, pero prefiero que haya, ya una vez dentro del decorado, un trabajo con los actores para que todo suene realista. Normalmente, los mismos actores tienen ideas mucho mejores de las que yo les propongo.
Lo decía porque tu cine, y tu gusto por el plano secuencia, me provoca siempre la duda de si hay mucha improvisación o si todo está perfectamente coreografiado.
Bueno, tiene que ver con corregir las tomas a medida que las vas rodando. Hago una primera, que es más un ensayo filmado que otra cosa, una segunda, una tercera... y voy ajustando. En el caso de Vortex, como se juntaba por un lado la paranoia ligada al Covid, y por el otro que los actores no fueran precisamente unos jovencitos, y que cuando Dario Argento ejerce de director nunca rueda más de tres tomas, todo eso me impidió rodar una cuarta o una quinta. De hecho, en algunas secuencias, el propio Dario, tras una segunda toma, se iba. En la escena del infarto, en la que se cae al suelo, cuando propuse hacer una tercera toma me dijo: “¡Vete a la mierda! ¡Está perfecta!” (risas). ¡Y estaba perfecta! Dario trabaja rápido, y me impuso su ritmo natural como director. Me acostumbré, y la verdad es que ese decorado tan pequeño era tan agobiante que si podíamos terminar las jornadas de rodaje pronto eso también me venía bien a mí.
La apuesta por Dario Argento como protagonista es sorprendente.
Me pareció la mejor idea para el personaje. Todas las otras que tuve eran peores. Y disfrutamos mucho los dos. Dario dice que ha sido una buena experiencia, pero que nunca más hará de actor (risas). También me divertía la idea de trabajar con él porque me parecía envidiable que Godard hiciera una película con Fritz Lang (El desprecio). O que Bergman la hiciera con Victor Sjöström (Fresas salvajes), o Billy Wilder con Erich von Stroheim y Cecil B. DeMille (El crepúsculo de los dioses), o Spielberg a François Truffaut (Encuentros en la Tercera Fase). Estos tíos convirtieron en actores a sus ídolos, a sus directores favoritos... cuando trabajas con un director que admiras, sabes que lo pasarás bien, y que podrás comer o cenar con ellos sin que te coman el coco.
De entrada puede parecer que Vortex escapa de tu corpus creativo, pero me da la impresión que es muy coherente con el resto de tus films, que tus temas, tus obsesiones, siguen ahí.
¿Lloraste viendo la película? Me da gusto cuando amigos me dicen que hacía 30 años que no lloraban en el cine y que lo hicieron con Vortex. La película está hecha para eso. Y cuando alguien me dice que no lloró pienso que quizás la película me salió blanda (risas). Es verdad que, pese a todo, es un film muy púdico, porque muchas veces la realidad de la vejez es mucho peor, hay situaciones ligadas a la senilidad que son... bufff. Mostrarlas en una película sería excesivamente chocante. Quizás Vortex sea la película más púdica que he hecho.
Me da gusto cuando amigos me dicen que hacía 30 años que no lloraban en el cine y que lo hicieron con Vortex
¿Púdica pero pesimista?
No diría que es pesimista. Es concreta, materialista, objetiva... No estoy vendiendo paraísos ni infiernos. La vida es aquí y después no habrá nada. Mejor conocer qué es la vida. En realidad, no creo que ninguno de mis films sea pesimista, en todas se ve un amor al cine y a la vida. Me pasa como a Buñuel, que puede hablar de los celos, como en Él, o de la miseria, como en Los olvidados, y hace descripciones de la realidad que tienen algo divertido. Las películas de Ingmar Bergman sí son pesimistas, y por eso no le soporto. No está entre mis maestros, se toma tan en serio, parece un profesor malo que te quiere explicar que la vida es terrible... Volviendo al humor de Buñuel, creo que Vortex también es divertida a ratos...
No sé verlo, a diferencia de en otras pelis tuyas, como Climax o Lux Æterna, a las que veo un sentido del humor malvado.
¿No te divierte cuando el protagonista se encuentra a su amante y no quiere saber nada de él? (se carcajea). O cuando la mujer se pone a aplastar pastillas y no sabes si le quiere envenenar... (risas). Pero como dice mi padre, la vejez no es un chiste. Traté de ser serio, pero como en la vida no lo soy, y Dario tampoco lo es, hay elementos de humor en la película de la que no podíamos escapar. Como cuando dice: ¡La gente es horrible! Me parece recontradivertido.
¿Tú crees que la gente es horrible?
Nah... yo no creo nada. La gente es previsible, eso sí. Los hombres tienen el cerebro en la polla, y están corriendo durante toda su vida detrás de su polla. De eso hablaba otra película mía, Love. De hecho, el personaje de Dario en Vortex podría ser una extensión del protagonista de Love, porque tiene que ocuparse de su mujer y en lo único que piensa es en hablar con su amante, que no quiere saber nada de él, pobre idiota (risas).
Antes hablábamos de las etiquetas. Tengo la sensación que te divierte provocar según qué reacciones.
Sí, me divierte. En realidad, todos los directores a los que respeto han sido acusados de esto y de lo otro. Todd Browning, Buñuel, Fassbinder, Passolini... Estoy seguro que Eloy de la Iglesia tenía un montón de enemigos, y es mi director español favorito de los últimos 50 años.
Hay un momento en tu anterior Lux Æterna en el que se cita a Jean-Luc Godard, cuando decía que casi todos los cineastas son muertos vivientes. ¿Piensas lo mismo?
Es divertida esa cita (risas). No pienso que sean muertos vivientes. Pero hay tantos directores malos, y tantos perezosos... Eso no me hace bueno a mí. Pero yo no soy perezoso. A veces te preguntas por qué razón la gente hace cine. Debe ser para comprarse una piscina, no lo sé, o ropa de lujo. Hay muchas películas malas. Y además se ha perdido la fascinación por la imagen en movimiento, porque estamos invadidos. Llegas a un asqueo por esa sobredosis de imágenes, publicidad, series... todo se mezcla y puedes llegar a un tipo de alergia por la imagen en movimiento.
¿Esa sobredosis podría ser responsable que, cuando algo se sale de la norma, como ocurre con tus películas, el público se sienta provocado?
El público... en el público hay jubilados, niños, adolescentes, la gente sabe lo que está viendo, y si no le gusta lo puede dejar, puede irse. Yo no provoco, a mí de adolescente me gustaban películas recargadas como Deliverance, Taxi Driver o Perros de paja. Situaciones terroríficas que te enriquecen viéndolas en una pantalla. Recuerdo que de muy niño, tendría 11 años, vi Umberto D., la peli de Vittorio De Sica, sobre un viejito que pierde su jubilación y no puede alimentar a su perro... me pareció tristísima, descubrí ahí lo que era la pobreza en la vejez, y me recontraemocionó. Quizás fue un motor para hacer Vortex 50 años más tarde